EADLYN
Observo el número escrito en rojo y suelto un suspiro apoyando mi cabeza sobre la mesa.
Necesito dormir.
—Tranquila, seguro que para el siguiente examen apruebas —intenta animarme Chani acompañando sus palabras de unos pequeños golpecitos en la espalda.
—Es el segundo examen que suspendo —me reprocho a mi misma sin levantar la cabeza.
Dichoso Aegan.
¿No podría aparecer cuando ya hubiera acabado la carrera? No, claro que no. Tiene que presentarse a principios de curso y joderme la vida.
Suelto un suspiro y me enderezco. Observo al señor Zaidi, o lo que alcanzo a ver de él, pues está sentado en su silla rodeado de estudiantes quienes esperan ansiosos a que resuelvan sus dudas o en espera de poder sumar unas cuantas décimas.
Dentro de poco tenemos la excursión al museo, y la verdad, todas esas ganas que tenía cuando nos anunció la noticia, se fueron por el caño.
Tengo demasiadas cosas en la cabeza, y esto esta perjudicando en mis estudios. Pero entre mi hermano desaparecido, los inacabables turnos en la clínica de animales que me mantienen despierta hasta las tantas de la noche, y mis conversaciones nocturnas con cierto rubio, no tengo tiempo para estudiar.
Aprovechando que el profesor está ocupado, saco mi móvil y pulso en la notificación para ver el mensaje.
Un mensaje de voz.
Acerco el pequeño altavoz a mi oído y pongo el volumen al mínimo ayudándome de las pequeños botones en el lateral del dispositivo.
—Eadlyn, tu hermano se ha presentado en mi apartamento hace unos minutos —la voz de Nathaniel sonaba agitada, y parecía estar corriendo de un lado al otro en busca de algo —. Tienes que venir enseguida.
El audio finaliza, y sin darme tiempo a procesar el mensaje empiezo a recoger las pocas cosas que saqué del bolso. Cojo mi chaqueta y con examen en mano bajo las escaleras de dos en dos. Empujo a un par de estudiantes y con un golpe seco dejo el examen sobre la mesa, me encamino hacia la puerta bajo la atenta mirada de todos los presentes del Aula Magna.
—¿Señorita Lodge? ¿Qué sucede?
Esquivo con rapidez al decano que me mira confundido ante mi ímpetu por salir de aquella clase. Continúo mi carrera y salgo del campus cruzando un paso de peatones sin mirar, escuchando como un par de coches pitan ante mi idiotez.
Todavía sin aliento, me adentro en el ascensor del edificio donde vive Nath con su hermana Amber, a quien tuve la oportunidad de conocer no hace mucho.
El timbre resonó en el interior, y pocos segundos después escuché unos pasos acelerados que se aproximaban a la puerta. Nath apareció ante mis ojos, y sin darme oportunidad a decir nada más me arrastró hasta el salón donde mi hermano, ocupaba el gran sofá en forma de "u", color café.
—¿Qué mierda te ha pasado? —le pregunto cogiendo entre mis manso su rostro demacrado.
Aunque no es ni de lejos la misma gravedad que la última vez, si se ve que a recibido una buena paliza, aunque por el aspecto de sus nudillos ensangrentados, la otra persona no debió acabar mucho mejor.
—Tengo que volver, Eadlyn —me dice posando una de sus manos sobre las mías.
—No voy a dejar que te metas en esa mierda de nuevo —me niego apartándome un poco para que el chico de cabello dorado acabe de curarle las heridas.
—Eadlyn... Aegan tiene razón. Mientras buscan una solución debe continuar trabajando para ellos —añade Nathaniel mientras se levanta para guardar el material.
Yo sé que está metido en algo igual, o incluso peor de lo que esta mi hermano. Su actitud, sus maneras, la forma en la que mira las cosas me lo demuestra. También el echo de que mi persona le recuerde su hermana hace que le resulte más fácil abrirse a mi, por lo que después de conocer a su hermana, me contó a lo que se dedicaba. No obstante, no me contó la razón por la que aceptó todo esto, o lo que provocó este cambio tan brusco de actitud.
—Yo... —suelto un suspiro y me siento en el suelo apoyando mi espalda contra el sofá—. Ya eres mayorcito Aegan, y para serte sincera, no tendría que estar aquí después de todo lo que me hiciste pasar cuando era solo una cría, pero... Yo no soy así.
—Te juro que cuando esto haya acabado, no me tendrás que volver a ver el pelo —sus palabras me revuelven el estómago.
Se que no lo dice por mal, pero tenía fe en que después de todo esto, optara por quedarse conmigo y ser el hermano que nunca fue, y siempre quise.
—Es tu decisión, no la mía —me encogí de hombros una vez de pie—. Mi habitación de la universidad cuenta con un sofá cama, si quieres instalarte allí eres bienvenido, pero deberás comer en el comedor.
Sin esperar respuesta le di un breve abrazo a Nathaniel a modo de despedida y salí del apartamento. Desbloqueé el teléfono sin dejar de caminar y miré mi agenda.
Viernes 30 de Octubre, segundo examen de Arte Moderno y Contemporáneo.
—Mierda.
Con pesadez me adentro en la biblioteca y busco unos cuantos libros que me puedan ser de utilidad. Me hago un café en la pequeña maquina y me siento en la mesa del fondo en la esquina oculta del resto de las personas.
Por favor, ser misericordioso, apiádate de mi.
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