Capítulo 18: Me perdí intentando encontrarte.

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     El camino hasta Iwagakure fue largo y pesado. Nanko estaba bastante cansada, pues había andado sin descanso desde hacía días.

     Llegó a un barrio marginal de la aldea y era, francamente, devastador. No entendía cómo una persona se las podía arreglar para salir adelante en un antro como aquel. Sasuke estaba por allí, así que Kara debía estar cerca también. Si no llevaba cuidado, lo pasaría mal. Aquel sitio parecía de los más peligrosos en los que había estado, y no había viajado poco.

     Miró por encima las calles. Gente tirada en el suelo, muriéndose de hambre, farolas rotas, basura y excrementos por el suelo, casas medio derruidas y muchísimas otras condiciones insolubles de vida. Nanko se preguntaba si el gobernador de ese lugar se preocupaba un mínimo por los habitantes.

     De repente, algo agarró su pierna. Instintivamente, activó el Sharingan y se dio la vuelta, era un niño pequeño, al que se le marcaban las costillas. No llevaba camiseta, y los pantalones estaban deshilachados y manchados de barro, dando la impresión de ser marrones, exceptuando de algunos vestigios de color blanco. No llevaba zapatillas y tenía alguna que otra herida en los pies.

     —Un poco de pan... —susurró él sin mirarla a los ojos. Cuando alzó su vista y vio el Sharingan de la Uchiha, gritó—. ¡Los ojos del diablo! ¡Vienen a por mí! ¡La chica de los ojos rojos es el diablo en realidad! —Soltó la pierna de la joven e intentó alejarse con rapidez pese a su esmirriado cuerpo.

     Nanko alzó una ceja, viendo como todos los transeúntes la miraban, amenazándola. Suspiró. Ese sitio no era de su incumbencia en lo absoluto, así que no quería preocuparse en vano. Desactivó el Sharingan y su dragona siguió rastreando el chakra de su padre.

     Alguien le lanzó una piedra, gritando que los extranjeros no eran bienvenidos, que no les darían de comer. Ella la agarró al vuelo con facilidad y la apretó con su mano, rompiéndola en mil pedazos.

     El rastro de Sasuke se intensificaba cada vez más, debía estar en uno de los edificios que parecían bastante nuevos (comparados con la calle en ruinas).

     Mikoto buscó al Uchiha y lo encontró rápidamente. Estaba en la azotea del segundo bloque de pisos. Nanko subió las escaleras hasta llegar ahí, abrió la puerta y se encontró a un hombre de espaldas.

     —Padre —murmuró ella. El nombrado se dio la vuelta, Nanko abrió los ojos sorprendida, una enorme cicatriz cruzaba su cara.

     —Nanko —dijo Sasuke. Así de emocionantes eran los reencuentros de los Uchihas—. ¿Qué haces aquí?

     —¿Me mandaste una carta así y esperabas que no viniese? —Sonrió de lado y chocó su puño izquierdo con la palma de su mano derecha.

     —En realidad, siempre supe que vendrías. Te has hecho predecible —explicó él, sonriendo de lado también.

     —Kara está aquí, ¿verdad? —preguntó ella, borrando su sonrisa.

     —Está en todos lados, son demasiado fuertes.

     —Entiendo. ¿Qué debes hacer exactamente en esta misión? —cuestionó Nanko, andando hacia donde él estaba.

     —Eliminarlos del mapa.

     —¡¿Estás loco?! —exclamó ella—. Es imposible que una sola persona pueda contra ellos... ¡Es prácticamente una muerte segura!

     El Uchiha rio amargamente.

     —Alguien debe sacrificarse. Esta era tu misión, así que tomaría tu lugar sin pensármelo dos veces —explicó. Nanko frunció el ceño. El plan de Naruto siempre había sido inutilizarla de alguna manera. La misión que le había sido encomendada desde un principio tenía como objetivo matarla, y con la extracción de su chakra pretendía que perdiera todo su poder.

Eternal | La hija de SasukeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora