EADLYN
Sus labios rozaron los míos. La punta de su lengua humedeció mi labio inferior deslizándose por este con gran habilidad. Su mano se había acomodado a un lado de mi rostro. El final de sus dedos perdiéndose en mi pelo.
-No quiero hacer nada de lo que te vayas a arrepentir después Eadlyn -se asincero, con su boca todavía rozando la mía.
Su aliento olía a su bebida, estaba caliente y mi cuerpo parecía querer arder con el. Mi mano se posó sobre su brazo y empezó a descender hasta el inicio de la manga de su camiseta. La tela de sintió suave bajo mi tacto, pero en cuanto pasé esa línea divisoria entre el final de su camiseta, y el inicio de su cuello, algo explotó.
Nuestros labios se juntaron y nuestras lenguas se encontraron a mitad de camino, ambas queriendo meterse en la boca del contrario. Mi mano tiró con suavidad de la goma que sujetaba parte de su cabello pelirrojo. Los mechones se deslizaron hacia delante rozando mis manos por el camino. Mis dedos se enrrollaron y tiraron de él. Castiel soltó un pequeño suspiro que me permitió acceder a su boca, algo que lo hizo sonreír, y dijo:
-Eso es trampa, pequeña Lyn.
Ese diminutivo suena tan bien salido de sus labios.
-En el amor y en la guerra todo lo vale -me defendí, antes de ser interrumpida por su boca devorando la mía.
Su mano abandonó mi mejilla deslizando su dedo por mi barbilla, garganta, desviándose por el lateral de mi pecho hasta mis costillas sintuándose a la misma altura que su otra mano sobre mi cintura.
Y si. Admito que si no fuera por las copas demás no habría tenido la osadía de pedirle que me besara. Sé que mañana, cuando el dolor de cabeza sea lo único que sienta, me arrepentiré.
Pero esta, no solo es la Eadlyn ebria. También es la Eadlyn cansada, a la que le importa una mierda su jodido profesor y lo bueno que esté. La que sólo quiere sentirse querida. Es la misma Eadlyn que lleva años escondida en el fondo, esa misma que deseaba salir con sus amigos de fiesta, pero se veía oprimida por las órdenes de su padre.
Así que ahora que ha salido, va a ser difícil volver a meterla dentro.
Por lo que permití que Castiel, un cantante perteneciente a una banda, me sacara del bar y me llevara hasta su piso.
Un sitio donde me hizo sentir amada, respetada, querida. Sus labios besaron cada centímetro de mi piel y no; no se sintió incorrecto. Sus caricias me hicieron temblar, y sus ojos llenos de deseo hicieron que mi corazón saltara dentro de mi pecho.
Lo quiero a él. Lo quiero ahora.
Mi cuerpo tembló bajo el suyo por tercera vez, al mismo tiempo que él se dejaba llevar. Su frente apoyada en la mía mientras los mechones rojizos de su cabello acarician mis mejillas.
Castiel se hizo a un lado y cogió las sábanas que estaban al final de la cama todas revueltas. Primero me cubrió a mi, y luego se tapó él.
-Descansa, Lyn.