12. La hora de la verdad (I)

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El olor a tostadas recién hechas inundó mis fosas nasales. Me estiracé aún tumbada en la cama totalmente somnolienta. Abrí los ojos con lentitud acomodándome a la luminosidad de la estancia donde había pasado la noche.

No la había pasado sola. No. Y tampoco había vuelto a casa. Sonreí al recordar todo lo que sucedió la noche pasada. Una noche tan especial. Nuestra noche.

Pablo me sorprendió en aquel restaurante. Cantó para mí y bailamos juntos bajo la atenta mirada de todas las personas que también disfrutaban de una íntima velada aquella noche. No podía creer lo que había hecho. No podía creer que se mandase así de una. No podía creer que Luján lo hubiese ayudado. ¿Quién lo diría?

Después de aquella sorpresa, cenamos en ese fabuloso restaurante. Luján se marchó junto con Guido – que había acompañado a Pablo –. Mi mejor amiga me pidió que no me preocupase por nada y que disfrutara del momento, ella me bancaría si me ausentase.

Y después de todo, le hice caso. Echaba de menos a Pablo y estaba harta de negar lo evidente. Había pasado mucho tiempo y el tiempo me dejó ver que no fue suficiente para olvidarlo ni para que mi amor por él se desvaneciera.

Y seguí las instrucciones de mi corazón. Deje de lado las inseguridades y el miedo a sufrir de nuevo. Deje de lado lo que me decía mi cabeza para seguir los pasos que me dictaba el corazón. Y no me arrepentí de ello.

Disfrutamos de una velada maravillosa. Contándonos todo lo que nos habíamos perdido el uno del otro durante estos años y recordando momentos. Seguimos la noche en el departamento de su madre. Al parecer Mora estaba viajando con su novio – ese apuesto galán que nos dejó hace unos años atrás su precioso barco – por asuntos de laburo y Pablo vio perfecta la ocasión para continuar nuestro encuentro.

Desde que llegó se había hospedado en casa de Tomás - que vivía más tiempo solo que acompañado de sus viejos- para amortizar todos esos años que había dejado de lado a su amigo. Mora entendió la decisión de su hijo y eso no supuso nada para que Pablo la viera cada día, por eso sabía perfectamente que su madre había salido de viaje y que la casa estaba vacía.

Seguimos la noche allá entre risas y varias copas de cava. A Pablo le sorprendió mi gusto por la bebida, pero había cambiado mucho en estos años y él se estaba dando cuenta de ello. Me asustaba el hecho de que no le gustase la nueva Marizza, pero me di cuenta que le fascinaba cada rasgo nuevo en mí y eso hizo que me decidiera por continuar esto que sentía.

Después de varios tragos, el poquito alcohol que ingerí me dio el empujón decisivo de besarlo. No quería parecer desesperada, pero necesitaba estar cerca de él. Mi cuerpo así lo pedía. Pablo respondió de la misma manera y ambos nos dejamos envolver en esa burbuja de pasión y amor. Ambos lo deseamos y nos entregamos el uno al otro esa noche.

Ahora las huellas de aquella noche se esparcían por toda la habitación. Nuestras prendas en el piso eran signo de nuestra entrega y la sensación de plenitud que sentía mi cuerpo me hacía saber que no me había equivocado.

Me levanté de la cama, deshaciéndome de las sabanas que tenía enrolladas entre mis piernas, y busqué a tientas mi ropa. Encontré la camisa de Pablo y no pude evitar olerla. Su aroma era tan satisfactorio. Sonreí cerrando mis ojos y disfrutando de aquel olor. Me atavié con su camisa y divagué por la habitación.

Era la habitación de Pablo. Estaba tal y como la dejó en quinto año. Seguía siendo la habitación de un adolescente, un adolescente que a día de hoy había crecido y era una persona un poco diferente. Seguía siendo el mismo obviamente, pero había algo nuevo en él. Cierta madurez y cierto misterio, esto último era lo que más asustada me tenía.

❤ Por tí ❤       //Secuela Elite Way School 5º Año// .Donde viven las historias. Descúbrelo ahora