XXIX

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Otra noche más, Hongjoong lo visitaba de nuevo, su mirada cautivaba la suya en una danza que lo mantenía despierto durante las horas de oscuridad.

Seonghwa también lo miraba, sin decir una palabra todavía.

Habían pasado semanas viéndose a aquella hora, siendo libres en los labios del otro, y sus roces no tan casuales culminando en afectuosas palabras acompañadas de caricias que hacían a Seonghwa suspirar.

El único contratiempo era que Yunho había caído enfermo, pero se estaba recuperando, además, Seonghwa sabía que algo pasaba en palacio, algo que todavía desconocía.

Y sin embargo, nunca se cansaría de que el otro besara su frente murmurando un "Buenas noches." al final de sus encuentros.

Sin embargo, ese no era un día cualquiera.

Seonghwa estaba mudo frente el anillo de oro que el pelirrojo le tendía con sinceridad, arrodillado frente su cama, donde él estaba sentado.

- Quería dártelo cuando estuviera completamente seguro. Y... Creo que es el momento.- Suspiró Hongjoong con una sonrisa.- Quiero que entiendas que, aunque no podamos casarnos como es debido, esto no es un simple anillo como cualquier otro que te puedan ofrecer; no, esto es mucho más que eso: Es un símbolo que representa la unión entre nuestros corazones, una llamada y un lazo que espero, no rechaces, rompas o ignores.- Continuó, tomando su mano izquierda y apretándola suavemente, sintiendo el pulso del otro.

El príncipe apartó la mirada.

- Pero, ya sabes lo de...-Seonghwa dejó la frase en el aire, suspirando.- Y te habrá costado todo tu sueldo, no puedo aceptarlo.-

- ¿Crees que realmente me importan esas dos cosas justo ahora?- Contestó el pelirrojo, ganándose que el otro volviera a mirarlo.

- Entonces te arrepentirás más tarde.- Dijo Seonghwa, levantándose.

Hongjoong lo hizo también, dejando la pequeña caja en la mesita de noche del joven Park.

- El único arrepentimiento que tendré en el futuro es saber que pude haberte tenido y no haberlo conseguido.- Dijo el más bajo, colocando su mano en la mejilla del príncipe.

Seonghwa se inclinó ante su toque, pensando las palabras del otro. Quería hacerlo, ardía por ello.

Entonces asintió, sabiendo que en cuanto La muerte Violeta fuera intercambiada por otro anillo, sólo tendría dos posibles desenlaces: Una vida junto al otro o la muerte misma.

Se sentó, agarrando firmemente las sábanas y extendiendo su mano para que el otro la tomara; ante esto, Hongjoong agarró el objeto para después imitar al otro, dejándose caer a su lado.

Hongjoong puso sus dedos en el dedo anular de esta, arrancando gentilmente la piedra violeta en marco de oro de este.

Seonghwa reprimió sus palabras en cuanto sintió como sus nudillos estallaban y sus venas se rompían. Todo esto siendo parte de una ilusión creada por el maleficio, claro. Se sentía como una metempsicosis de la separación de una parte de sí mismo.

Quiso avisarle de que dolía, pero inmediatamente sintió ese peso liberarse de él, tortuosamente lento. Lágrimas causadas por sentimientos mezclados se formaban y brotaban de sus ojos.

De un último tirón final, sintió aquel parásito desincrustarse de su organismo, su cuerpo volviendo a renacer en su estado original, uno blanco y limpio, como el lienzo por pintar que fue alguna vez, un folio in albis o incluso una partitura por rellenar.

Estaba completamente seguro de que Hongjoong podría componer, escribir y pintarlo cruzando los enigmáticos colores de la felicidad hasta colorear de nuevo su ser, tatuarlo con abstractos sentimientos expresados en varios lenguajes como lo eran el español o la música.

Para empezar, una pincelada de rojo en sus mejillas no estuvo mal.

- ¿Estás bien?- Preguntó el modista.

Seonghwa lo miró, saliendo de su trance.

- Gracias, Hongjoong.- Ronroneó, apreciando la notable libertad con la que contaba después de años de cautiverio.

Sin decir palabra, Hongjoong deslizó su propio anillo en su sitio, finalmente besando su mano con adoración.

Su mirada conmovida le daba fuerzas para sonreír también. El pelirrojo terminó por sepultarlo en un abrazo.

Como Seonghwa bien sabía, era conditio sine qua non reemplazar el anillo embrujado por el del amado a fin de levantar la maldición de su ser, siendo que esa persona debía estar totalmente dispuesta a hacerlo, es más, debía amarlo lo suficiente como para hacerlo.

No imaginó que ese momento llegaría, puesto que era prácticamente una ensoñación que sucediera.

Seonghwa se aferró a su seno como si se acurrucara en la vida misma.

Aún lagrimeando, el pelirrojo probó sus labios, sin tomar en cuenta la salinidad de las lágrimas en ellos.

Poco después, aquel preciso intercambio de emociones se fue condensando espeso como el óleo. Descansando sobre él como la mirada de la luna. El más bajo fue empujando lenta y gradualmente su cuerpo contra las almohadas de la cama y, a pesar de que aquella noche las velas se consumieron y su luz se apagó, sus corazones se encendieron con el deseo de estrellas nocturnas queriendo ser vistas al atardecer.

Aquella noche fueron inmortales.

El modista (#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora