Oficialmente era la señora Russo, desde hace una semana. Demitrius Vryzas, único hermano de Ángelo le había arrendado a Axel una isla privada a petición de su hermano. Según Ángelo, era el único lugar en donde se podría encontrar paz y el mejor regalo de bodas que podría darnos.
No hubo fiesta ostentosa, no estaban nuestros padres, amigos o conocidos. Nuestra boda en las vegas está lejos del Folclore Televisivo que se le suele dar. Solicitamos una licencia matrimonial previamente y luego acudimos al condado de Clark, en las vegas. Así que, no nos casó una figura pública o asistimos disfrazados de alguna celebridad. Mi ahora esposo, quiso hacer un acto lo más serio posible, pese al sitio en donde estábamos. Si bien, no hubo lujos o el vestido de cola larga, damas de honor etc. Era consciente que me estaba casado con el hombre que amaba, solo con eso ese instante era mágico.
Apoyada en la baranda de la terraza del chalet contemplaba en la mañana con el Egeo ante mí, a Axel dentro del bote que había conseguido por que insistía en comer pescado solo del que él sacara del mar. Lo que nos dejaba una estadística pésima en nuestra dieta de pescado, por qué como pescador era excelente empresario. Sonrió, alzando la mano al ver que ha alzado la cabeza como si supiera era observado y me envía besos desde donde se encuentra.
—Es hora de irnos —grita y asiento.
En pantalón blanco, descalzo y sin camisa, metía en el bote las cañas de pescar, carnada y una hilera. Su piel había adquirido un bronceado único que resaltaban de manera extraña, pero maravillosa el color gris de sus ojos. La crisis por abstinencia seguía él intentaba que yo no me diera cuenta, no obstante, era inevitable no hacerlo.
Cada que decía iba a trotar o hacer ejercicio en el gimnasio que tenía el lugar era un indicativo de ello. Lo espiaba batallar solo con sus miedos que no me dejara ayudarlo y se alejara afectaba, quizás lo hacía para evitar dañarme, pero Axel era incapaz de hacerlo.
Me había confesado que las crisis empezaron con el descubrimiento de todo lo sucedido y la llegada de sus recuerdos de lo sucedido en cautiverio. Por eso le pedí un tiempo solos con el pretexto que quería luna de miel, pero mi único objetivo era alejarlo de las investigaciones. Llamamos mis padres y a los suyos diciéndole que no regresaríamos en seguida y que nos tomaríamos un mes para nosotros. Evitándole actos que le estresaran y que pudiera vencer a ese demonio.
—Cara... —me advierte una vez más y sonrío.
Me alejó a regañadientes de la vista que tengo ante mí, mi esposo y el paisaje que parecen fusionarse y podría pasar por la mejor de las postales. Se supone que deberíamos comprar algunos víveres, pero Axel insistió en que primero iríamos de pesca.
Él tenía mucha fe en sí mismo, conforme a pasaba los días veía en el rastro del ego de su padre. Entró a la cocina y doy una mirada fugaz a los estantes, Axel no es muy dado a las carnes rojas (lo aprendí en estos quince días), salvo en algunas ocasiones. Es más, de frutas, verduras y pescados.
—Lena, cariño... ¡Vámonos! —escucho la voz de Axel por tercera vez.
—Cinco minutos... No me he puesto el vestido. —me quejo porque estoy en bañador.
— Llevo una hora de retraso…te viste aquí. —interrumpe y sonrió. —la pesca es temprano.
—Sí, lo sé... Cuando los peces estén dormidos —tomo el vestido, mi sombrero, el suyo, junto con su ropa, móvil y salgo a la playa.
Solo su móvil está disponible y rara vez lo contesta, el mio se quedó sin batería y no lo he vuelto a cargar. La última llamada fue a mis padres y para decirle que me había casado y estaríamos por fuera un mes. Lo encontré dentro del bote, soltando las amarras y empujándolo dentro de las aguas cristalinas.
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Eclipse de Amor
Misterio / SuspensoLos Russo se estremecen con la noticia de la desaparición de su único hijo, Axel, luego de la explosión del yate en que viajaba en alta mar. Meses después Axel Russo aparece. Se encuentra con que está divorciado, ha perdido toda su fortuna y su...