Capítulo Catorce 🌙

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(La imagen es a representación)

(...)

Así pasamos las siguientes dos horas, comiendo pizza, tomando cerveza, conversando y viendo tv, hasta que papá llega. Al principio se ha sorprendido de que Duncan esté acostado en el sillón frente al mío, pero de todas maneras no ha dicho nada.

—Bueno, hija. Cuidate por favor, ¿sí? Te amo, no lo olvides.— me da un beso en la coronilla. —Cuidala.— se dirige a mi guardaespaldas y se despide de él con un apretón de manos.

—Con mi vida, señor.— con mi padre lo observamos con los ojos abiertos. ¿A qué ha sonado eso? —De eso depende mi trabajo, ¿no?— agrega ante nuestros rostros.

—Sí, como sea. El lunes más tardar estoy aquí. Nada de fiestas otra vez, Blake. No hagas que pierda la confianza en ti.

—Ya vete, pesado.— le doy un beso en la mejilla y lo abrazo. —Ten mucho cuidado, papá. Te amo.

—Yo igual, amor.

—Oye, traeme algo de Alemania. ¿Quieres?

—Me lo pensaré.

Río un poco negando con la cabeza. Mi padre agarra la última porción de pizza y camina hasta su coche con la porción en mano. Ya saben de dónde he heredado comer tanto... Oh, sí, casi lo olvidaba. ¿Recuerdan que mi tía había dicho que un tal Hunter traería el deliveri? Pues, era Hunter, mi amigo de la infancia. El que ha venido a París junto a Nigel luego de que Andrew lo haya hecho. Que loca es la vida.

—Hey, iré a dormir, ¿vienes?

Piensa la respuesta unos segundos hasta que accede. Sube detrás de mí las escaleras y entra conmigo a alncuarto. Me saco la ropa frente a él y me pongo mi pijama, este consiste en una remera que Jake se olvidó y nada más. Me meto en la cama del lado derecho, Duncan se desviste quedando en calzoncillos y se mete también con rapidez.

—Carajo que hace frío.— dice tapándose hasta el cuello.

Se siente tan raro compartir momentos así con una persona tan seria como lo es Duncan, jamás me imaginé tener un guardaespaldas ni mucho menos dormir juntos ni hasta admitir que me llevo bien con él.

—¿No será demasiado incómodo que me recueste en tu pecho?— ya está, ya hemos roto muchas barreras.

—¿Qué más da? Hace frío.— dice como escusa.

Sonrío y me acomodo en su pecho rodeando su duro abdomen con mi brazo y él rodeando mi cintura con el suyo. Recién ahora me doy cuenta de todos los tatuajes que tiene. Enciendo la luz de la lámpara que reposa en la mesa de noche, y me quito de su pecho para verlos con claridad.

—¿Qué significa?— delineo con mi dedo el que abarca más en su vientre y parte de su pecho.

Es una especie de diosa.

—Algún día te diré.

—¿No te gusta hablar sobre ellos?— comienzo a delinear otro.

—No mucho. No todos tienen un significado especial, algunos me los he hecho porque simplemente me gustaban.— acaricia mi cabello pasando sus dedos a través de las hebras que caen al rededor de mi rostro.

—Entiendo.— me acerco a su boca lentamente, y lo beso con tranquilidad.

Él responde el beso casi de inmediato con las mismas intenciones que yo, un simple beso. En lo mejor, cuando nuestras bocas coordinan a la perfección y nuestros labios se apoderan el uno del otro, mi móvil suena indicando la llegada de un mensaje. Separo mi boca de la suya abriendo los ojos antes que él y puedo observar sus largas pestañas; cuando los abre puedo apreciar sus ojos grises.

Rompiendo LímitesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora