DIECIOCHO
ESPEJISMOS
Abro la puerta con llave y observo con pronta nostalgia el umbral que pronto separará lo que solía ser una cómoda y tranquila casa la mayor parte del tiempo... y yo. Suspiro, agotado. Quiero frotarme los ojos, regresar a mi habitación y dormir tal como lo había hecho antes de tan repentino golpe, pero incluso el tocarme el rostro con las manos me aterra en este momento.
Jack está impasible a mi lado, con la bolsa que esconde el cadáver sujeta por ambas manos. Aunque luce sombrío, creo que es más por sus propios asuntos que por lo que le he pedido hacer, y el inevitable repaso de mis acciones me hace morderme avergonzado, el interior de la mejilla hasta que duele.
—Lamento de nuevo lo que te he... —la puerta se cierra tras nosotros, y al notar el espanto en su rostro, me quedo petrificado.
¿Vecinos? ¿La policía?
¿Algo peor?
El corazón de inmediato aumenta el número de golpes contra mi pecho, pensando en cómo nos podemos librar de esta condenable situación.
Pero al girar cual delincuente, los oscuros e hipnóticos ojos de Bianca se cruzan con los míos y el aliento se me escapa, mientras siento cómo las piernas me flaquean. Me ha venido a buscar, pero ¿por qué? ¿Acaso ha decidido iniciar el sueño de ser libre que me había comentado?
—Bianca —farfullo, con la voz apenas audible.
Ella sonríe y una leve risita entre dientes me atrapan. Acomoda uno de los rizos que le caen en el rostro. Se ve tan perfecta, que yo...
—¿Tú no eres la chica tienda? —Jack interrumpe mis pensamientos y si no es por la mirada tranquilizadora que me dedica Bianca, podría atreverme a tumbarle los dientes al rubio por la forma en que se dirige a ella. Me limito a golpearle con el codo en las costillas lo más disimulado que puedo.
La belleza morena enfrente mío cambia su apacible expresión a una confundida. Y con razón.
Sin embargo, no puedo explicarle el verdadero motivo por el que Jack está aquí.
—¿Qué... hace aquí? —preguntan ambos, casi a coro; los dos, mirándome a mí. Siento que la poca comida va a regresar por donde ingresó, y trago saliva con fuerza.
—Jack —me dirijo a Bianca. La voz me tiembla, y aprieto la correa del bolso para mantenerme calmado— me ayudó con una... investigación.
Para cuando he terminado de hablar, él ya se ha metido en el papel de la pequeña escena que he creado como coartada. Deja caer la bolsa como si no tuviera importancia y se encoge de hombros; no obstante, me es imposible ignorar el sonido de los huesos golpearse entre sí, y volviendo negra mi visión, deseo tan solo que Bianca no me crea un monstruo si se llega a enterar.
—Sí, bueno —le veo, atento a lo que va a decir. Bianca pone su peso en una pierna y se cruza de brazos; quiere a Jack tan cerca como yo a Bermoind—, una cosa que... me pidió, porque como vengo de otro país, conozco de eso y... dije ¿por qué no?
Debo soportar el reflejo de cubrirme la cara por la pena que este momento me transmite: ¿acaso Bianca no se da cuenta de que es una vil mentira? Jack es sin duda alguna, malísimo para actuar. Lo peor.
—Quiero viajar —suelto, para salvar el momento. Después de todo, no era una mentira—, así que le pregunté dónde vivía... Para tener —Jack está a punto de acribillarme— opciones.
Sé que Bianca finge cuando musita un «ah» para concluir el tema. Sin embargo, apenas creía que podía confiarme un poco, añade:
—¿Y esa bolsa? —ríe al cubrirse la nariz con la mano izquierda—, huele realmente mal.
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VIDENCIA
Ciencia Ficción«Hola, ciudadano», dijo la voz de la máquina, poco tiempo antes de que el caos se apoderara de las ciudades. Durante años, plagas destruyeron ciudades, el sufrimiento y largas sequías tentaron al peor rostro del hombre. La gente padecía, y parecía...