Epilogo

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—No es una buena idea, no confío en ti. —ya no sabía de que manera explicarle esto.

Desde que mi familia se enteró de que me casaría, las llamadas de mi madre se volvieron tediosas, tratando de meter la nariz en cada preparativo, ella no comprendía la idea de algo sencillo.
Pero no era lo peor, después de todo era su única hija y podría comprenderla, algo que no podía hacer con Esther, quien insistía en ser dama de honor.

¿Acaso no tenía ni un poco de maldita vergüenza? Yo misma la había encontrado coqueteando con Jagger.
Era mi archienemiga, hacerla dama de honor, sería como si yo misma boicoteara el día más importante de mi vida.

—Siempre dices que no quieres separar a la familia, bueno, demuéstralo.

—A ti no tengo nada que demostrarte, por mí puedes pensar lo que te venga en gana. Mi decisión es definitiva, no hay manera en que te permita ser una de mis damas. Olvida esa locura.

—Eres tan egoísta.

—En eso tienes razón Esther, soy egoísta y por eso mismo, no te permitiré salirte con la tuya, no en esto.

—Veremos si sigues con esa idea mañana. —fue lo último que dijo antes de terminar la llamada.

Estaba loca si creía que lo conseguiría, no iba a permitir algo por el estilo, antes le pediría a Jagger que hagamos una ceremonia intima donde solo estuviéramos los dos.
Pero nadie lograría hacerme cambiar de opinión, no en esto.

Había pasado semanas buscando el vestido perfecto, eligiendo junto a Jagger cada detalle, que hiciera de nuestro día especial, como para ahora traer a esta araña a esparcir su veneno sin  importarle nada.
¡No! No iba a arruinar mi boda.

Dejé el teléfono sobre la cómoda y fui en busca de Jagger, era el único capaz de quitarme esta inseguridad ahora.
No tarde en encontrarlo, estaba comiendo un sándwich, mientras con su otra mano mezclaba el café.

—¿Disfrutando tu día libre? —pregunté, abrazándolo por la espalda, apoyando mi mejilla contra su cálida piel.

—No mucho, estaba pensando en que podríamos volver a la cama, al menos unas horas más.

—Si volvemos a la cama luego no querrás levantarte y para tu mala suerte, tenemos que ver al dueño del salón y ultimar los detalles para mañana.

—¿Un ratito? —se volteó, bajando un poco la cabeza, para estar a mi altura. —Vamos amor, podemos llegar tarde.

Y ahí estaba cediendo, demostrándole que no conocía la fuerza de voluntad cuando de él se trataba.

                     (***)

—Hija estas preciosa. —exclamó, con los ojos llenos de lágrimas mi madre.

La verdad es que me sentía de esa manera, estaba deslumbrante y se lo atribuía a la felicidad que Jagger me hacía sentir. 
Tenía todo listo, mi vestido nuevo, un colgante con una flor de no me olvides, que representaba lo azul. Llevaba una pulsera de mi madre, simbolizando lo prestado y por último, llevaba una vieja tobillera, que guardaba desde hace años.

Estaba lista para caminar ese pasillo y llegar con el hombre que amaba.

—Estoy tan nerviosa—confesé, sintiendo como un nudo se formaba en mi estómago. — ¿Y si tropiezo frente a todos?

—Tu padre no permitirá que suceda algo así.

—Me voy a casar. ¡Me voy a casar! —Suspiré, antes de comenzar a aplaudir y saltar en el lugar.

—Cálmate hija o podría darte algo.

—Estoy lista—declaré y lo estaba.

Tomé el ramo de margaritas y caminé hacía la puerta, esperando a que ella decidiera ir en busca de mi padre.
Cuando lo hizo, comencé a pedirle a cada santo que me escuchara, que impidiera que tropezará o que algo malo sucediera.

—Rain estas… —mi padre me miró y creí ver lágrimas en sus ojos, pero tan rápido como llegaron, se fueron. —muy hermosa.

—También estoy muy nerviosa, ansiosa y feliz. Quiero ver a Jagger y poder casarme de una vez.

—Entonces ¿Lista? —Preguntó, dándome el brazo.

—Mucho más que lista. — me aferré a él y comenzamos el camino.

Al segundo en que nos vieron, el vals comenzó a sonar y cada una de las personas voltearon hacía mí, pero mis ojos solo veían al chico que me esperaba al final. Podría perderme muchas veces en esa mirada.
A medida que avanzaba podía distinguir a las personas en las filas, casi corrí a abrazar a Valery, cuando la vi, pero pude mantener la compostura.

El único momento en el que mi sonrisa decayó, fue cuando vi a mi prima, parada entre las damas de honor. Al parecer iba a salirse con la suya, pero si hacía algo para arruinar esto, no me iba a importar que fuera mi familia, la mataría.
Siempre supe que debíamos dar segundas oportunidades, pero ya le había dado tantas, que había perdido la cuenta.

La alejé de mi cabeza cuando llegué a la altura de Jagger, de hecho lo alejé todo.

—¿Estas lista amor? —asentí, negué y volví a asentir, antes de reírme de mis propios nervios.

—Creo que lo estoy ¿Y tú?

—Lo estoy.

Escuché con atención cada palabra que el cura dijo, en más de un momento, cedí a las lágrimas, pero es que era muy difícil resistirse. Tenía una gran acumulación de sentimientos, cada uno de ellos quería salir, mostrando cuan feliz me hacía este hombre.
Mientras escuchaba la pregunta decisiva, sabía que sí, que lo aceptaría en cada situación. Así este enfermo, pobre, malhumorado, no tenía nada que pensar, no había dudas, amaba a Jagger y lo que más ansiaba era que todos lo supieran.

—Acepto. —respondí viendo como su sonrisa aumentaba.

—Jagger Vanderham, ¿Acepta a Rain Farguson para amarla y respetarla en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, hasta que la muerte los separe?

—Acepto. —y sin esperar a las siguientes palabras se acercó y me besó.

Ahora éramos un matrimonio, estábamos unidos ante Dios  y ante todos. Me entregué a ese beso, sintiendo que todo había válido la pena. Cada traición, cada pelea, cada lágrima, todo ello me había traído a este momento, a él.
Fue extraño comprender que si pudiera cambiar algo, no lo haría, no cambiaría nada.

—Te amo Rainy, prometo cada uno de los votos y más, haré todo porque no tengas una sola razón para llorar, a no ser que sea de felicidad. —murmuró aún con sus labios cerca de los míos.

—También te amo Jagger, eres mi amor, mi mejor amigo, mi confidente, eres en quien más confío. Eres todo para mí.

Sonreí al escuchar al cura decir —Que lo que Dios ha unido, no lo separé el hombre.

No había manera que nos separen, quizás lo harían ahora para darnos las felicitaciones, pero enseguida volveríamos a unirnos.
Ni siquiera Esther arruinaría este momento, ya no podía y si lo intentaba, la haría comerse mi ramo.

Había recuperado a mi familia, me libré de la bruja mala, conservé a mis amigas y me quedé con el chico, todo luego de jugar con Jagger. Definitivamente, no dejaría de hacerlo en el futuro.

Jugando con JaggerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora