24: UNOS POR OTROS | FINAL

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VEINTICUATRO

UNOS POR OTROS | CAPÍTULO FINAL


La casa se siente más vacía que nunca, aunque Miguel me acompañe en esta última visita; aunque ha pasado un tiempo, todavía temo que sea peligroso exponerme demasiado al virus que mató a papá, solo por seguridad. Desde que logramos escapar de los campos ha pasado poco menos de una semana, pero el paso de los días se siente extraño, ajeno a la realidad. Como si nada importara. Al salir, las primeras palabras de Bianca han sido tan dulces como dolorosas: quería rescatar a su madre y hermanos del azote de su padre y de la cárcel en la que la casa se había convertido. Por supuesto, nadie le ha negado la noble causa, motivo de su despedida. La imagen de su figura alejarse aún me rompe el corazón, pero el apoyo mutuo con Miguel me mantiene despierto lo suficiente, pues ha prometido que puedo quedarme con él en lo que descifro cuáles serán mis siguientes pasos.

Su madre, que está en otro de los campos, se ha comunicado en la mañana con la buena noticia de que todo ha salido bastante bien y pronto volverá a casa.

No sé cómo le hará frente cuando sea imposible posponer la verdad.

—Se me ocurrirá algo —susurra.

Por supuesto, no tardo en recordarle que ahí estoy para él. Más que una deuda, tengo la necesidad de apoyarle; ha pasado demasiado y es incluso más joven que yo. La vida de repente le ha golpeado con todo el peso de la crueldad con la que Máximo pretendió tejer su futuro, y ahora que se ha ido, es él quien debe lidiar con los restos.

—También debes llorar a tu padre.

Mi padre...

A veces despierto bañado en sudor la mayoría de las veces poco antes del amanecer, cuando el cielo no es completa oscuridad, y de inmediato sé que no podré volver a conciliar el sueño sino hasta que caiga rendido sobre algún sitio de la casa. Entonces, me dedico a vagar por la recámara que momentáneamente comparto con Miguel, ya que ninguno ha deseado tomar la que antes pertenecía al doctor.

Detallo las figuritas de los estantes, tantas esculturas y el aura de tecnología y avance que hay en cada rincón, diferente a mi antigua recámara, en la que la ocupaba una gran parte del cuarto. A pesar de todo, aquella era una en la que me sentía yo mismo; ahora, sin papá o mi antiguo hogar, no se me ocurre qué será de mí en cuanto se decida que mi presencia no es bienvenida.

—Si tuviera un padre al cual llorar.

Me sonríe con tristeza. Él también tuvo que dejar al suyo detrás, pero en cuanto hable con su madre, sabe que volverá a verle para una segunda despedida.

—Lo encontraremos. Podremos hacerle un funeral.

—¿Aunque sea riesgoso?

El aire se le escapa lento de entre los labios, y su choque contra los dientes produce un corto silbido que me parece a la voz de un fantasma.

—Esa... es tu decisión.

—Claro.

Cierro los ojos, tomándome un descanso de la cantidad excesiva de pensamientos, pero es en vano. Algunas imágenes son imposibles de olvidar.

—¿Cuándo llega tu madre? —vuelvo a hablar al término de unos diez minutos.

—Una semana, creo. Todavía tiene pendientes.

Frunzo el ceño y sé que él entiende mi preocupación.

Toca con cautela las teclas de su computador. Sobre la blanca pantalla, unas líneas que apenas ven la luz toman la forma de la guillotina que caerá sobre el frío cuello de Videncia. Al leerlas, sé que le queda poco tiempo a tan cruel organización antes de que las personas desesperen y los positivos intenten destruir todo lo que aquellos supuestos líderes han forjado.

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