Capítulo Treinta y Seis 🌙

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El desayuno luego de el avistamiento con Duncan estuvo tranquilo, comentábamos unas cosas al asar con mamá mientras le conté superficialmente lo que pasó con el chico tatuado que un día se apareció a la salida de la preparatoria para montarme en su hombro y llevarme a rastras hasta su auto deportivo. Ella simplemente me escuchaba agregando un simple: —siempre te han gustado mayores que tú.

El resto de la mañana se pasó entre conversaciones triviales y alguna que otra anécdota del pasado cuando una pregunta me cayó como un vaso de agua helada.

—¿Cómo haremos con tu padr... Masson?— se corrige automáticamente. —Aún eres menor, no te puedo sacar del país sin su autorización y mucho menos del continente.

—Creo que ya sé que hacer. Tú no te preocupes por eso.

—Está bien.— responde no muy convencida. —¿Cuándo quieres que salgamos?

—Lo antes posible.— mi corazón está hecho un puño, la idea de dejar todo atrás hace que se me revuelva el estómago al punto de querer vomitar.

—De acuerdo, iré viendo departamentos para rentar, ¿te gustaría vivir en Estados Unidos?

—Hum, sí porqué no.— abandonar Europa para migrar a América no suena mala idea.

—¿Los Ángeles, Las Vegas o Nueva York?

—Nueva York creo.

—Pues entonces allí será.— comienza a teclear cosas en su portátil mientras mi corazón aún no recupera su ritmo normal.

Tengo mucha ansiedad y ganas de ya estar ahí, aunque otra parte de mí quiere quedarse aquí en Milán. Pero mis ganas de comenzar de nuevo son más grandes, a mis amigos puedo venir a visitarlos cuando quiera y ellos a mí, lo único material que dejaré aquí es mi auto, lo compré usado en diez bajas cuotas y recién he pagado dos...

—Te veo luego.— le informo simplemente a mi madre y salgo del hotel con un destino fijo.

Saludo a Emma en el camino y le marco a Andrew apenas me subo al coche.

Hola, bicho. ¿Qué tal?

Oye, ¿estás en casa?— ignoro por completo sus palabras sintiendo aún mucha más ansiedad al pedir el favor en voz alta, ese favor que me hace estar más cerca de irme del continente.

¿Acaso no te han enseñado a saludar?

Lo lamento. Hola, Andy. Estoy bien, ¿y tú?— pregunto con mucho sarcasmo.

Sí estoy en casa.ahora es él quién me ignora.

En diez minutos estoy ahí. Prepárate para la idea más loca y estúpida que pude decir y hacer.

Lo dudo.— corta la línea.

Paso el cambio a quinta y le subo el volumen hasta hacer que los parlantes retumben. Si voy a dejar esta bella ciudad para siempre, planeo hacerlo con una despedida grande, una a lo Blake Masson.

Hace mucho no asisto a una fiesta grande, de esas que si están en una urbanización los vecinos llaman a la policía y si las realizan en un descampado alejado terminan cuando sale el sol.

—¿Cuál era tu idea tan loca?— pregunta Andrew sentándose en el sofá luego de abrirme la puerta. Pude haber abierto yo con mis llaves pero me las olvidé en el hotel.

Me siento también y me recuesto sobre él. Sus dedos se pierden entre las hebras de mi cabello.

—Me iré a vivir a Nueva York con Estela.— suelto como si tuviera vómito verbal.

Rompiendo LímitesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora