XXV

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Seonghwa era tratado con tanto mimo y delicadeza que pareciera ser de un cristal que se rompería al mínimo descuido.
Tal vez porcelana.

Apenas podía disfrutar de la soledad, en todo el sentido de la frase.

Suspiró apagado mientras miraba por la ventana de su alcoba, sabiendo que Yunho -que caminaba de un lado a otro tras de él- estaba haciendo tiempo mientras ordenaba las mudas limpias en su armario.

Ni siquiera estaba tan débil como para recibir ese trato que lo consideraba tan dependiente.

En el momento en el que sus pensamientos se dirigieron a la posibilidad de preguntarle al castaño por algo de tiempo a solas, un emisario irrumpió en los aposentos con un mensaje que anunciar.

- Su alteza, el señor Kim está esperándolo en el salón principal. Es urgente.- Soltó este, recuperando el aliento como pudo.

Seonghwa se quedó congelado en el sitio, todas sus inseguridades saliendo a flote en su aparente tranquilidad.

Bajó calmadamente por las escaleras, consciente de que sería una visita y no una sesión de trabajo.

Se encontró al Rey y a Hongjoong hablando y riendo animadamente en el salón, como si se conocieran de toda una vida.

Cuando el más joven de los Park se aclaró la garganta y los dos presentes ni siquiera se inmutaron, decidió hacerse notar de otra manera, simplemente esperando a que callaran mientras miraba sus uñas.

- Ah, disculpa, hijo. No te lo robo más tiempo.- Dijo el monarca, retirándose al comedor.

Cuando volvió la vista, Hongjoong ya lo recibía entre sus brazos con ojos alegres y una deslumbrante sonrisa.

Seonghwa lo imitó tímidamente.

- Pareciera mentira que le tengo de nuevo en mis brazos. Me dijeron que era muy probable que no pudiera volver a... Verle.- Suspiró el modista.

El de cabellos oscuros aceptó la explicación, pero no respondió a ella.

Se quedó unos segundos más disfrutando de ese calor tan extraño que se apoderaba de él mientras sentía el latir del corazón contrario retumbando en su mismo pecho.

[...]

Aún cuando la visita de Hongjoong había terminado, Seonghwa se sintió afligido, incluso desolado al ver apuntada en el calendario la última sesión que tendría en compañía de Kim.

Sin quererlo, sabía que extrañaría su adorable cabello pelirrojo rondando de habitación en habitación, su pequeña estatura y sus manos igual de minúsculas; echaría de menos sus agridulces palabras y contradictorias acciones, en general a todo él. Todo Hongjoong le parecía adictivo.

Sintió que medio año en su compañía le sabía a poco.

Entre recuerdos y añoranzas, Park Seonghwa no sólo se dió cuenta de que había caído a merced del otro, si no que el 25 de marzo sería su última oportunidad.

El último momento en el que podría compartir sus pensamientos, sus sentimientos por él.
No quiso pensar en el rechazo, puesto que eso sólo congelaría su valor.

[...]

Faltaban apenas unas horas para que Kim Hongjoong estuviera en su puerta. Hoy, 25 de marzo era el día en que probarían su traje finalizado en él.

Estaba tan tenso que de no haber sido por el aviso de Alfredo, hubiera empezado a morderse las uñas.

Fue a recibirlo como normalmente lo hacía, ahora con un séquito más amplio en caso de que algo ocurriera.

El modista (#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora