Despierto a causa de los rayos de sol que entran por las puertas de mi balcón. Me levanto despacio sin embargo, el cuerpo me duele horrible. Supongo que se debe al hecho de que dormí solamente tres horas.
Enciendo mi laptop para revisar si ya me ha llegado el contrato que haría Javier. Mientras carga observo mi aspecto a través de la pantalla negra, me veo horrible. Tengo los ojos hinchados por estar llorando y unas ojeras por desvelarme. Esto no se quitará ni con la voluntad de Dios.
Abro mi correo y si, ahí está el correo que tanto esperaba. Descargo el documento y me concentro en leer detalladamente cada clausula incluyendo las letras pequeñas. Javier sin duda alguna se esforzó mucho al redactarlo, ya que es muy claro al referirse que Mohammed no debe interferir en mi estilo de vida, vestimenta, creencias, entre otras cosas.
Tomo mi teléfono para avisarle a Javier acerca de la decisión que he tomado.
—Hola, linda. ¿Has tomado una decisión?—pregunta y siento de nuevo el nudo formarse en mi garganta.
—Aceptare casarme con Mohammed—digo sintiendo como esas palabras queman mi garganta.
—¿Por qué decidiste aceptar ese acuerdo?—escucho como cierra la puerta de su auto.
—No puedo darle todo lo que tanto me ha costado ganar. Me conoces perfectamente no cederé a dar todos mis bienes por una estupidez que hizo mi familia—respondo furiosa—. Si solo se tratara de la fortuna de mis padres me habría negado, pero están metiéndose con lo mío así que no tengo opción.
—Cálmate, Charlie. ¿Ya leíste el contrato que te mande?—pregunta con voz pacífica.
—Si, justo por eso te marque. Es un buen contrato, eres un genio con las condiciones de que si interfiere en mi vida obtendré un beneficio económico por parte de él—respondo frustrada soltando un suspiro—. Necesito que agregues otra cosa al contrato.
—Te escucho.
—Quiero que especifiques claramente que no me comportare como lo haría una mujer de su cultura. Sabes que respeto a todas las culturas sin embargo, yo no me veo siendo parte de la suya. No me pueden obligar, deja en claro eso—suspiro frustrada.
—Esta bien, Charlotte. Hablare con los abogados de los Assad para hacer la firma de contratos hoy mismo. Te mandare más tarde la hora y el lugar, desde luego nos veremos unos minutos antes para que te explique todo y resuelva tus dudas—suelta un suspiro y escucho como enciende el motor de su auto.
—Nos vemos luego—finalizo la llamada y cierro con fuerza mi laptop.
Camino hasta el baño para bañarme, tal vez esto logre tranquilizarme un poco. Paso media hora dentro de la tina, pensando en que estupidez acabo de hacer. Aceptar casarme con un árabe no terminará bien. Me coloco un pantalón de mezclilla y una playera de Queen, una de mis bandas favoritas de rock.
Observo mi aspecto en el espejo mientras me hago dos trenzas, me veo fatal ya que mis ojos están hinchados y las ojeras no desaparecieron.
—Me veo del asco—digo desanimada.
De mi cajón saco unos lentes negros, me veo ridícula con lentes a las diez de la mañana y más aún cuando estaré dentro de mi casa.
Salgo de mi habitación para ir a buscar algo de comer. Justo cuando estoy saliendo me encuentro con mis mellizos, quienes igual usan lentes oscuros.
—¿Por qué los lentes?—preguntamos los tres al mismo tiempo y reímos un poco.
Los tres bajamos un poco nuestros lentes dejando a la vista nuestros ojos hinchados y con ojeras.
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Charlotte
RomansaCharlotte Saavedra es una nadadora profesional mexicana que toda su vida ha perseguido sus sueños al lado de sus mellizos. Mohamed Asad es un árabe millonario y el hijo mayor de los Assad. Desde pequeños sus familias los unieron para que al cumplir...