Capítulo Veintisiete 🌙

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Blake

Me duele horriblemente la cabeza, siento un hambre de mil demonios y mi boca está pastosa. Por suerte, o desgracia, no recuerdo nada de anoche y pretendo que se quede así, abro un ojo con lentitud para que se adapte a la tenue luz que entra por la ventana; cuando ya tengo abiertos ambos, trato de levantarme pero no puedo, un brazo tatuado y de al menos diez kilos me lo impide, volteo para poder apreciar el rostro de Duncan durmiendo boca abajo pacíficamente, su semblante está relajado, nada de arrugas en su frente como cada vez que algo no le gusta y frunce el seño al mismo tiempo que estira los labios hacia arriba, o como cuando quiere que haga algo que él quiere y arruga la frente para convencerme. Saco su brazo de mi cintura con cuidado de no despertarlo y me incorporo en la cama para poder ir al baño como la acción más urgente del día.

—¿Adónde vas?— sus ojos siguen cerrados e igual que cuando lo observé hace tres segundos.

—Al baño, ¿quieres algo?— pregunto amable mientras me pongo de pie.

—Que te acuestes de vuelta conmigo— abre las sábanas con su brazo extendido.

—Me estoy haciendo pis— comienzo a caminar dándole la espalda.

—Blaaake— pronuncia mi nombre como un niño pequeño cuando quiere que le hagan un capricho. —vuelve a la cama— palmea el lugar libre mientras sigue con su show.

—¡Estoy en el baño!

—¡Apúrate!

—¡Sí, claro, ahora le pido a mi vejiga que expulse la orina más rápido!— le devuelvo el grito un poco de mal humor. —Imbécil.— murmuro bajito para que no me escuche y así no iniciar una discusión.

Ya no responde y yo aprovecho para darme una ducha lenta y refrescante para ver si así se me quita el dolor de cabeza. Abro la regadera y me quedo allí al menos diez minutos antes de realizar la rutina de baño; cuando ya salgo lista y envuelta en una toalla, camino hasta mi cuarto para poder ponerme ropa interior y la camiseta de Duncan que dejó aquí hace algunas semanas ya. Lo observo para asegurarme que está dormido para ir a desayunar algo, mi panza lo pide a gritos. En la cocina busco entre los cajones alguna aspirina para aliviar mi malestar y la trago con un poco de agua. Luego me preparo unas tostadas con huevo revuelto y café. Preparo comida de más para que cuando se levante la princesita aún haya comida, lo sé, soy muy considerada.

Revuelvo los huevos antes que se peguen cuando siento unos brazos rodear mi cintura con fuerza y una cabeza reposar en mi hombro. Sigo con lo que estaba haciendo ya que le falta tan solo segundos al huevo para que se termine de cocer, apago la cocina y le devuelvo el abrazo por encima de sus anchos y musculosos hombros.

—No volviste a la cama.— pronuncia lento sobre mi oído y con una voz muy ronca. ¡Santísima virgen, protege mi cabeza de pensamientos lujuriosos!

Enderezo mi cabeza para poder observarlo a los ojos y despejar mi mente. —Me moría de hambre.— entrelazo mis dedos en su largo cabello. —Me gusta más cómo te queda sin tanto gel— digo mientras sigo estirando sus lacios cabellos.

—Lo sé, pero no puedo presentarme tan informal, lo sabes.

—Hoy no uses, me gusta tu cabello así.— sonrío debido a que cierra los ojos bajo mi tacto. Los abre lentamente y me mira a los ojos.

—De acuerdo.— me da un beso casto en los labios y me toma de las manos. —Vamos a desayunar, los huevos se enfriarán.— Asiento y sirvo dos tazas con café mientras él lleva las tostadas y los huevos a la isla para poder desayunar. —¿Qué quieres que hagamos hoy? Tu padre ha salido de la ciudad y no vuelve hasta dos días.

Rompiendo LímitesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora