16: CAZADOR

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DIECISÉIS

CAZADOR


Froto con fuerza la piel como si quisiera arrancarla de mí hasta que el jabón se lleve todo lo malo. Centrarme en ello me mantiene lo más tranquilo que puedo: apenas el cuerpo de André ha golpeado el suelo, he corrido al baño y apoyado en el retrete, he soltado lo poco que los oficiales me permitieron comer. Tengo la memoria confundida desde entonces y no estoy seguro de cuánto tiempo he estado encerrado aquí. Tampoco sé qué debo hacer.

Por fin libero el agua de la ducha y dejo que la espuma desaparezca. No he podido sacar de mi cabeza las últimas palabras del amigo de papá, ni a él quitándose la vida enfrente de mí, y sin la distracción que significaba el lavarme el cuerpo en las zonas donde la piel estaba al descubierto, noto cómo comienzan a arderme los ojos.

—¿Qué voy a hacer, qué voy a hacer? —maldigo en voz baja, con el pánico escalando a mi cabeza a cada segundo.

Cierro la llave y cambio mi ropa por una limpia. La otra, considero que es mejor tirarla. No recuerdo si André alcanzó a tocarme, pero si lo hizo, no terminaré muy diferente a él...

O a papá.

Suspiro y mis manos se aferran a la cabeza, desesperadas. Estoy en la peor situación posible.

Apenas puedo abrir NageF del temblor que se ha apoderado de mi cuerpo y lo único que logro es enviar un único mensaje a Miguel, con la esperanza de que conteste.

@Angeel25: «Ayúdame, por favor».

Luego, me dejo caer: las pocas fuerzas que me quedaban para moverme se han desvanecido y dejo que el remolino dentro de mí salga sin intentar detenerlo. Los gritos me desgarran la garganta, ¿cómo pudo papá hacerme esto?

El aire apenas es capaz de entrar, y el desespero me nubla la vista, mareándome al tratar de ponerme de pie y tropiezo junto a las escaleras, cayendo de rodillas con el celular todavía en el chat abierto de Miguel, sin respuesta alguna. A pesar de que no me sorprende del todo, siento como el peso de la situación aumenta sobre mi cabeza.

—No voy a poder hacerlo. —Hablar me duele.

Volteo para ver al primer piso. El charco de sangre es de mayor tamaño y alcanzo a ver la mano de André; de inmediato, quiero vomitar por segunda vez. El aire no me es suficiente de nuevo y el mareo se hace presente, amenazándome con hacerme caer.

—Papá... —susurro, con los ojos apretados y los puños golpeando el suelo. Me duelen los nudillos, pero no me detengo—, mamá... Por qué... ¿Por qué todos se van? —no tengo ni idea de cómo me siento—. ¡¿Por qué siempre me quedo solo?!

Tengo un cadáver en casa. Si lo toco, es probable que enferme y muera. Si no lo hago, creerán que he sido yo. Trato de respirar hondo. No puedo perder aún más la cabeza. Tampoco puedo contar con Miguel, pues hace mucho que no responde a ningún mensaje.

«¿Dónde estás?»

Bajo las escaleras, sujeto a los bordes para no caer. Necesito deshacerme de él, ¿y luego qué? ¿Cómo explico toda esta situación? Suspiro y llevo una mano al entrecejo.

Reviso por tercera vez el celular. Nada.

Entonces, mis ojos se clavan en un nombre casi al final de la pantalla.

—Jack.

Trago saliva. ¿Podría...?

Suelto el aparato. Es imposible, no puedo contar con él. Cualquier posible amistad o una sombra de esta se esfumó en cuanto nos apuntó con un arma a Bianca y a mí. Pero es en realidad lo único que se me ocurre.

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