Capítulo 2: Todo acaba.

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     Nanko era mundialmente conocida como la traidora de Konoha, sinceramente, se lo esperaba, pero, en el fondo de su corazón, quería que Naruto parase con toda aquella farsa. Cosa que, si era honesta consigo misma, sabía que no pasaría. Los periódicos se habían hartado de decir que le venía de familia, que su tío era Itachi y que su padre era Sasuke, que qué podían esperarse de ella.

     La Uchiha caminaba por las calles de la Aldea de la Lluvia. Llevaba una capa con capucha para cubrir su rostro. Deambulaba por un lúgubre callejón, esperando que nadie se fijase en su presencia.

     Una mano agarró su hombro, aplicando el suficiente chakra como para partirlo en minúsculos pedazos. Nanko, reprimió un grito y se dio la vuelta con chakra en su otro puño. Golpeó la barriga del sujeto e intentó huir de la escena, lo que menos necesitaba era llamar la atención. Otro hombre, más corpulento que el anterior, corrió hacia ella, intentando atacarla.

     —¡Mangekyou Sharingan! —exclamó, activando su poder ocular. Antes de poder hacer nada, sintió como una aguja se clavaba en su cuello. No tenía más opción que utilizar su Susanoo, lo activó e hizo que todas las personas presentes retrocedieran varios metros. La sustancia inyectada en su cuello, comenzó a emborronar su visión.

     Respiró hondo y empezó a escabullirse entre los edificios derrumbados por su Susanoo, el cual se iba desvaneciendo poco a poco.

     Al cabo de unos minutos, llegó a su casa, desmayándose y cayendo instantáneamente al suelo.

     Sasuke y Naruto, habían ido a visitarla, lo hacían una vez cada dos meses para dejarle dinero y comentarle cómo iban las cosas por la aldea. Al entrar en el edificio, quedaron atónitos; Nanko no era de las que dormía en la entrada. Naruto la cogió y la subió a su habitación para tenderla en la cama.

     Los mayores, supusieron que simplemente se había desmayado por el cansancio, así que la dejaron descansar bastantes horas.

     —Nanko no se despierta... —susurró su padre.

     —Déjala, debe dormir, ya has visto lo que pasa cuando no lo hace —contestó el Uzumaki.

     —No lo entiendes, Nanko tiene insomnio. Apenas puede estar cinco horas sin despertarse. Algo no va bien —afirmó Sasuke.

     —Digo yo que si estás muy cansado dormirás más. Cuando se despierte, hablaremos con ella —dijo el rubio, sonriendo.

     —Voy arriba, creo que necesitará a alguien cuando despierte. —El Uchiha subió a la habitación de su hija, que seguía sin despertar.

     Las horas pasaban y pasaban, Naruto había tenido que enviar un clon a Konoha para quedarse allí, y Sasuke ya empezaba a preocuparse. Gracias al viento que entraba por una ventana abierta, el pelo de la Uchiha se movió, dejando ver unas marcas de inyecciones.

     —¡Naruto! —exclamó Sasuke. El nombrado corrió y se posicionó a su lado.

     —¿Pasa algo? —preguntó el Séptimo. El Uchiha señaló el cuello de su hija—. ¿Agujas?

     —Ha pasado algo, Nanko no se desmayaría por cansancio, la han drogado —dijo su padre—. Debemos comunicárselo a Sakura, que traiga a alguien con el Byakugan y que envíen los resultados al laboratorio.

     —Espera, no podemos hacer eso, se darían cuenta de que es Nanko —habló Naruto. Sasuke agarró el cuello de la camisa de su amigo y lo estampó contra la pared.

     —La vida de mi hija está en juego por tu culpa, ¡por cargar demasiado peso en sus hombros! Ahora vas a pagar por ello, cueste lo que cueste. Trae a Sakura y a Hinata, ¡ellas quieren a Nanko! ¡Ignora el laboratorio si quieres! Pero trae a alguien —bramó Sasuke. Naruto asintió mientras tragaba en seco.

     —Lo intentaré. —Sasuke lo soltó. —Las llamaré cuando despierte, no quiero que se sienta abrumada por la situación. Espero que no te moleste la pregunta, pero ¿qué pasa si no despierta?

     —Nanko es fuerte, sé que lo hará. —El Uchiha suspiró cansado, ¿cuándo había dejado que las cosas se torciesen tanto?

     —Iré abajo de nuevo, voy a hacer algo para cenar. Espero que Nanko tenga comida, de veras —dijo Naruto. El Uchiha asintió aunque la verdad era que no tenía mucha hambre. En cierta forma, todo ese asunto le ponía los pelos de punta. ¿Por qué iban a por su hija? ¿Había alguien que supiese que era el as bajo la manga de Konoha? Siquiera podía imaginárselo. Tampoco sabía cuánto tiempo llevaba su hija en el suelo. Cada vez que intentaba pensar en qué le había pasado, solo conseguía sentirse peor.

     Miró el brazo izquierdo de su hija, su hombro no parecía estar demasiado bien, Sakura debería estar allí, ella sabría qué hacer.

     Naruto lo llamó desde abajo, por lo visto, se había encontrado unas legumbres que Nanko no se había comido.

     —¿No crees que si Nanko no se las ha comido todavía es por algo? —preguntó Sasuke, mirando unas lentejas que, en vez de ser marrones, eran amarillentas.

     —Si no comes esto, no comerás nada. Creo que había salido a comprar, y con razón. —Hundió la cuchara en el plato y se la llevó a la boca. En seguida, su cara se tornó roja. —¡Pica!

     —Quizá llevan curry... a Nanko le gusta el picante —comentó Sasuke, acercando el plato a su nariz—. Es tabasco, de Sunagakure, por eso son amarillas. Su tabasco es el más picante del mundo. —Naruto acercó su boca al grifo y empezó a beber agua rápidamente.

     De repente, se escuchó un grito arriba. Los adultos corrieron hacia la habitación de Nanko y la encontraron de rodillas en el suelo con las manos ensangrentadas.

     —¿Qué ha pasado? —preguntó Sasuke, intentando tocar a su hija. Ella se apartó abruptamente.

     —¡Llama a Tsunade! ¡Llámala! —gritó Nanko, abrazándose a sí misma.

     —¿Por qué? —cuestionó esta vez Naruto.

     —¡Porque no puedo usar mi chakra! —chilló esta vez intentando activar su Sharingan, sin éxito alguno.

     —¡Ves a por Sakura, Naruto! —ordenó su padre.

     —¡Ves a por Sakura, Naruto! —ordenó su padre

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Eternal | La hija de SasukeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora