20: DEL OTRO LADO

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VEINTE

DEL OTRO LADO

MIGUEL

00:49

SÁBADO, 4 DE MAYO, 2024

Me siento como un criminal, mientras reviso qué hay nuevo en NageF que pueda servir a mi investigación; las manos me sudan, al igual que la piel de la frente, pues Máximo ha llegado hace unos pocos minutos de alguno de sus trabajos y si me encuentra despierto, y aún más en esa página que él cataloga como «una basura sin sentido». Los ojos me saltan de publicación en publicación, a la caza de noticias que se vean medianamente reales, puesto que con el alboroto que ha causado Videncia en los últimos días, la gente inventa cualquier cosa con tal de destacar entre los demás perfiles.

Me retiro los audífonos y escucho con atención. Al lado tengo el cuaderno de química, plagado de varios de los apuntes que he decidido esconder en él: mi padre jamás me revisaría algo como eso. Hace mucho tiempo que ha dejado de hacerlo.

El silencio en la casa es interrumpido con el cuidadoso tipeo de mis dedos en el teclado y las pisadas de Máximo al otro lado de la puerta. Se detiene a ratos para luego volver con el pesado andar en el que arrastra los pies y no sé si es por cansancio o por otro de sus motivos.

Dejo de escribir la idea que he ido desarrollando con base en los demás artículos; la idea de Bermoind y su origen, un intento de vacuna que se salió de control y ahora merma la población mundial a grandes pasos... La aparente ausencia del gobierno de hacer un llamado para evitar el masivo contagio. Me rasco la cabeza, extrañado con todo este asunto. ¿De verdad van a dejar todo en manos de Videncia?, pero si lo único que de verdad ha hecho es esa vacunación obligatoria... Y lo del extraño tatuaje.

Pestañeo con fuerza. La luz blanca de la pantalla me irrita los ojos debido a la oscuridad de la recámara. De repente, la idea de ir a dormir me parece una buena alternativa; de todos modos, luego de la gran revelación del significado de aquello que parecían jeroglíficos me ha respondido una del centenar de preguntas.

Suspiro aliviado. Me tranquiliza saber que de alguna manera soy inmune a esa nefasta enfermedad, así como Ángel. Con las cosas que me ha contado, me preocupa que se le apilen demasiados problemas, tantos, que él no pueda manejar. Pero está todo bien, ha dado negativo para Bermoind también. Lo único que me inquieta es Bianca. Vuelvo a suspirar, y el gesto toma forma de bostezo al final. Ese detalle. Si por mí fuera, no sé si me preocuparía en realidad, pero ella es importante para Ángel, de algún modo al que no le encuentro mucho sentido aún.

Dejo el portátil a un lado y el cuaderno a los pies de la cama; siento que mis párpados cargan con ladrillos y prefiero que, si Máximo irrumpe en la habitación por alguna razón, no me descubra desobedeciéndole. Me recuesto y vuelco la mirada en el techo; la sensación de descanso es para este momento, casi que sublime. Sin embargo, no pasa ni siquiera cinco minutos, cuando mi padre abre la puerta y se acerca a mí, sin darme tiempo de reaccionar. Nuestros ojos se cruzan y antes de que me crucifique por estar despierto tan tarde, elaboro una rápida y pobre excusa.

—Padre, perdóneme, yo...

—No importa, Miguel —me dice, alzando una mano a la altura del vientre para callarme. Aprovecho la oportunidad; parece que no le ha importado demasiado, y obedezco. Ante mi silencio, camina unos pasos más hasta mi cama y se sienta a la orilla opuesta—. Vengo a hablar contigo sobre algo. Es importante.

Aguanto la respiración. ¿Algo de Bermoind relacionado conmigo? Imposible, los archivos demuestran un resultado negativo. ¿Alguna nota académica? Aunque el tema de Videncia me ha tomado algo de tiempo, no he dejado de rendir, no. ¿Ángel? ¿Qué podría decir de él? Cierro los ojos por un segundo. Qué no podría decir.

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