Han pasado cerca de treinta minutos desde que llame a Javier. Estoy tan inquieta que no dejo de caminar de un lado a otro, muerdo mis uñas por los nervios que me carcomen por dentro. El nudo que siento en mi garanta no me deja respirar, las ganas de romper cosas son enormes, pero me contengo para no darles de que hablar a los Assad.
¿En qué mierda pensaban mis papás cuando firmaron ese acuerdo? ¿Cómo es posible que mis abuelos hayan aceptado tal estupidez? ¿Por qué Mohammed teniendo suficiente dinero no hizo nada para anular ese estúpido acuerdo si sabía de su existencia desde que era un niño? Estas y otras preguntas dan vueltas en mi cabeza por lo que no tarda en aparecer un dolor intenso.
El ruido de la puerta cerrándose me saca de mis pensamientos, miro como entran mis hermanos y detrás Javier. Los tres visten de traje en cambio yo tengo un pijama infantil.
—Buenas noches, Charlotte. Disculpa la tardanza, pero ya sabes como se pone el tráfico a esta hora en la ciudad—dice dejando su maletín en mi cama—. ¿En que te puedo ayudar?—pregunta tomando asiento en el pequeño sillón de mi habitación.
—Necesito que me liberes de este contrato. No me importa cuando dinero me cobres, solo hazlo—le entrego el folder.
Observo como saca sus lentes del maletín. Cuando lo lee por primera vez pone la misma cara que yo al enterarme que debo casarme con un árabe.
Quisiera que solo fuera una estúpida broma, amigo.
Niega incrédulo y vuelve a leer el contrato detenidamente. No tarda en sacar su teléfono de la bolsa interior de su traje para hacer unas llamadas al igual que Oliver, juntos discuten acerca de las clausulas del contrato.
Pasan cerca de una hora hablando por teléfono y entre ellos. Sebastián está sentando con las manos cubriendo su rostro. En cambio, yo estoy sentada en el suelo frente a mi cama mordiendo mis uñas. El ruido de la puerta hace que me ponga de pie, observo a Javier salir de mi habitación junto con Oliver.
Por favor, que todo salga bien. Por favor.
—¿Estas bien?—le pregunto a Sebastián y él niega.
Sé perfectamente como se sienten mis hermanos. Tenemos una conexión especial, cuando uno está triste los dos otros lo resienten, así pasa con cada emoción.
Después de media hora entran de nuevo Javier y Oliver a mi habitación. Oliver sujeta su cabello con fuerza y su mirada esta llena de ira. Esto no es un bueno, cuando él se pone de esa forma es porque todo por lo que ha luchado se va al carajo.
No, no, no. No me quiero casar.
—Lo siento Charlotte, hablamos con el abogado de los Assad y algunos colegas. Lamento informarte que no hay forma de romper este contrato. Si no contraes matrimonio con Mohammed Assad, te pondrán una demanda exigiendo la mitad de la fortuna de tus padres y la mitad de todo lo que este a tu nombre—dice entregándome el folder.
—Charlie, al estar tu huella ahí es una prueba clara de que estaba de acuerdo con esas cláusulas. Los jueces te pueden obligar o peor aun nuestros padres y los Assad pueden mover dinero para obligarte a casarte para no perder la mitad de sus fortunas—habla Oliver irritado.
Sebastián me abraza con fuerza porque sabe perfectamente como me siento. Mis ganas de llorar del coraje son inmensas; quiero romper todo lo que se ponga frente a mi, ir hasta donde se encuentran mis padres y gritarles cosas de las cuales quizá después me arrepentiría.
—Era una bebé, ¿Cómo iba a estar de acuerdo con hacer semejante estupidez?—susurro mientras me siento en el borde mi cama.
Mis ojos están llenos de lágrimas que amenazan con salir en cualquier momento haciéndome ver débil ante esta situación. Limpio rápidamente mis ojos porque si hay algo que odio es que me vean llorar de dolor.
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Charlotte
Storie d'amoreCharlotte Saavedra es una nadadora profesional mexicana que toda su vida ha perseguido sus sueños al lado de sus mellizos. Mohamed Asad es un árabe millonario y el hijo mayor de los Assad. Desde pequeños sus familias los unieron para que al cumplir...