XXVIII

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— Hijo, pensé que alguien te había llevado; No te había visto desde ayer.— Suspiró aliviado el rey Park.

— Salí a tomar el aire, no tiene por qué preocuparse, padre.— Respondió con simpleza.

El mayor dejó pasar el tema, creyendo que tal vez su hijo se había retirado con la señorita Emma después del vals principal.

No entraron en más detalles.

Los días pasaban, Seonghwa soñaba.

[...]

Aún después del evento, el pelirrojo reparó a pensar si estaba mentalmente preparado para enfrentar lo pasado.

Ahora que estaba seguro de que el otro correspondía sus sentimientos, tal vez…

Escribió una carta a Yunho con urgencia, avisando de que lo visitaría al oscurecer, consciente de que la noche era su aliada.

Ese mismo día, en cuanto Yunho cambiaba la ropa de cama de su majestad el rey, se percató de que este estaba concentrado en algún documento, puesto que miraba al papel, luego a la nada y cuando parecía que por fin movería su pluma, el ciclo se repetía.

A pesar de este extraño comportamiento, no dijo una palabra.

De repente, el señor y amo del reino volvió la cabeza y el llamado fue inevitable.

— Yunho, ven aquí.— Le dijo el Park.

No tuvo más remedio que obedecer.

[...]

A pesar de estar pálido como un fantasma, el castaño fue a recoger el correo, notando de inmediato la carta del pelirrojo entre las demás.

¡Oh, vamos!

Yunho metió la carta donde sabía que nadie la buscaría, para después entregar el resto del correo a sus destinatarios correspondientes.

Subió rápidamente las escaleras después de eso, consciente de que debía contarle todo al príncipe.

Suspiró hondo.

Una vez frente a su puerta, llamó tocando suavemente la madera. Seonghwa no tardó en dejarlo pasar.

— Tengo una carta para usted.— Le dijo, sacándola de su camisa y dejándola encima de la cama.

Seonghwa por su parte buscó su abrecartas y rasgó lo suficiente el lacre como para liberar el mensaje. Leyó el mensaje:

Querido Seonghwa:

Aviso porque tengo algo importante que comentar contigo, así que a falta de tiempo durante el día vendré durante la noche.

Breve pero conciso, estaré frente la puerta trasera para empleados sobre la medianoche.

-Kim Hongjoong, Tuyo sinceramente.

Seonghwa se sonrojó al leer la última parte, puesto que su firma distaba mucho de como la recordaba.

Yunho tenía una expresión horrorizada, casi como el rictus de un muerto antes de ver pasar la vida por delante de sus ojos. Sin embargo, este no se atrevió a decir nada, probablemente de lo mal que se encontraba en ese momento, puesto que se tuvo que excusar rápidamente para luego devolver el desayuno.

Cuando la medianoche llegó, Hongjoong tocó a su puerta como lo más natural del mundo, acompañado por un benevolente Yunho.

En cuanto se miraron con la sonrisa más bonita que un sirviente como Jeong Yunho pudo ver, decidió dejarlos a solas, cerrando la puerta. Decidió darle las terribles noticias al día siguiente, postergarlo un poco.

El príncipe invitó al pelirrojo a sentarse a su lado en la cama.

—¿Y qué es eso tan importante que tienes que decirme?— Preguntó este.

— Pues eso era en realidad una excusa para verte de nuevo, aunque es cierto que tengo algo que darte.— Susurró, moderando su volumen teniendo en cuenta la hora.— Pensé que te gustaría, lo escribí pensando en tí.—

Y de su bolsillo sacó unos cuantos papeles desordenados, doblados descuidadamente.

Seonghwa los tomó, su curiosidad apoderándose de él mientras los abría de inmediato.

Grata fue su sorpresa al encontrarse con lo que parecía ser una poesía seguida de otras tantas como páginas tuviera en mano.

[...]

¿Qué pasa si mi corazón negro se vuelve?
¿Debería detenerlo, o ver cómo se disuelve?
¿Debería callarlo o dejarlo libre al fin?
Es mi culpa, yo empecé por quererte.
Jamás a nadie amé como a ti.

Aún si preso de tu condena, me niegas el Sol Y el Mar,
Confiaría en ti, haciendo la promesa más leal
Me intercambias por alivio un suspiro, de tus labios su color
Tu mirada avisaba un "no te vayas", y yo algo hice mal
Huir como cobarde, robar tu corazón, marchar lejos fue mi error

Espero que los dulces susurros de la exótica palabra amor,
Tus ojos no encuentren temerosos, si no un poderoso fulgor,
Y en los labios, el beso robado de un valeroso resplandor.

Un sentimiento espinoso, que no se puede expresar,
Que hiere dedos inocentes con las puntas de un rosal,
Custodias por risa cascabel y por corazón un acerico,
Belleza y un contratiempo cargas, adherido a tu costal.
Que, si me lo pides, quitaré intercambiándolo por un anillo.

[...]

El príncipe quedó sin palabras, puesto que en el momento en el que había terminado de leerla, el pelirrojo ya se había acomodado en su pecho como una almohada, esperando su respuesta.

El inusualmente trágico desarrollo del tema hacía a Seonghwa preguntarse si tal vez aquello hacía referencia a su situación, sin embargo, no entendió la última estrofa.

Seonghwa lo abrazó para echarse entre las almohadas.

— Esto es… Precioso. ¿Quién te enseñó a escribir así?— Preguntó el heredero, sus manos ya puestas en los cabellos pelirrojos del otro, jugueteando con ellos.

— Un buen mago nunca revela sus secretos, príncipe. Tal vez si me lo preguntas en forma de orden te lo diré.— Contestó, cerrando los ojos, dejándose acariciar.

— Entonces, te ordeno que me lo digas.— Acató el de cabellos oscuros.

— Estudié un viejo poemario. Saqué conclusiones. Ahora cállate y bésame, por favor.—  Murmuró Kim, encarándolo, pegajoso como un caramelo que había caído en una calzada un día de más de treinta grados centígrados.

— Creo que te consiento mucho.— Refunfuñó, con un tono no muy serio; haciendo lo pedido de igual manera porque él también deseaba un beso de buenas noches.

[...]

El modista (#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora