Capítulo 16: Nunca fui un as.

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     Nanko había comprado una casa fuera de la aldea de Konoha, en un terreno neutro, es decir, que no era de ninguna aldea, para poder estar sola. No le interesaba demasiado la decoración del lugar, así que solo había lo imprescindible, cocina equipada, baño y una cama.

     Se tumbó en el colchón y se quedó mirando el techo por algunos minutos. Su cara era la del más total y profundo aburrimiento —como siempre—, así que pensó en que podría hacer algo para divertirse. Pero había un gran problema, no tenía amigos. Además, ya era de noche, así que debería esperar a la mañana.

     De repente, alguien tocó a su puerta. Bajó hasta allí y la abrió, encontrándose con Boruto, sosteniendo una bolsa blanca.

     —Traigo cerveza —dijo él. Nanko se encogió de hombros y le dejó entrar—. Tu casa es increíble.

     —Ya —respondió ella—. Voy a hacer ramen instantáneo, ves a la azotea si quieres.

     —Da igual, prefiero ayudarte a hacerlo.

     —Es ramen instantáneo, ¿qué vas a hacer? ¿Hervir el agua? —preguntó ella sarcásticamente.

     —Está bien, esperaré arriba. —Sonrió. Seguidamente procedió a subir los tres pisos hasta llegar a la azotea. El lugar no estaba decorado, solo había un par de sillones y una mesa, que suponía que venían con la casa.

     Nanko realizó el ramen y lo sirvió en unos boles con forma de gato, agarró los palillos y se fue a la parte más alta de su casa, encontrándose al rubio con una lata de cerveza en la mano.

     —Podrías haberme esperado —dijo ella, viendo que la lata estaba ya medio vacía. Se sentó al lado del rubio y suspiró pesadamente.

     —Lo siento. —Sonrió él, quitándose la chaqueta.

     —Hace frío, no deberías desvestirte —comentó ella, agarrando una cerveza y abriéndola. Le dio un sorbo y se sentó—. Vaya cara tienes.

     —¡Ah! Es lo que hace el amor —susurró él. Nanko sonrió burlescamente, negando.

     —Tú por mí no sientes nada. —Volvió a darle un sorbo a la bebida y ambos comenzaron a comerse sus fideos.

     Una vez hubieron acabado de cenar, se acomodaron en el sofá. Ya llevaban más de tres cervezas cada uno, pero al Uzumaki le pareció buena idea sacar una botella de Sake de la bolsa.

     —Venga, las damas primero. —Ofreció la botella a la chica y ella la agarró, bebiéndose más o menos la mitad directamente de la botella. —Oye, déjame un poco. —Cogió de nuevo el Sake y se lo acabó.

     Ambos se quedaron en silencio, sonriendo. Al cabo de un rato, la sonrisilla de Nanko se borró, dando paso a una mueca triste.

     —¿Por qué pones esa cara? Me es difícil seguir contento, de veras —dijo él, frunciendo el ceño sutilmente.

     —No es nada, solo estaba pensando —susurró ella. Después suspiró y cerró los ojos.

     —Estamos borrachos, ¿qué vas a pensar? —Rio.

     —Todo el mundo me decía que era un as, pero lo único que hacen todos es intentar sabotearme —explicó ella, agarrando otra lata de cerveza. Se la acabó en apenas un minuto.

     —Es lo que tiene ser tan fuerte, no todo será siempre bueno —respondió él. Nanko le tiró la lata a la cara con cuidado de no hacerle daño—. ¡Oye! ¡No soy un basurero! —La Uchiha rio sutilmente.

     —Es que nada es bueno... —Suspiró. —Oye, ¿tú sabes algo de mi relación con Sakura?

     —Sí, algo me ha contado mi padre. —Nanko suspiró pesadamente. —¿Estás triste por eso? Si tú nunca estás triste...

Eternal | La hija de SasukeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora