XI

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¿...Buenos días?... No, es muy impersonal.

¿ Qué tal tu día...? No habían llegado a tal punto de confianza, no debería apresurarlo, la confianza es algo que se gana de manera lenta, al igual que el respeto y/o la fama.

Pensó en algo menos impersonal; más "suyo". Sus ojos escanearon la habitación en busca de algo que sirviera como inspiración.

Paró en seco al divisar su antiguo poemario; ¡Eso era!

Se abalanzó sobre dicho libro, llevándolo consigo al escritorio donde previamente estaba sentado.

Abrió la cubierta, pasando con suma rapidez las amarillentas páginas, parándose en la número 1117 al ver un reciente poema con la lluvia como protagonista.

Cambió tres cuartos del escrito, conservando la esencia de este como si en un botecito de cristal llamado recuerdo lo metiera.

Finalmente, la carta en su totalidad decía así:

" Lluvia... Cielo gris... Música lenta

cuantas ganas de soñar en el alma se despiertan

cuantas ganas de arrojar las tristezas al cielo,

ver como chocan los recuerdos contra el viento

y recoger en la lluvia la realidad de otro tiempo.

Cuantas ganas de regar el camino de la esperanza

con esta lluvia tan fresca, para que crezca lozana,

sin miedo a ser torturada por mentiras viejas.

Lluvia: En tus lágrimas de vida fui aprendiendo a valorar

esas cosas que se sienten, que se dicen sin hablar,

la armonía de una rosa, el misterio de pensar,

el silencio del que llora, la alegría del que da.

Por eso, aunque me quites el sol y me niegues las estrellas,

yo agradezco, lluvia, tus blancas gotas de paz

y tu incorregible manía de inundar mi soledad"

Que solitarios son los días de invierno sin la chispa de las conversaciones que mantenemos contra el sonido de la lluvia, la niebla de la temprana mañana recuerda a mi corazón solitario el destino ciego que estoy condenado a seguir; sin embargo, estoy agradecido por gozar de tu presencia apenas algunas horas, como si tuvieran fecha de caducidad. El tiempo que expira rápidamente a tu lado, se vuelve increíblemente lento cuando desapareces, dejando una sensación de vacío en mi pecho que es imposible suplir sin importar qué haga.

Precisamente, por esa razón envío esta carta; saben a poco los momentos que pasamos juntos, cada vez quiero compartir más contigo, hasta un punto en donde no quiero admitir que te extraño, pero eso es exactamente lo que digo. Mi mundo se siente acompañado una vez entras en él.

Siento esa desconocida sensación de aferrarme a ti, impulsada por mis ganas de evacuar finalmente este estanque. Si me ahogo al respirar oxígeno por primera vez, estaré feliz porque mis ojos han visto más allá que triste por fallecer, ya lo sabes.

He llegado a una conclusión : Creo que tú y yo deberíamos ser amigos, pues las charlas casuales y las risas oportunas cada vez que bromeamos no satisfacen mis deseos.

Quiero mostrarte la mejor versión de mi, y más.

¿Qué piensas al respecto?

P. Seonghwa

Firmó con un pequeño sello perteneciente a la casa real, indicando que la carta era verídica con la inconfundible marca personal del príncipe; aunque, es comprensible que esta no se dejara ver tan a menudo -mejor dicho, nunca-.

Tímidamente envolvió ese papel en un sobre, guardándolo en uno de sus cajones más escondidos. Sin embargo, no pensaba enviarla, al menos no todavía.

Quedó atónito en completo silencio, librando una batalla en la que luchaban sin descanso él y sus pensamientos; en un momento de realización que cayó sobre su consciencia como un balde de agua helada.

Se levanta para dar una última mirada por su ventana, y deseó que el día no acabara, o que si lo hacía, las horas que pasó en soledad desaparecieran y las que pasó con el pelirrojo se resetearan.

Se revuelve el pelo en frustración para luego suspirar, mirando más allá de los inmensos bosques que lo aislaban

Más allá de lo que alguna vez pudo soñar, siendo esta realidad casi imposible; lo imposible volviéndose certero en su cabeza.

Se obligó a sí mismo a volver a su cama, cerrando el cajón de su explosiva imaginación como si fuera la cobertura de un bombón de licor.

Apartó las gruesas colchas para meterse entre las sábanas, estas estando ya frías tan solo por la temperatura ambiente.

Y según se mete entre ellas piensa y piensa hasta que la noche está sobre él cuando cae en los brazos de Morfeo, silenciosos como una serpiente mientras se tapa de manera instintiva con las mantas ahora tendidas perfectamente sobre su cuerpo, en busca de protección.

[...]

La semana siguiente, Hongjoong trabajaba en terminar los proyectos que le quedaban colgando por el momento, así como aplazar algunos otros.

Escribía el tiempo aproximado que le llevaría terminar con todos ellos cuando llamaron a su puerta repentinamente. El pelirrojo no esperaba ninguna visita.

Se levantó titubeante, caminando por los oscuros pasillos a los que la luz no llegaba a alcanzar.

Desconfiado, abrió apenas unos centímetros la puerta puesto que no contaba con una mirilla.

Cuando vió a la persona frente a sus ojos, inmediatamente sonrió, abriendo la puerta en su totalidad sin desperdiciar apenas un segundo. Abrió los brazos como si fueran la envergadura de las alas de un hermoso cisne, preparándose para el abrazo que iba a darle esa persona al otro lado del umbral.

Fue estrujado no mucho después en un abrazo de oso, el cual era casi asfixiante teniendo en cuenta su complexión física.

- También te extrañé, Wooyoung.- Dijo, a modo de disculpa puesto que el abrazo había empezado a ser incómodo para él.- ¿Tienes mi pedido?- Dijo al ver una maleta de cuero marrón detrás del de cabellos oscuros, el cual traía sus gafas colgadas al cuello con una correa de abalorios de vidrio.

- Uff, siempre hablando de negocios... ¿No me invitarás siquiera a una taza de té?- Preguntó de mala gana, haciéndose paso en la casa ajena, hechando humos.

Hongjoong suspiró con una sonrisa en los labios, Jung Wooyoung no había cambiado nada.


El modista (#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora