EADLYN
En cuanto el director anunció que la clase había sido anulada ante la imposibilidad del profesor para impartirla el día de hoy, sin miramientos, todos nos levantamos casi a la par para salir del aula.
—Voy a aprovechar para irme a hacer unos recados a casa de mi madre —se despidió Chani—. Nos vemos la próxima clase.
Yo en cambio, fui a la biblioteca para buscar un poco de tranquilidad y estudiar.
Me senté en una de las sillas libres y saqué fundamentos, con el que estuve concentrada al menos veinte minutos, hasta que me levanté para buscar una obra de Joseph a las estanterías.
Unos cabellos marrón claro me alertaron y miré de reojo a la chica que había salido de una esquina y ahora tenía al lado.
Melody.
—¿Qué haces tú aquí? —preguntó de mala gana, haciéndome enervar.
—Estudio aquí —respondí borde—. Tengo derecho a utilizar la biblioteca.
El pacto de no acribillarnos estaba llegando a su fin, y mucho más si no estaba el señor Rayan delante de nosotras.
—¿Sabes? —se colocó el cabello y la falda con excesiva elegancia—. No te creas el culo del mundo por que Rayan haya faltado, no es por ti. Está enfermo por qué cogió un resfriado.
—¿Y tú cómo sabes eso? —pregunté, frunciendo el ceño.
—Por que hablo con él —respondió con una sonrisa victoriosa—. Si no fuese por ti, él y yo ayer pudimos haber tenido una noche más larga.
Espera.
¿Está hablando de lo que creo que está hablando?
Abrí la boca hasta el suelo y solo conseguí balbucear unas palabras. No podía creer en lo que había cambiado en estos cuatro años, convirtiéndose en una completa bruja.
—Estas obsesionada... —murmuré.
—No, Lynn. Soy ambiciosa. Y aspiro mucho más alto a lo que tú nunca tendrás.
Con un movimiento de falda, desapareció hasta el otro punto de la biblioteca y yo me quedé en el sitio, con los puños apretados y la mandíbula sobresaliente. No tenía ganas de permanecer en ese sitio mucho tiempo más.
Con mala gana, dejé el libro de nuevo en su lugar y oí una vocecita.
—¡Preciosa, hay que cuidar el material!
Ahí estaba, el acosador de mierda. Salió de la esquina que minutos antes había aparecido Melody. Alargué un largo suspiro al verlo y lo miré con desgana.
—¿Qué coño haces aquí?
—¿No puedo culturizarme? —preguntó, con un tono de ironía mientras sujetaba un libro—. Aquí hay tanta variedad que me gustaría leerlo todo. Y bueno, contigo este sitio es un plus...
Se acercó, posando una de sus manos al lado de mi cabeza, inclinándose hacia mi.
—Podrías enseñarme otras cosas...
Levantó juguetón mi jersey y le pegué un manotazo, que le provocó una risita.
—¡Au! —fingió estar dolido—. No hay que hacer esas cosas al resto de compañeros, señorita, es de muy mala educación —susurró, y sin darme cuenta, me apartó hasta la esquina más apartada de la biblioteca—. Aquí hay que guardar silencio...
Puso una de sus piernas entre las mías y comencé a ponerme nerviosa. Quería chillar. Abrí la boca para hacerlo, pero me interrumpió.
—Ey... yo que tú no lo haría —negó con la cabeza lentamente—. ¿Quieres que piensen que vienes aquí tan solo a jugar con los chicos?