XIV

446 64 42
                                    

- Encuentro esta situación un poco... Inconveniente.- Dijo el príncipe, hastiado, sintiendo una docena de alfileres rodear su cuello y otros puntos vitales.

- No sea exagerando, se lo voy a quitar en unos breves instantes.- Dijo el pelirrojo, dándole un toque en el brazo a propósito, ganándose una furiosa mirada por su parte.

Admiró su trabajo desde lejos y asintió, retirando todo lo que anteriormente reposaba sobre el cuerpo del heredero, liberándolo de esa prisión punzante.

Seonghwa no se dió el tiempo de pensar en el toque contrario, estaba más pendiente de otra cosa.

- A usted le dan miedo las agujas.- Afirmó Hongjoong, viendo a través de él.

Seonghwa tardó un momento en recomponerse, aunque se tomó el tiempo de suspirar de alivio una vez no tuvo más alfileres encima.

Sus ojos se encontraron, de nuevo; siendo un hábito para ellos.

Irónicamente cuando la situación necesitaba cercanía, era poco común que se dirigieran la mirada siquiera.

Observó las facciones marcadas de manera suave del otro, desde la raíz de su pelo hasta su mentón, sin saltarse ni siquiera un poro de su piel.

Seonghwa carraspeó.

Sacó su reloj de bolsillo, percatándose de que habían terminado con casi una hora de antelación ante lo que solían tardar.

- ¿Querría usted acompañarme en un agradable paseo por los jardines aprovechando que todavía hay luz y las jóvenes flores de invierno acaban de germinar?- Preguntó con una leve sonrisa, intentando inspirar confianza en el otro.

El más bajo lo meditó un poco antes de acceder a la petición, y se colgó la bolsa al hombro.

- Sólo unos minutos.- Avisó este, más Seonghwa hizo caso omiso a lo dicho, sabiendo bien que se quedaría hasta que la luz del día se extinguiera una vez pasara por las colinas del oeste.

En su lugar, sólo volvió a sonreír, siendo consciente de que era más que probable que Hongjoong lo estuviera viendo.

El pelirrojo pensó que una sonrisa nunca se pudo ver más inocente, como la de un niño que compra un dulce, expectante por llevárselo a la boca por primera vez.

Caminó a su lado.

Se dirigieron juntos hacia el oásis personal del príncipe, esta vez ocultándose entre las hermosas flores que un cuadro recién pintado de invierno parecían. El rocío siendo testigo de la helada que anteriormente había estado presente en sus pétalos.

A punto estaban de entrar en la parte secreta que mantenía el príncipe para sí mismo, y, metiéndose entre unos discretos pero inmensos y tupidos camelios, Hongjoong vió más flores de las que podía contar, más colores de los que podía ver y más perfumes de los que podía identificar.

El príncipe lo guío entre un camino de pétalos bajo sus pies, flores de tonos blancos, rosados, rojizos e incluso azulados eran su techo, mientras que a sus lados crecían de manera individual orquídeas y narcisos.

Un arco de color blanco siendo el soporte de esa capa de flores encima de su cabeza que actuaba en forma de pasadizo secreto.

Caminaban a la par, mientras la fría luz de enero bañaba sus cuerpos, el viento trayendo consigo el aroma cercano de árboles en flor.

Ese espacio era sólo para ellos.

El pelirrojo suspiró, la tensión que cargaba en todo momento, desapareciendo en cuestión de segundos.

- Debería venir usted a ver las flores de verano, en mi opinión, son lo más bonito que la entera extensión de estos jerdines abarca. Aunque, me temo que si viene a verlas, hasta ellas se pondrían celosas. Tendría que reconsiderarlo.- Dijo, sin vergüenza alguna en su voz, más su tembolorosa mano delatando su verdadero sentir al acicalarse el propio cabello.

Hongjoong lo admiró por un momento, sus largas pestañas batiéndose en confusión por lo antes enunciado.

¿El príncipe piensa que yo soy bonito?

Seonghwa sonrió, tan dulcemente como la última danza que ejecutaban a su alrededor los pétalos de camelia antes de tocar el suelo, delicado como una pluma, ligero como el mismo aire.

En el momento en el que Hongjoong pensaba esto, uno de ellos cayó sobre su cabeza, mimetizando su intenso color rojo con el cabello del modista.

El heredero lo apartó delicadamente, llevándolo consigo mientras comenzaba a caminar de nuevo al notar que ambos se habían parado.

Esperando a ser alcanzado de nuevo.

El pelirrojo reanudó el ritmo, en poco tiempo los dos caminando a la par tan uniformemente que sus zapatos sonaban al unísono tras tocar el suelo con el talón.

Sus hombros se rozaban de cuando en vez, aunque hubiera el suficiente espacio para que eso no ocurriera, como si a ambos les diera igual ese pequeño contacto o hasta lo desearan hasta el punto de no apartarse.

- Y... Uhm... ¿Qué es lo que le gusta hacer en sus ratos libres?- Preguntó tratando de sacar un tema al azar mientras paseaban por ese interminable pasadizo secreto.

- Verá, soy un gran aficionado a la música.- Comentó de manera casual.- Si no fuera un simple modista, creo que habría optado por convertirme en un célebre músico reconocido hasta en las Américas.- Dijo el más bajo.

- Grandes sueños, igual nivel de ambición.- Pensó Seonghwa para sí mismo.- Asumo que toca usted algún instrumento.- Concluyó finalmente.

- Me enseñaron a tocar el piano, pero como comprenderá, ya no tengo oportunidad de hacerlo debido a mi ocupación.- Sonrió amargamente, recordando en la última vez que había tocado un piano cuando apenas era un adolescente.

- Ya veo... Si le soy sincero, por un momento pensé que usted tocaría la guitarra. Tiene la apariencia de un guitarrista.- Comentó Park.

- No, no; el guitarrista es mi aprendiz, quién, además, ha heredado una voz tan hermosa como la de un ángel.- Presumió.- Jongho es, sin duda, el más melómano del taller.- Añadió.

Jongho, Jongho... ¿De qué le sonaba aquel nombre?

- Me gustaría escucharlo.-

Continuaron con charlas triviales hasta que el tiempo restante acabó por desvanecerse también y el menor tuvo que irse.

El príncipe, pensativo, se sentó en una de las bancas que había repartidas, estre un Magnolio chino y una pequeña estatua de piedra, mirando el rutinario atardecer.

Miró sus manos, concentrándose en su anillo.

¿Por qué no me has arrebatado la vida todavía? ¿Es para darme ilusiones?

Pensó, su cumpleaños era en tres meses y parecía que ese tiempo era la calma antes de la tormenta, indulgente antes de que...

Seonghwa tragó saliva, ¿qué se suponía que eso significaba?

Sé preguntó brevemente si era tal vez por la ilusión que le ponía a los siguientes días o si era por la rompedora presencia del pelirrojo que volvía el dolor imperceptible para él.

En cualquier caso, sabía que esa calma no duraría mucho más tiempo, y, resignado, volvió a sus aposentos puesto que el sol escondió sus rayos y la noche se empezaba a abrir paso por el horizonte.

[...]

El modista (#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora