17. Imparables

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- Mi ciela bella, ¡qué lindo tenerte acá mamita! – exclama Sonia.

Asiento con pocas ganas. No me quedaba otra. Mía, Manuel y el Heman-Trucho me habían metido en este lío del certamen de moda de la empresa textil de los Colucci. Tendría que visitar la oficina en más de una ocasión para detallar los preparativos del acontecimiento.

Mis ganas estaban por debajo del cero. No quería pertenecer ni ser partícipe en este mundo de caretas. Tan superficial y tan sumamente hueco. Pero no me quedaba otra opción. Tenía que aguantar lo que viniese y seguir adelante. Si ponía de mi parte, pronto pasaría esta pesadilla.

Había decidido desayunar en la oficina con Sonia y Franco. Lo iba a hacer en casa junto a Hilda, pero quise evitar a Luján en cuanto se levantó. Anoche mi amiga quiso hablar conmigo sobre todo lo que pasó en el boliche, pero no tenía ganas de hablar. No quería hablar del destrozo emocional que nuevamente Pablo había ocasionado en mí. De nuevo, me había mentido. Tanto que me juró que no iba a haber secretos y, sin embargo, sí que los había.

Cuando me topé de bruces con la presencia de Sergio, todos mis temores acecharon peligrosamente. Quise morirme del miedo, porque sí, debía admitir que le temía a Sergio, que después del secuestro, nada fue igual. Si llegó hasta el punto de secuestrar a su propio hijo, ¿qué otra cosa podría hacer? Verlo de frente con esa entereza y frialdad, me hizo mal y de nuevo las pesadillas aparecieron esa misma noche como tiempo atrás.

- Má no tengo ganas de desayunar.

Sonia intentaba que comiera, de todas las maneras posibles, aquella tostada recién hecha por uno de los empleados de la empresa. Franco me mira de soslayo.

- Sonia, deja a Marizza- le pide. – Ya ha comido suficiente.

- Ay ¡No! – hizo aspavientos. – Si Marizzita no ha probado nada desde que llegó. Dale mamita, un mordisquito – me pidió.

- No quiero de verdad – negué. Le aparté con la mano el trozo de tostada.

Franco miró a Sonia con determinación y fue, en ese momento, cuando la vedette desistió. Desayunamos en silencio, bueno yo solo tomaba mate. En ocasiones, aparecía la secretaria de Franco para informarle de reuniones o algún llamado de algunos de sus socios. Sonia también aprovechó el momento para comentarle los avances con respecto al certamen. Todo me parecía tan aburrido.

De nuevo, alguien llamó a la puerta. Tras el consentimiento de Franco, la secretaria hizo acto de presencia ¿por décima vez? Esa mujer tenía más que el sueldo ganado. No paraba quieta y comenzaba a ponerme algo nerviosita.

- Señor Colucci, tiene visita. – anunció

- La próxima reunión no es hasta dentro de una hora – se extrañó. – Dile que pase.

La secretaria asintió.

Comenzamos a recoger todas las sobras del desayuno entre Sonia y yo mientras que Franco ordenaba un poco su escritorio para su visita. Casi habíamos terminado hasta que un golpe en la puerta captó nuestra atención.

- Buenos días

Pablo permanecía en el umbral de la puerta esperando poder entrar. Sus ojos azules se clavaban en los míos. Solo sentí rabia al verlo. Desde anoche, en sus ojos solo podía ver la mirada de su padre.

- ¡Qué bien! Ya estamos todos – ironicé. – Después nos vemos Franco

Quería marcharme de aquel sitio. El ambiente se volvió rancio ante la presencia del rubio. No quería estar ni un solo segundo más compartiendo el mismo oxígeno.

- Ciela bella – Sonia se sorprendió de mi actitud.

- Llámenme cuando terminen con este circo – me limité a decir.

❤ Por tí ❤       //Secuela Elite Way School 5º Año// .Donde viven las historias. Descúbrelo ahora