SNK: -"la última bruja"
el clan Ilazki era uno de los mayores misterios para todos los que alguna vez preguntaron sobre el mismo. nadie sabía con certeza las atrocidades por las cuales las mujeres de ese linaje habría pasado pero si se tenían rumore...
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0.8.
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Titanes
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Shiganshina era realmente uno de los distritos más hermosos, si quizás habría mejores pero ella nunca salió de aquel lugar así que no tenía idea de cómo era fuera de Shiganshina. La mejor hazaña que había hecho fue entrar a la muralla María para ir junto con Armin, Mikasa y Eren a un árbol en dónde solían pasar la tarde completa, el problema era que actualmente ya no podía hacerlo tan seguido como antes.
—¡Es asombroso! ¿Crees que esto sea cierto, Armin?
la voz cálida y calma de la joven adolescente de quince años llenó los oídos del más pequeño que estaba sentado a su lado mirando el libro en el suelo. Podían pasar horas en esa posición, a ellos no les importaría en lo más mínimo pues preferían estar juntos leyendo el libro en el suelo a hacer alguna otra cosa.
—¡Así es!— exclamó él rubio con emoción levantando sus brazos hacia arriba, arrancando una risa ahogada por parte de la mayor. —Ahí fuera hay mucho más, sobre todo agua, ¡Agua salada!
—¿Agua salada? Mira que maravilla.
—Algún día me gustaría ir, ver el mar.
—¿Así se llama? "Mar" no me parece un nombre para el agua salada— cuestionó con una sonrisa, viendo como el pequeño arrugaba su nariz pensativo. —Por cierto, ¿de dónde sacaste el libro?
—Era de mis padres, se supone que nadie debe saber que lo tengo, es ilegal.
abrazó sus piernas lentamente, notó como los ojos verdes de la mayor fueron hacia él apoyando su mejilla en sus rodillas, con cuidado pasó de hoja para ver las ilustraciones que poseía. Era hermoso. ¿Realmente era como en el libro?
—Bueno, ahora yo sé que tienes el libro ¿Debería castigarte por tener esto aquí?
Susurró acercándose al pequeño en busca de picar su mejilla con amabilidad, la risa del menor se dejó escuchar luego de que Amaya atacará su estómago con sus dedos. Las cosquillas eran siempre un buen castigo para cualquier pequeño que guardará secretos ilegales, aún que realmente ella solo quería hacerlo reír un poco.
—¡Amaya, espera!
—¡Claro que no!— replicó entre risas, se detuvo en cuanto creyó que fue suficiente, no quería matarlo u dejarlo sin aire. —Vamos, respira.
