Presentaciones

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Pure hearts stumble
In my hands, they crumble
Fragile and stripped to the core
I can't hurt you anymore

Loved by numbers
You're losing life's wonder
Touch like strangers; detached
I can't feel you anymore

The sunshine trapped in our hearts
It could rise again
But I'm lost, crushed
Cold and confused
With no guiding light left inside

You were my guiding light

When comfort and warmth can't be found
I still reach for you

But I'm lost and crushed and cold and confused
With no guiding light left inside

You're my guiding light
You're my guiding light
When there's no guiding light left inside
When there's no guiding light in our lives

"Espero que estos dos hayan solucionado sus diferencias", pensó mientras entraba en el hall del edificio y esperaba al ascensor. Luego entro en el mismo y apretó el segundo botón. Una vez que estuvo allí, abrió la puerta y se encontró a los dos a muy poca distancia el uno del otro: ella lo agarraba por los hombros mientras que el sostenía el rostro de diana con dulzura, como si estuviera inmerso en sus ojos. Solo una vez en su vida había visto al alemán con esa mirada y las alarmas en su cabeza se encendieron. Apretó las manos en señal de indignación y negó con la cabeza. No le molestara que se llevaran muy bien. Es mas, le alegraba que las dos personas que mas le importaban fueran grandes amigos, a pesar de que se conocían hace un par de meses. Sin embargo, los sentimientos de ambos no parecían los de una simple amistad. Diana lo miraba de la misma manera en que solía mirar a Adria. El cerro los ojos, mientras que sentía como el dolor lo traspasaba el pecho. Aun no estaba seguro de si lo que veía fuera cierto. Pero, si lo llegaba a ser en un futuro, tenia muy en claro lo que haría: se haría un lado. Eso se lo debía al alemán, la persona que mas había extrañado y sufrido y que se merecía ser feliz, después de todo lo que había pasado. En tanto, desde hacia años Adria había intentado sobreponerse a la muerte de su primer amor, sin éxito alguno. Intento salir con ella durante su estadía en Londres pero la muchacha lo rechazo argumentando que no podía hacerle eso a el y que tenia que cumplir su promesa. Suspiro con el objetivo de aclarar sus ideas y carraspeo varias veces con el objetivo de captar su atención.
Al escuchar a Matías, ambos se alejaron con rostros rojo de la vergüenza. Mas allá de todo, tute no pudo evitar soltar una carcajada al observar el rubor de diana, una chica que rara vez solía sentir vergüenza por algo.
- Vaya, vaya...¿Quién se ha puesto roja como un tomate? - le pregunto el abogado con burla, sintiendo como ella lo fulminaba con su mirada. Luego simulo tranquilidad, soltó una risa y le inquirió -¿Sonrojarme? ¿Yo? Estas flasheando.

- Pues no lo parece, dian. - le contradijo su mejor amigo y aseguro - Estas mas roja que el diablo de avellaneda.

La mujer gruño algo sin sentido y espeto - Pensa lo quieras, con vos no se puede hablar cuando te pones en plan bromista. Fede, ¿Podrías ir a buscar tus cosas, por favor? Así vamos volviendo y no se nos hace tarde.
Este mismo asintió con la cabeza y se dirigió a su pieza a buscar sus cosas con semblante serio. Su mejor amigo se rio internamente ante su reacción y miro a su amiga con diversión, quien parecía echar humo por la boca.
- Así que, veo que han arreglado sus diferencias. - observo tute con voz conciliadora, a lo cual ella asintió con la cabeza, decidida a no hablar y algo ofendida todavía. Pasado un momento el se disculpo con una sonrisa - Vamos, dian. Que sabes que fue joda...aunque la parte del sonrojo es verdad.
- Maldito..., sabes que no me puedo enfadar con vos. - le reprocho ella con una sonrisa, lo limpio con su alcohol en aerosol y lo abrazo con fuerza, sintiendo que recuperaba los ánimos después de dos semanas interminables. Luego escucho a su amigo decir - Imagino que me contaras lo que te paso en estas semanas, ¿No? ¿Acaso son las pesadillas otra vez?
- Si...- le confirmo la periodista con vergüenza, sintiéndose débil y expuesta y musito - Pero solo estas dos semanas...hace meses no las venia teniendo.
- ¿Desde que el alemán se quedaba en tu casa? - le interrogo el con una voz rara. Ella asintió sin darle mucha importancia.
- Y me imagino que te sentís segura cuando estas con el, ¿No? - le siguió preguntando, esta vez con la curiosidad impresa en su voz.

Si no fuera FlorenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora