XXVI

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Escribió la carta a toda velocidad, dejando el sello -su sello- puesto para dejar ver que la información contenida en el papel era fidedigna.

Avergonzado, pidió a Yunho entregar dicho sobre en mitad de la noche; el castaño despreocupadamente accedió, ignorando su resentimiento e intercambiándolo por algo noble como lo era la lealtad hacia su amo.

"Ojos que no ven, corazón que no siente." Se dijo este al escabullirse, evitando los aposentos de su rey en la otra punta del castillo.

Sabía para quién era aquella carta y no tendría más remedio que superarlo. También comprendía que este no sería el último favor que Seonghwa le pediría respecto al tema.

Una vez entregada, sólo quedaba esperar.

Y el príncipe esperó en vela muchas lunas, en la propia ensoñación que era observar durante la noche.

Permitió que su realidad se desenvolviera, de reojo. Por ahora no había ningún imprevisto.

[...]

- La noche del 3 de abril, ¿Podrías dejarlo pasar a palacio?- Le dijo una vez a Yunho clandestinamente.

- Si eso te hace feliz, entonces lo haré.- Dijo con la calidez que tendrían las palabras de un hermano.

Dejando que una pequeña tregua se apiadara de ellos, Yunho comprendió que quizás nunca amó a Seonghwa, que quizás sólo habían sido celos y prejuicios hacia el modista.

El ambiente era tranquilo y Yunho llevó sus brazos a la espalda de Seonghwa, abrazándolo en un ambiente casi familiar.

Por otro lado, el pelirrojo resistió la tentación de escribirle a wooyoung sobre lo acontecido. Se sentía reír y llorar al mismo instante, su alma jadeante de emociones pidiendo alejar todos sus pensamientos como si estos fueran irritantes moscas en su cerebro, inquietamente volviéndolo loco a cada minuto que pasaba.

Y es que la escena pasada rondaba su cabeza como una lluvia de estrellas.

El recuerdo parecía sacado de un cuento de hadas. Hermoso, limpio, con un desenlace a la altura.

Pero aquello era la realidad, y el príncipe lo había besado dulce e inocentemente y él prácticamente se había colgado de su cuello. Inmediatamente saltó a un "¿Qué estaría pensando Seonghwa en esos momentos?" y un "¿Estará pensando en mí?" que rápidamente descartó.

Porque el pelirrojo sin duda se estaba obsesionando con el toque casual de sus labios necesitados de los contrarios, deseantes por el otro.

Sentía que algo hermoso finalmente había despertado en él, como un aviso, un maravilloso mensaje.

Pensó en la suavidad de su cabello, que apenas pudo rozar, en la cariñosa y adorable postura que tuvo el otro al sorprenderlo por segunda vez.

Alco con lo que no contaba era que el propio príncipe se llevara algo más que su aliento consigo.

[...]

Los días pasaron lentos, grises, monótonos, sin una chispa que les diera apenas el color de una breve felicidad. Sabía falso, vacío, como un edulcorante con el que anteriormente se conformaba.

Gradualmente, el mirar por la ventana se había convertido en un hábito para el heredero, como siempre lo había hecho al saber que el pelirrojo vendría. Supo desde hace mucho antes que era adicto a esa bocanada de libertad que pasaba con él y, aún consciente, cayó de lleno en ella tomado de la mano del modista.

Había fantaseado con el romance anteriormente, pero sabía que aquello no tenía un papel relevante en su vida a no ser que fuera por conveniencia. En resumen, había perdido toda esperanza.

Nunca se planteó la probabilidad de que algo así pudiera pasar.

Suspiró lentamente, habiendo tomado ya su decisión; él no era precisamente ambicioso.

Pero esta era una batalla en donde merecía la pena arriesgar para ganar.

[...]

Finalmente, después de una larga noche y un brote de insomnio, el día llegó.

Los llamaron a levantar temprano, principalmente para supervisar al personal que ajetreadamente reparaba en los últimos detalles.

En las cocinas ya se preparaba un gran banquete, la mitad de damas y mayordomos ayudaban a las cocineras codo con codo, siendo que tenían apenas unas horas para preparar un banquete que abastecería a un centenar de personas.

Mezclando sus tareas, Seonghwa trataba de terminar todo a tiempo a la par que sacaba de algún apuro a sus empleados.

Se saltó la pausa de la comida puesto que a media tarde había desayunado cosas que iba encontrando por la cocina.

En su lugar se reunió con Yunho en el jardín.

Las instrucciones fueron claras:

- Cuando llegue Hongjoong, usted no deberá llamar la atención de los demás presentes. Limítese a lo acordado y no levante sospechas. Yo le estaré cubriendo si algo pasa.- Le dijo el castaño, tratando de ser prudente. No quería que debido a un desliz, su amo terminara con el corazón roto.

- Muchas gracias, Yunho.- Contestó el de cabellos azabache.

- Sabe que puede contar conmigo. - Afirmó el más alto, levantándose de su asiento para dejar que ambos completaran sus tareas.

Seonghwa asintió; imitando su acción, tomando el camino contrario por si acaso.

[...]

El modista (#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora