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[...]

Al día siguiente, el príncipe se encontraba un tanto estresado por miedo a que los empleados o hasta su padre vieran el intercambio de la sortija.

Con un suspiro, tapó sus manos con los guantes de tela que solía utilizar al montar a caballo o mostrarse en público.

El mal tiempo de abril podía ser una excusa conveniente.

Cuando acabó sus tareas, se escabulló por los pasillos dirigiéndose al cuarto en donde Yunho descansaba.

Lo encontró leyendo tranquilamente en su cama.

El castaño lo miró de arriba a abajo en cuanto entró por la puerta, siendo que al príncipe usualmente no visitaba las habitaciones de empleados.

Al verlo acercarse, el más alto le hizo espacio en su cama, sin necesidad de palabras.

El príncipe se sentó tranquilamente, para luego mirarlo directamente, disfrutando de la expresión confundida del otro.

— Yunho, tengo grandes noticias.— Exclamó Seonghwa en un tono susurrante.

— ¿Y son?— Preguntó este, interesado en lo que tenía que decir.

Seonghwa quitó el guante de su mano izquierda lentamente, dejando al descubierto su secreto.

Los ojos de Yunho se abrieron como platos, primero de incredulidad, luego su sonrisa se ensanchó también.

— ¡No me lo creo! ¿¡Cómo puede ser que me vaya tan solo un día y ocurran estas cosas?!— Dijo Jeong, radiante, agarrando la mano de su amo para ver mejor la sortija.

Era la primera vez que presenciaba un milagro.

— ¿Su majestad habló con usted entonces?— Volvió a preguntar el castaño.

— No, no lo hizo.— Contestó Seonghwa, haciendo una pausa tras ver cómo los ojos del otro lo miraban ahora con pavor.— Hay… ¿Hay algo que debería comentarme?— Preguntó.

El ambiente era serio, ambos estaban tensos en aquel momento.

En lugar de darle una respuesta, el mayordomo respondió con otra cuestión.

— Seonghwa, ¿Quién ha deslizado ese anillo en tu dedo?— Interrogó este.

— Ya sabes quién.— Dijo Seonghwa, esperando una explicación.

Yunho bufó. Una palabra malsonante salió de su boca.

— Escucha, Su alteza está preparando tu enlace con Lady Emma en estos momentos, y me temo que se celebrará pronto, pero demasiado tarde para actuar. ¿Cómo es posible que no se lo haya comentado él mismo, siendo su padre?— Dijo este, horrorizado ante su propia conclusión.

Siendo tan reservado incluso con el destino de su propio retoño, daba la impresión de que no entraba en sus planes que este lo supiera. Pero, ¿Para qué?

Estaba claro que el motivo era ponerlo entre la espada y la pared. Obligarlo a hacerlo bajo un manto de presión que serían por sí solos la mirada de los invitados.

Yunho miró a Seonghwa y descubrió más tristeza en la profundidad de su mirada que un mar salado por lágrimas.

En cuanto sus ojos se encontraron, el príncipe escondió su mirada bajo el cabello que caía por su frente.

Unos momentos de silencio sucedieron a aquella dura conversación.

El heredero se levantó, algo atontado por el golpe.

— ¿Podrías darme la fecha exacta?— Pidió.

— Si no hay imprevisto alguno, el día 25 de este mes. Dista una semana.— Contestó, algo preocupado.

— Bien.— Susurró el heredero, acariciando levemente su anillo.— Tendré una pequeña charla con Hongjoong mañana a medianoche. Veremos cómo se resuelve esto.— Concluyó, agarrando el pomo y susurrándole una bendición para su dolor.

Luego cerró la puerta.

[...]

Una vez llegó a su propia habitación, soltó un tembloroso suspiro. Sabía que todo se complicaría en apenas unos días.

¿Qué pasaría cuando descubrieran lo ocurrido entre Hongjoong y él?

No quería ni pensarlo.

Sabía que no era el único que saldría mal parado, si no que en general la idea de que él no tuviera interés alguno por su prometida sería problemático para todo aquel que asistiera a la boda.

Se deslizó hasta tocar el suelo, sin duda su corazón sintiéndose hundido también, un puñal tan profundo atravesando su espalda que era imposible ignorarlo.

¿Acaso era aquel su destino?

Esa noche durmió justo donde su cuerpo se encontraba, pero sus pensamientos volaron más allá.

Pidieron auxilio a Hongjoong, que incluso en sueños podía cobijarlo, siendo su máximo confidente incluso en situaciones como aquella.

Despertó abruptamente, viendo el amanecer a través de su ventana.

La tenue luz lo saludaba a través de sus cortinas, queriendo entrar en sus aposentos como si fuera una visita.

Se estiró perezosamente.

Al ver que nadie estaba despierto todavía, decidió dar un paseo por el jardín, no sin antes cubrirse del frío como es debido.

La perfumada naturaleza le dió la bienvenida; sus oídos captaban el canto de los pájaros mientras sus ojos se deleitaban con el rocío que cubría las peonías y astromelias.

Entre aquel espectáculo, no tuvo más remedio que sumirse en sus pensamientos, disfrutando de una suave y helada brisa.

Una pregunta se hizo paso en su mente, ruidosa como ella sola y cuya respuesta era escurridiza cual serpiente.

Ya sabía qué era aquello que ocultaban de él todo este tiempo, la pregunta era cómo lidiaría con ello manteniendo a Hongjoong a su lado.

Era una cuestión de blanco o negro, fuera lo que fuera, toda solución sería insatisfactoria para él.

Suspiró, frustrado.

Y deseó poder controlar el tiempo.

[...]

El modista (#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora