19: ESTRATEGIAS DE GUERRA

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DIECINUEVE

ESTRATEGIAS DE GUERRA


11:46

MARTES, 14 DE MAYO, 2024

CASA DE JACK

Aprieto el celular en mi mano, mientras busco que mi mente logre crear una excusa lo suficientemente buena como para no levantarme en lo que queda del día, aunque sea un abuso de la amabilidad que ha tenido Jack conmigo luego de los desastrosos días pasados. Deseo que, al cerrar los ojos, el sueño me acune y embargue en una nueva fantasía, pues cualquier cosa es mejor que el monstruo de la realidad que se cuelga a mi espalda, sujeto en mi pecho con las largas garras que se me entierran en la carne.

Bianca tampoco ha irrumpido en el pequeño recuadro que me otorgaron como propio, y por más que la voz de su cruel rechazo retumba en mi cabeza, soy incapaz de clasificar su ausencia como un agravante a mi patética situación.

Si respiro hondo, las partículas de polvo se me entran en la nariz y a los pocos minutos siento la necesidad de estornudar. El lugar, aunque no soy quien para criticarle debido a la amabilidad de acogerme no solo a mí, sino a Bianca, es un completo desastre: la suciedad sobresale entre los tablones que conforman el pobre suelo de la casa y las hormigas se empiezan a apoderar de varias bolsas vacías de alimentos y chatarra acumulados en las esquinas. No obstante, al inspirar durante varios segundos, un agradable aroma me saluda, proveniente desde la cocina y el estómago hambriento le responde, a mi pesar. Luego, se suman breves risas que alcanzo a escuchar a través de las paredes. Reconozco la voz de Jack gruesa y tosca, y la de Bianca, que me compunge el corazón.

Doy un nervioso vistazo al celular. Confieso que en ocasiones espero a que papá envíe un mensaje, que me explique el porqué de lo que hizo y se disculpe por su egoísmo al ocultarme todo durante tanto tiempo... O que reciba una solicitud de contacto a nombre de mamá. Incluso, espero que Miguel, luego de haber desaparecido, me diga que está bien. Quiero saber si al menos él se encuentra con vida. No obstante, ninguno de mis tres deseos se cumple y con una risa bañada en sorna, decido que es momento de levantarme.

Me asomo con lentitud con miras hacia la cocina, el origen del murmullo y el increíble olor. Bianca y Jack se hallan inmersos en una entretenida charla de la que me duele querer ser parte, quizá riéndose por la macabra forma en que se conocieron; pero al inspeccionar más el alrededor, descubro que no son los únicos: los ojos de unos rostros desconocidos se clavan en mí, y a medida que las risas del dueño de la pobre casa cesan, también centra su atención en mi desaliñada figura.

Apenas me da tiempo para imaginarme el espectáculo que ofrezco con mi deplorable aspecto de ojos hinchados y piel enrojecida, cuando rompen el breve silencio que mi presencia ha ocasionado.

—Ángel —me saluda Jack, más animado de lo usual. No puedo evitar pensar en que quizá Bianca ha sido la causante de aquella genuina felicidad que confieso, me resulta extraña en él—, qué bueno que llegaste. Creíamos que no ibas a aparecer —se pone de pie y se ubica a mi lado, palmeándome la espalda como si yo fuera un viejo amigo al que no ha visto desde hace mucho tiempo.

—Sí, yo... —evito mirar a cualquiera de los presentes, mostrándole como respuesta una falsa sonrisa que me cuesta mantener—, estaba cansado —miento.

—¿Y ahora? ¿Quieres comer algo? Justo preparé algo hace poco. ¿Se te antoja?

Jack ofreciéndome comida. Jack.

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