IX

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Hongjoong dudó entre si debía ser un trabajador devoto o si tomarse un descanso acompañado del príncipe.

Ante su debate interno, Seonghwa puso los ojos en blanco, como si leyera sus pensamientos para acto seguido, agarrar su mano llevándolo lejos de aquella habitación.

El pelirrojo quedó in albis, a medida que avanzaba por los corredores a un lado del heredero, un pensamiento finalmente plantándose en su cabeza.

Se soltó del agarre y se interpuso en el camino del más alto, este recibiendo su comportamiento alzando una ceja.

- ¿Acaso estás pensando en comer fuera de las habitaciones?, Debo recordarte que no tengo acceso al resto del castillo.- Se opuso, poniendo los brazos en jarra.

- Primero: Los jardines técnicamente no son parte de lo que tu llamas palacio; segundo: Eso te lo advirtieron para evitar el hurto de manufacturías reales, pero al estar al aire libre, rodeado de naturaleza y no de objetos caros ya previene esa situación lo suficiente. Además, si estoy con usted, no hay manera de que te pase algo al nivel de repercusiones mayores, simplemente asumiré mi responsabilidad, aunque confío en que usted no es de esos.- Dijo el príncipe, suspirando con pesadez, reanudando su paso y dejando atrás un desconcertado Hongjoong.

El pelirrojo ya sabía eso, lo desconocido era lo que sentía compartiendo más de lo que ya había estipulado con el heredero.

Desde que vió la cesta en sus brazos, pensó en esa alternativa: ¿Podría ser cierto que lo acompañaría a uno de los sitios más alejados del castillo, aquellos que tenía prohibidos?

Y si ese fuera el caso... ¿Le gustaría?

Hongjoong sonrió, mirando por encima de su hombro la distancia que había recorrido el príncipe lejos de él.

Siempre le había gustado lo prohibido.

[...]

Siguió por su propia cuenta al más alto, poniéndose a su lado en pocos segundos, este sin poder descifrar sus pensamientos de ninguna manera.

El largo corredor era iluminado por el prolongado ventanal cercano, este dando luminosidad a aquel día y a la triste realidad de Seonghwa. Una jaula de piedra y cristal se cernía sobre él, por supuesto, el príncipe heredero estúpidamente dentro.

El pelirrojo por su parte miró más allá del vidrio, encontrándose con unos jardines de estilo japonés perfectamente cuidados.

- Hongjoong, tienes la boca abierta.- Dijo Seonghwa, haciendo el amago de recolocar su mandíbula donde correspondía, de manera fresca y divertida.

Y como para no estarlo.

Tenía frente a sí un fragante espacio repleto de plantas exóticas traídas desde los recovecos más pintorescos del mundo, mezclando el clásico jardín oriental con el occidental en sólo una pincelada de color.

Seonghwa se adelantó, guiándolo a unas alejadas bancas de mármol, como siempre, este siendo de un blanco níveo, quedando en frente de un estanque.

Apoyó la cesta a su lado, luego dando unos toques a su izquierda, indicando en forma de petición que el pelirrojo se sentara ahí.

El nombrado reaccionó, poniendo una distancia prudente entre sí.

Realmente le producía interés los pensamientos de la persona a su lado, así como su siguiente movimiento.

Se llevó una pequeña porción e comida a la boca, intentando leer con la mirada al otro, que, ni cuenta se había dado de la misma.

Nunca había encontrado a alguien como él, ni siquiera en sus 23 años, tampoco en sus cientos de viajes, conoció alguien tan calmado, pacífico... Tan puro.

Todos esos nobles malcriados que lo trataban como un sirviente se podían ir a tomar viento, si por dinero fuera, haría los más exquisitos diseños, los más llamativos trajes para que la atención del príncipe se centrara en él cada vez que le preguntaran quién era su modista.

Como si una aguja fuera, explotando la gran burbuja que eran sus pensamientos, el heredero le devolvió la mirada, con sus característicos e intensos ojos, tan suyos.

El mayor sonrió levemente de la nada, levantándose de su asiento; sin saber realmente lo que estaba detrás de esa sonrisa, Hongjoong siguió los pasos contrarios, dejando su plato de lado.

El de cabellos oscuros llevaba un mendrugo de pan de un tamaño considerable hasta el estanque, luego ofreciéndole una mitad. El pelirrojo levantó una ceja en confusión.

Seonghwa agarró su pequeña mano, depositó dicho alimento ahí y con su propio pedazo, empezó a alimentar a los peces Koi que su padre poseía.

Finalmente lo comprendió; mientras copiaba la acción contraria.

- Creo que ya entiendo por qué esta es una de sus salas favoritas.- Dijo, tan bajo que el de cabellos oscuros pensó que era un susurro.

- ¿Qué quiere decir?- Preguntó cuidadosamente.

- Las carpas son unos peces hermosos, más, están atrapados en un estanque perteneciente a otras personas, incapaces de rebelarse ya que no podrían adaptarse a la vida en el exterior a esa agua. Demasiado débiles para aventurarse en ella.- Comentó, ahora mirando al otro a los ojos.- Me recuerda a su situación, puesto que a penas dejan que exprese una sola palabra de disconformidad en estos muros de piedra en los que usted se ve atrincherado.- Los ojos de Seonghwa brillaron en tristeza y reconocimiento.

- Puede que tenga usted razón.- Asintió.- Pero esta siempre ha sido mi jaula, mi enfermedad mi captora y mi solución inexistente. Y es poco probable que eso cambie.- Río amargamente, lanzando el último pedazo de pan al agua y dejando que el silencio se instalara en el ambiente como la lluvia que se haría paso en el firmamento la misma noche.

[...]

Seonghwa caminó hasta sus aposentos de manera calmada, casi ensimismado. Andaba por los pasillos previos a su destino, tocando la pintura de dichos espacios con las yemas de sus dedos, preguntándose qué era lo que sentía cuando la tocaba.

¿Su historia?, No... Eso no era.

¿La rugosidad de la misma?; Era entretenido, pero sus pensamientos no se correspondían a esa pregunta.

Tal vez pensaba en lo dicho por Hongjoong, en recorrer con él los pasillos que le estaban prohibidos mientras mantenían una conversación sobre la historia del mismo espacio. Tal vez él podía dar una respuesta a la incógnita que su sentir irracional era.

- Seonghwa, ¿Estás bien?, ¿Qué es está aura sentimental que te rodea?- Preguntó Yunho, una vez no hubo más pasillos y estuvo al final de las escaleras, las cuales el castaño bajaba.

- ¿Eh...?, Ah, no es nada, Yunho. Iré a mis aposentos, ¿Podrías traer pluma y papel cuando vuelvas?- Yunho lo miró, deteniendo su caminar y girándose de lleno hacia él, dejando su mano apoyada en el pasamanos.

- Por supuesto, pronto tendremos que hacer más como sigas así.- Respondió con una cálida sonrisa.

- No seas exagerado.- Contestó, imitando el gesto al momento que subía las escaleras, perdiéndose de la vista del castaño a los pocos segundos.



El modista (#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora