EADLYN
—¿Leigh? ¿Rosalya? —no puedo ocultar mi confusión cuando los veo sentados en los taburetes de la cocina hablando animadamente con el señor Zaidi.
Entiendo que a Leigh no le resulte extraño, pues no es su profesor ni nada por el estilo, y aunque no le imparte clases a Rosalya, se encuentra con él y lo saluda por los pasillos de la facultad.
—Buenos días bella durmiente —se mofa mi amiga mientras le da un sorbo a su café para llevar.
Observo la mesa la cuál esta ocupada por tres vasos de café para llevar del Cosy Bear Cafe que hace esquina cerca del campus. Una pequeña bandeja con croissants y donas de todo tipo, y por último una pequeña bolsa de la misma cafetería de la que Leigh sacó un batido de fresa junto un croissant.
—Aprovechamos que debiamos pasar por la cafetería de Hyun para comprar el desayuno para todos —se explicó el morocho dejando el que parecía ser —por descarte—, mi desayuno.
—Oh vaya muchas gracias —agradecí avergonzada tomando asiento junto el chico de vestimenta victoriana.
Acerqué la pajita rosa pastel a mi boca y absorbí un poco del contenido cerrando mis ojos disfrutando aquel manjar. Cuando los abrí, dispuesta a adular dicho batido, las palabras se quedaron a mitad de camino cuando mis ojos se encontraron con los de mi profesor.
—Veo que es de su agrado —se burla de manera discreta alzando una de sus cejas.
Me limito a asentir e ignorar lo raro que me resulto que me tratara de esa manera tan formal cuando horas atrás me encontraba vomitando con sus dedos dentro de mi garganta.
Tal vez se debe a la presencia de la jovial pareja sentada a mi lado.
Después de llegar a esa conclusión me limito a escuchar la conversación que los tres establecen sin aportar nada a esta. Observo con pena el recipiente de plástico vacio, pero mi pena pasa a un segundo plano cuando mi mirada recae en mi bolso colgando del respaldo de una de las sillas de la mesa.
Me levanto con cuidado de no interrumpir la conversación, aunque resulta ser imposible, pues noto los tres pares de ojos en mi nuca mientras me encamino hacia la silla.
—¡Ah si! —exclama Rosa, debiendo recordar algo—. Un chico llamado a Aegan te llamó varias veces ayer poco después de que Rayan nos avisara de que estaba contigo.
Sentí mis piernas temblar. Mi corazón dejó de latir dentro de mi pecho y por un momento se me olvidó como respirar.
¿Aegan? ¿Para que me llamaría a esa hora? O más bien, ¿para que me llamaría mi hermano tan si quiera después de tantos años sin vernos o hablar?
Distintas situaciones pasaron por mi mente, y cada una era peor que la anterior. Así como mi hermano era un estudiante ejemplar, también era un trapicheador de primeras.
¿Estará en peligro?
¿Necesitará dinero?
Camino de nuevo hacia la habitación de Rayan ignorando sus llamados y cierro la puerta con ayuda de mi pie. Dejo el móvil sobre la cómoda al lado de mi ropa de ayer perfectamente doblada y me siento a los pies de la cama.
