Capítulo 11: Te traeré de vuelta.

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     —Oye, nosotros también estamos aquí —dijo Hiruzen, acompañado por los demás Hokages y Jiraiya.

     —Muchas gracias por ayudarme —habló ella sin poder creerlo todavía—. Pero ¿cómo es posible que estéis aquí?

     —Porque hay algo que nos une a todos: La voluntad de fuego —respondió Minato, sonriendo.

     —Todos sabéis qué hacer, id a vuestras posiciones y realizad el sello que os toca —ordenó Hashirama. Los demás asintieron y se colocaron alrededor de Nanko y Yûki.

     —Nanko, voy a realizar el sello en tu espalda, va a ser muy doloroso... —comenzó a explicar el sannin.

     —Me han apuñalado, estampado contra el suelo, drogado, casi matado miles de veces, creo que podré aguantarlo. Hacedlo ya —dijo ella, sonriendo de lado.

     —Está bien, Yûki, ponte detrás de Nanko. —La acató la orden dragona y los Hokages realizaron el sello pertinente. El sello de la espalda de la Uchiha comenzó a tragarse a la invocación. Cuanto más se absorbía, menos energía sentía Nanko que tenía. Dolía mucho, más de lo imaginable, pero no iba a dejar que Yûki muriese por protegerla, no dejaría que nadie más lo hiciera.

     Una vez finalizaron, los Hokages se sentaron al lado de ella y Tobirama suspiró.

     —No sé cómo no te has desmayado —dijo Jiraiya.

     —Gracias por el cumplido —susurró Nanko, intentando ponerse en pie.

     —Pídele a Naruto que te enseñe a comunicarte con ella —sugirió Minato. La Uchiha asintió, mareada.

     —Deberías tener cuidado con que no pelee mucho con Nayru. Puede que te cueste que se lleven bien —aconsejó Tobirama.

     —Por favor, saluda a Mirai de mi parte. Seguro que ha crecido mucho y es una gran ninja como sus padres —pidió el Tercero. La chica asintió.

     —Si tengo la oportunidad, lo haré —respondió ella.

     —No piensas morir, ¿verdad? —preguntó Hiruzen, preocupado por su respuesta.

     —No entra en mis planes, no se preocupe. Me gustaría preguntarle algo, Primero. ¿Tengo lo que se necesita para ser Hokage?

     —Cada Hokage ha dirigido de manera diferente la aldea, todos tuvimos ideas y métodos que no coincidían con los del anterior. Aún así, todos poseíamos la voluntad de fuego y, es obvio que arde en tu interior. Sé que quieres lo mejor para la aldea, eso es lo único que necesitas. Tengo fe en ti y espero que tú también confíes en ti misma —explicó Hashirama.

     —Muchas gracias —dijo ella, inclinándose en señal de respeto.

     —Sé que lees mis libros —comentó Jiraiya. La chica se sonrojó—. Así que, si quieres el último volumen firmado de Icha Icha, pídeselo a Tsunade, no sé si te lo dará fácilmente, pero por intentarlo no pierdes nada.

     —¡Lo haré, muchas gracias!

     —Nos vamos ya, lucha por Konoha —susurró Hashirama antes de que todos los presentes se esfumaran.

     —Debería sentirme mejor, pero lo único que siento es que voy a desmayarme... ¿Merece la pena seguir luchando? —Se preguntó a sí misma.

     Nanko cerró los ojos y pensó en todas las personas a las que les tenía un mínimo de aprecio. No podía fallarles, no se lo perdonaría si lo hiciese. Shinki era alguien que al que le guardaba cariño y, ahora sin su padre, solo ella podía detenerlo. Ella era la única capaz de proteger a Konoha con Naruto en un estado tan vulnerable. Boruto también había resultado herido en la batalla, al igual que su hermana, no podía dejarles tirados.

Eternal | La hija de SasukeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora