28. Una tras otra

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P E N Ú L T I M O          C A P Í T U L O

P E N Ú L T I M O          C A P Í T U L O

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EADLYN

Putos cotillas de mierda.

Sí, Castiel me acompañó hasta mi habitación. Han pasado varios días desde ese acontecimiento,  superarlo de una vez.

Entró en mi habitación y cierro de un portazo, suspiro aliviada cuando ya no siento pares de ojos sobre mi. Pongo mi mano sobre mi boca, callando los sollozos que se escapan, y me deslizo por la puerta hasta quedar sentada en el suelo.

El papel con mis notas se arruga entre mis dedos pero no me importa. Suspiro agradecida de que mi hermano no esté en la habitación, seguramente se burlaría de mi, si llegara a verme en este estado.

Me levanto y dejo las notas sobre el colchón. Saco del armario un par de toallas y mientras enciendo el grifo en busca de agua caliente, mi teléfono vibra sobre la tapa del váter.  Aclaro mi garganta antes de contestar.

—Buenos días Anabella —saludo a la encargada de la clínica animal, y mi jefa.

Me siento sobre la tapa y me desato los cordones sujetando el móvil con mi mejilla haciendo presión contra mi hombro.

—Eadlyn cariño, —su tono de voz es suave, como es natural en ella, pero logro percibir un atisbo de nerviosismo—, ya te comenté hace unas semanas que las facturas se me están acumulando y...

Un sollozo se escapa de su boca y rápidamente me tenso. Quiero estar ahí con ella aunque sea para darle un abrazo, pero conozco esa mujer desde hace varios meses y le cuesta mucho dar malas noticias.

—Tengo que cerrar la clínica querida —anuncia.

En mi mente, aparece la imagen de las facturas todavía a pagar que están guardadas en el cajón de mi mesilla. Seguramente tardará en pagarme el mes, y no puedo permitirmelo, tengo que encontrar un trabajo cuando antes, y que me paguen por adelantado.

—No se preocupe, seguro que encuentra una solución —intento alentarla, apagando el grifo viendo que la cosa va para largo.

Quince minutos después, estoy introduciendo un pie dentro de la ducha. Las lágrimas se mezclan con el agua artificial que moja mi cuerpo, mientras que la misma canción que me enseñó Castiel la otra noche suena por el pequeño altavoz.

—Youngblood. Say you want me, say you want me out of your life, and I'm just a dead man walking tonight.

Siento que estoy estropeando la canción, pero por suerte no me escucha nadie. Desde aquella noche, me he dedicado a escuchar todas sus canciones con menuciosidad, incluso llegué a hacer una playlist en Spotify la cuál sigue Rosa y Chani, quienes —claro está—, me hicieron un gran interrogatorio, ya que si hay algo que se espande más en esta Universidad que la gripe o una enfermedad de transmisión sexual, —porque aquí, es todo con todos y entre todos—, son los cotilleos. Y que después de aquel artículo, que nos vieran tan íntimos tomando algo en la cafetería de la esquina, y para acabar, que el otro día me dejara a la puerta de mi habitación a las ocho de la mañana... Castiel y yo damos mucho de que hablar.

Rayan [en pausa] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora