Capítulo 5: Donde no quedan cenizas.

4.1K 398 129
                                    

     Donde hubo brasas, deberían quedar cenizas, ¿verdad? Pues no, entre Boruto y Nanko no quedaba nada. La miraba como a una extraña, como si aquel no fuera su sitio. Pero qué esperaba la Uchiha, ¿que el chico que había conocido le acogiera con los brazos abiertos? ¿Incluso cuando ella se había comportado de tan mala manera con él? Debía ser una ilusa si creía que seguiría todo con normalidad. Aquellos meses, habían cambiado al Uzumaki, y a ella también.

     Había madurado, seguramente Sarada se le habría declarado y ambos estarían en una relación. Se habría hecho más fuerte gracias al entrenamiento de Sasuke y se habría dado cuenta de la clase de persona que era Nanko: una que solo trae desgracias. Ella lo sabía. En parte era su culpa, nunca lo trató bien, sin embargo, él a ella sí. El Uzumaki tenía miles de motivos para odiarla y se había vuelto receloso.

     Cuando se cruzaban, ninguno decía nada, eran dos extraños viviendo en una misma casa. Hasta Kawaki —que también había sido acogido por los Uzumaki— hablaba más con ella pese a que, normalmente, no estaba en el edificio. Todo lo que Nanko llegó a conocer, había cambiado, para bien o para mal, pero lo había hecho. La Uchiha y el Uzumaki no podían mirarse a los ojos hasta que en una cena, la pequeña de la casa habló.

     —¡Estoy harta de lo que sea que os pase! ¡Madurad! —exclamó Himawari, enfadada, dejando los palillos sobre la mesa con fuerza.

     —Cuando os cruzáis, no os decís ni hola. No pedimos que seáis mejores amigos, sino un mínimo de respeto —explicó Hinata.

     —No tengo nada en contra de Boruto, lo prometo —aseguró Nanko de una manera desinteresada, como si la conversación no fuera con ella.

     Boruto golpeó la mesa, estaba furioso. Había sido capaz de esconderlo por su madre y hermana, pero ya no aguantaba más.

     —¡Venga ya, Uchiha! —gritó él, enfadado—. Intenté ser tu amigo, miles de veces y tú simplemente me tratabas como basura. Yo no te hice nada.

     —Sufrí mucho, en esa época no pensaba ni que fuese una persona, no sabía... —comenzó a explicar ella. Boruto la cortó.

     —¡Eso no es ninguna excusa! ¡No puedes tratar a la gente como basura solo porque tú creas que lo eres!

     —¡Vale! ¡Ódiame, ignórame, haz lo que tú quieras! ¡Me da igual! ¡No necesito nada de ti! ¡Siquiera quiero tu pena, no me importas en absoluto! —exclamó la Uchiha. No estaba enfadada, pero sí que quería igualar su voz con la de Boruto.

     —Busqué tantas razones para comprenderte, odiarte y, al final, siempre caía en la conclusión de que yo era el problema. ¡Eres una persona tóxica! ¡Estás aquí porque a mis padres les das pena! ¡Ya entiendo porque tu familia no te soporta! —Nanko se levantó de la mesa rápidamente.

     —No sabes nada de nada. Prefiero ser odiada a ser débil por tener que proteger a personas inútiles, como tú —explicó ella, apretando los puños.

     —¡¿Me lo dices en serio?! ¡No tienes chakra! ¡La débil eres tú! ¡Si fuese como tú, te habría dado una paliza! —Un aura espeluznante empezó a emanar de la mesa. Los adolescentes giraron su cabeza, encontrándose con dos pares de Byakugan activados, mirándoles fijamente.

     —Los dos, a vuestra habitación. ¡Ahora! —ordenó Hinata igual o más enfadada que ambos jóvenes—. Siento que hayas tenido que ver esto, cariño. —Abrazó a Himawari y ambas desactivaron el Byakugan.

     La Uchiha fue la primera en abandonar la sala. Los ojos del chico la vieron desvanecerse por las escaleras. La chica entró en su habitación y suspiró. Boruto no se había equivocado en nada de lo que había dicho, causando que se le escapara una carcajada. Nanko se sentó contra la pared que compartía con la habitación de Boruto, podía escuchar los golpes que estaba dando a un saco de boxeo. De repente, pararon y comenzó a escucharse un llanto.

Eternal | La hija de SasukeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora