XXIV

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Una vez solo, miró hacia el prácticamente terminado traje que su modista había colocado pulcramente al dar por terminada la sesión.

Sus ojos y corazón se entristecían cuantos más detalles apreciaba frente sus ojos, sabiendo mejor que nadie que en cuanto esa pieza se terminara, toda esa burbuja de ensoñación que vivía estallaría para no regresar. Si no lo asesinaba ese bruto maleficio, sería la tristeza quién lo haría.

Siguió explorando esos pensamientos hasta que no pudo retener las lágrimas que se formaron en sus ojos.

No quería que su inevitable destino se lo arrebatara. Nada de ello.

Seonghwa se empezó a encontrar peor no mucho tiempo después, la sensación en su cuerpo era la de su corazón siendo atravesado por agujas cuyos hilos se tensaban y extendían; notaba la rotura cerca.

Su mente estaba tan nublada, abarrotada, y tan sumamente desbordada que ignoró aquella sensación, hasta que su cuerpo quedó entumecido.

Pronto fue la hora de cenar, los entrantes pasaron, las conversaciones quedaron en silencio y Seonghwa colapsó frente a su rey, a su lado cuberterías de plata, su cabeza cayendo patéticamente en la sopa.

Fue trasladado inmediatamente.

[...]

Notaba pulsaciones en completa oscuridad, su sangre avanzando por sus venas, agolpàndose en ciertos sitios, como si fuera una corriente de resaca en un mar calmo y embravecido por despertar.

¿Seguía con vida? ...Eso esperaba.

La opresión en el pecho era su guardiana nocturna, impedía su movimiento y agilizaba la velocidad con la que lo atormentaban sus pensamientos.

Sabía con certeza que despertaría pronto de su pesadilla eterna, a pesar de que todavía parecía que tenía bloqueados la mayoría de sentidos.

Su único instinto fue sobrevivir.

[...]

Hongjoong fue informado poco tiempo después, las noticias eventualmente llegando a manos de un encargado. Recibió el pago por sus servicios puesto que fue una última vez a palacio a terminar lo que había dejado para el siguiente día.

Mantuvo la cabeza gacha cuando pidió ver al príncipe.

Se le veía tranquilo, apacible, con los ojos cerrado como si nada en ese oscuro mundo pudiera romper con su inocencia.

Supo que se encariñó demasiado con el príncipe cuando una parte de él se sintió perdida sin él, sin su mirada, sin su sonrisa, sin su extraña forma de filosofar.

Sentía una sensación de abandono que nunca había experimentado en ninguno de sus anteriores proyectos.

Seonghwa no se trataba de una persona cualquiera que debía envolver entre inertes telas y joyas, él era un chico joven, de su edad que tenía las mismas ganas de vivir normalmente como cualquier otro.

Respiraba como sí mismo lo hacía.

Reía como sí mismo lo hacía.

Y también esperaba que lo apreciara tanto como para volver a abrir los ojos una vez más.

[...]

Los días pasaron.

Y, en mitad de la noche, cuando sólo se oía el roce del viento en las copas de los árboles, un sudor frío recorrió la espalda del heredero, para luego despertar en un ataque de tos.

Tapó su boca con su izquierda para luego comprobar que esa sensación pesada y sabor a hierro se trataba, efectivamente, de sangre.

Se aclaró la garganta y cayó de nuevo sobre su almohada, después de un largo suspiro, decidió levantarse a pesar de su debilidad física.

Su camisón desafortunadamente blanco destacaba las manchas de sangre como si fueran pintura gotelé de color carmín en fondo blanco.

Caminó por los pasillos con la mísera luz inestable que podía dar una vela, el tinte oscuro como tinta que daba la noche lo hacía sentir sentimental y en calma al mismo tiempo.

Pausó su errante caminar frente al reloj de pared, divisando dificultosamente la hora.

Las dos de la madrugada.

Cambió su rumbo hasta las cocinas, en busca de un poco de agua; su sed se podía cortar con un cuchillo.

Miró distraídamente el calendario que colgaba allí.

Había pasado poco más de una semana y media desde que su última sesión con Kim se había marcado en rojo.

...Un momento.

¡Hongjoong!

Como si sus pensamientos fueran un yunque sobre sus hombros, el peso cayó en su consciencia. ¿Se habría enterado ya?

Pues claro que lo habría hecho.

Seonghwa pensó durante un largo tiempo sobre los posibles escenarios si al día siguiente Yunho lo encontraba despierto.

Dejó el vaso y salió de la habitación, sus pies descalzos resonaban contra el frío suelo a la par que su lento compás danzaba con el tictac del reloj.

Caminó ausente hasta el final del pasillo, finalmente dando con la puerta que buscaba, abriendo su puerta con un leve chirrido.

Al cerrarla, se sentó en el saliente que daba a su ventana, apartando las gruesas cortinas que decididamente bloqueaban la luz de la luna pasada la medianoche.

En completo silencio contempló la oscuridad del cielo nocturno, identificándola como suya y de todos los que lo rodean.

Exploró su mente un momento más.

[...]

Yunho se encaminaba temprano hacia las cocinas para entregar los víveres del día cuando, en el camino de vuelta a los aposentos del príncipe, oyó un sonido que contrastaba con la tranquilidad de la mañana.

Abrió la puerta de donde venía el sonido, para encontrarse con el príncipe sentado en el balcón, como si acabara de llegar allí.

Tal vez lo que oyó fue la ventana batirse.

— Su alteza, ¿Hay un motivo aparente para que se encuentre aquí?— Le preguntó sarcásticamente puesto que los llevaba preocupando casi dos semanas.

— Estaba harto de aquella habitación, así que vine a tomar el aire.— Respondió con simpleza, cerrando sus ojos pacíficamente.— Aclarar mi mente de todo esto.—

Yunho suspiró, en entendimiento y frustración.

[...]

— ¡¿Cómo dice?!— Preguntó bruscamente al emisario utilizando un tono algo fuerte.

— Como ha podido oír,— Alfredo se rascó la oreja, planteándose si realmente habría quedado sordo.— como ha podido deducir, un arreglo en el horario indica que el joven Park ha despertado sin dificultades.— Dijo este con un tono tan monótono que aburriría a cualquiera de no ser por las fantásticas noticias que comunicaba.

— Entonces me tomaré la libertad de acompañarle para concretar eso mismo con el príncipe.— Se apresuró el pelirrojo a buscar la bolsa que dejó preparada el último día que se vieron el heredero y él.

Más valía que Park Seonghwa estuviera preparado.

El modista (#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora