EADLYN
¿Dónde mierda está?
Observo el folio donde se encuentra impreso el que será mi horario durante todo este curso. Observo la pequeña palabra que se encuentra entre paréntesis bajo el nombre de mi asignatura correspondiente.
—Aula Magna —leo en voz alta ganando algunas miradas raras por parte de algunos estudiantes.
Guardo la hoja dentro de mi cuaderno y observo a mi alrededor deteniendo mi mirada en dos grandes puertas de madera de donde proviene cierto jaleo. Sobre ellas esta escrito en un cartel dorado el nombre de dichas aulas.
Aula Magna.
Aula Magna II.
Gilipollas. Eso es lo que soy.
Me detengo ante la puerta y desbloqueo mi móvil momentáneamente para revisar la hora. Todavía faltan cinco minutos para que empiece la primera clase del curso. Suelto un suspiro y pellizco mi brazo momentáneamente y sonrío satisfecha cuando nada más sucede. Poso mi mano sobre el frío pomo de la puerta y lo giro para luego empujar tal y como dice en el pequeño cartel situado al lado de esta.
La puerta emite un pequeño sonido que interrumpe las pequeñas conversaciones que mantenían los alumnos, que al igual que yo habían optado por ser precavidos.
Siento mis mejillas calentarse cuando todos posan su mirada sobre mí, curiosos ante la persona que será su compañero. Giro mi cabeza hacia donde se encuentra la gran pizarra y junto esta una gran mesa de profesor donde se encuentran un par de utensilios.
Mis ojos se posan sobre mi apuesto tutor, quien lee unos papeles apoyado en la mesa de cara a sus estudiantes. Su cabeza se alza y sus ojos se posan en mi, y me muestra una amplia sonrisa.
—Bienvenida señorita Lodge, es un placer tenerla en mi clase —me saluda con una de sus cautivadoras sonrisas, que a causado un revuelo entre los jóvenes desde que puso un pie en el campus.
Me limité a asentir con la cabeza en forma de agradecimiento. Busqué con la cabeza a cierta rubia de mechas rosas que me esperaba a mitad de camino, cosa que agradecí ya que no me gusta sentarme en las filas de delante, pero tampoco en las de atrás. Subí los escalones de manera calmada asegurandome de no tropezar y así evitar un ridículo innecesario.
—Dios mío, eres la única a la que ha saludado de tal manera —me dice Chani nada más acercarme lo suficientemente a ella.
—No exageres Chani —trato de excusarme y desviar la atención del tema. Echo la silla hacia atrás intentado no arrastrarla y dejo el cuaderno sobre la mesa color marrón a juego con la gran puerta de entrada.
—Oh, venga ya... Te llamó tu apellido —volvió a insistir.
Las palabras se quedaron atoradas en mi garganta, pues la campana sonó y una oleada de estudiantes llegó, pero a medida que cruzaban el lumbral de la puerta guardaban silencio poniendo fin a cualquier tipo de conversación.
Me reconforta saber que no soy la única a la que le impone la presencia del señor Zaidi.
Una joven a la cuál reconozco como Melody, —la lambe culos como bien dijo Rosalya—, se acercó a Rayan con un contoneo de caderas descarado mientras enrolla uno de los mechones delanteros en su dedo índice en un intento de seducir o atraer al profesor.