21. Confesiones

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EADLYN

—¡Eso es trampa! —protesto golpeando el brazo de Nathaniel, quien soltó una carcajada


—Qué bonita te ves cuando te enfadas.

Tocó la punta de mi nariz con su dedo y mordí mi labio reprimiendo una risa. Mientras volvía a dirigir la mirada a la televisión de grandes dimensiones anclada a la pared del salón de su piso, me permití observarlo detenidamente.

Sin duda, Nath es sumamente apuesto, y ese aspecto de chico malo llama realmente la atención. Sus pearcing en las orejas le quedan realmente bien, y de echo; —para mi—, es al único chico que le quedan bien.

Su pelo lacio y rubio igual al de su hermana, siempre desordenado sobre su cabeza contrasta sumamente bien con sus ojos mieles. Los anillos en sus dedos, sus nudillos machacrados y sus dedos rasposos y ásperos, cuyo tacto me he acostumbrado.

Les tengo un gran aprecio tanto a Rosalya como a Chani, pero Nath, se ha convertido en mi confidente, en mi mejor amigo.

—Te tengo una propuesta —echa su cabeza hacia atrás, la cuál casi queda colgando al otro lado del respaldo. Su nuez de adán remarcando su presencia.

—Sorpréndeme —murmuro imitando su postura en una versión más baja y femenina.

Todavía medio boca abajo, sus ojos establecieron esa conexión que solo tengo con él.

—Antes de empezar otra partida —hace una pausa—. ¿Por qué no me cuentas la razón por la cuál llamaste a mi puerta echa un mar de lágrimas días atrás?

Aguanté la respiración por un instante. Las ideas y recuerdos iban y venían a toda velocidad por mi mente sin centrarme en nada en concreto.

Estos meses a su lado me han demostrado que puedo confiar en él, y que sea en lo que sea que esté metido, es una persona de confianza. Se me hace raro la sola idea de imaginarme a mi misma confesando mis sentimientos por Rayan en alto, y más, si incluímos el echo de que se lo estoy contando a él.

—Me gusta alguien, Nath —suspiré, sintiendo el miedo recorrer mi cuerpo.

¿Y si se lo contaba a mi hermano? ¿Y si lo difundía?

—¿Lo conozco? —arquea una de sus cejas mientras que se endereza de lado para observarme mejor.

—Va a la universidad, pero no sé si lo conoces —continúo.

Quiero contárselo, pero tampoco busco abrirme del todo ante él, solo lo suficiente como para sentir menos carga, y al mismo tiempo porque merece saberlo.

—¿Cuántos años tiene? —insistió, con la curiosidad destacando en el iris de sus ojos.

Estoy empezando a pensar que ha sido mala idea.

—Tiene, tiene nueve años más que yo —muerdo mi labio. Giro la cabeza observado como su cara se transforma a una de incredulidad.

—Vaya, no sabía que te gustaran los sugar daddy —comentó con naturalidad, aligerando el ambiente y sacándome una sonrisa.

—Bueno, más bien me van los sugar teacher —lo dejé caer, casi cerrando mis ojos en espera de algún grito o algo similar.

—¿El señor Zaidi? —frunció el ceño apoyando su cabeza en su mano, en espera de una respuesta.

—Sí.

Me esperaba un grito, una palabra mal sonante, tal vez incluso que se riera de mi diciendo que es imposible que tenga algo con Rayan, pero desde luego, que se quedase en silencio no estaba en mis planes.

Rayan [en pausa] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora