EADLYN
Mi móvil vibra justo en el momento en el que introduzco la botella de vodka dentro del cesto el cuál cada vez pesa más. Haciendo malabares para que no se me caiga nada, enciendo el móvil y le doy al play acercando el pequeño altavoz a mi oreja, de este manera soy la única que alcanza a oír el mensaje de voz.
—Priya acaba de llegar al piso, se va a meter ella a duchar mientras busco un conjunto para cada una —escucho el característico sonido de las puertas correderas seguidas del agua de la ducha cayendo —. No tardes, besos.
El audio se corta con la voz de Priya sonando al fondo, preguntando por el gel.
Me limito a ponerle que en diez minutos estoy ahí y me pongo a la cola, agradecida de que la mujer situada delante no lleva mucho consigo.
Le muestro una sonrisa al dependiente
antes de dejar todas las bebidas en la cinta.—Buenas tardes —saludo con cortesía notando el frío de las botellas de refresco.
—El documento de identificación, por favor —me contesta de mal humor. Parece ser que hoy no es su día...
—Tengo veintitrés años, estoy muy por encima de la mayoría de edad —respondo con simpleza al mismo tiempo que saco tres billetes del bolsillo trasero de mi pantalón.
—El documento de identidad o no le vendo nada —insiste con pesadez y de manera mas cortante.
Suelto un suspiro pensando en mi querido documento de identidad que se encuentra dentro de mi bolso junto la cama de Rosa.
Joder.
Tal vez si el señor viera bien, se daría cuenta de que cumplo la mayoría de edad. ¡No tengo cara de bebe!
—El documento esta en casa de una amiga junto mi bolso, pero le aseguro que tengo veintitrés —insisto de vuelta tendiendole el dinero con esperanza de que lo acepte.
—¡Siempre las mismas excusas! Y después me encuentro con los padres que vienen a tocarme la puerta —brama enfuerizo con todo aquello que le rodea.
Suelto un suspiro notando como la vena del cuello se me hincha. Observo la hora en mi reloj.
Las ocho y media, voy a llegar tarde si continúo así.
—Mire señor, para empezar estoy bastante segura de que no aparento una edad inferior a las dieciocho —le digo alzando mi dedo índice —. Y segundo, en el caso de ser menor no se preocupe que mis padres no vendrán, ya que gracias a Dios murieron.
Mi rostro esta mucho mas cerca. Mis nudillos blancos debido a la fuerza que ejerzo con ambas manos al apollarme cobre la cinta. Mi ceño fruncido y mi mal humor han provocado que el señor se ponga pálido.
Pocos segundos después parace recuperar la compostura, y como todo hombre orgulloso cuyo ego a sido herido continúa.
—No puedo hacer nada por usted, coja las botellas de refresco o llamo a la policía —sentencia de brazos cruzados y sonrisa ladina.
Si pudiera le plantaba un puñetazo en toda su cara.
—¿¡Qué!? Pero...
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