Capítulo Veinticinco 🌙

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Blake

Mirar el techo del coche durante al menos dos horas no es para nada divertido, la espalda me está matando y ahora que me he relajado un poco puedo percibir dolores en mis pies por haber corrido descalza entre la maleza y varios rasguños.

—Ya puedes bajar.— mi mente iba tan inmersa recreando las escenas de hace una semana, una y otra vez que no sentí cuándo aparcó el coche.

—¿Dónde estamos?

—En un hotel.— dice de forma burlona y divertida con una pequeña sonrisa en sus labios.

—Ja-ja, no estoy para chistes, Duncan.— salgo del vehículo sintiéndome repentinamente muy triste y agobiada por la inmensidad del aparcamiento.

Duncan también sale del auto y camina hasta mi lado, pasa un brazo sobre mis hombros y caminamos hasta la gran puerta del hotel. Mi apariencia no es tan desastrosa, tengo un agujero en la remera y el jean sucio, nada más; y descalza, para recordar. En cambio, él va vestido de lo más normal, no lleva el pantalón cargo con estampa militar ni el gran chaleco antibalas que traía puesto cuando nos encontramos en la carretera, cuando había logrado salir de la casa de Caleb... Caleb. Un gran escalofrío recorre todo mi cuerpo al recordar lo que me había dicho tiempo atrás... Salgo de mi ensoñación cuando oigo a Duncan llamarme, luego le preguntaré cuándo se cambió.

—¿Quieres que lleven la comida ahora o más rato?— me pregunta con ojos curiosos.

—Como tu quieras, de todas formas no tengo hambre— trato de sonreír lo más creíble posible y camino hasta el ascensor.

Lo único que quiero en este momento es bañarme y dormir un poco, me siento tan exhausta tanto física como mentalmente. ¿Qué le diré a mi padre después de todo esto? Ni siquiera sé si quiero saber de él. Tanto tiempo siendo nosotros dos y resulta que todo mi sufrimiento lo causó él por codicia. Qué hipócrita.

Entramos a la habitación y Duncan le pone traba a la puerta, examina la habitación en busca del baño, ya que tiene en mano una toalla. Yo simplemente me desalojo de toda mi ropa una vez en el cuarto de baño y me meto bajo la regadera con él a mi lado, dejo que el agua caliente caiga por mi piel y siento miles de escalofríos a la vez. Inclino la cabeza hacia abajo dejando que mis pensamientos caigan y se vallan por el drenaje al igual que el agua, unas manos que no son las mías me abrazan por la espalda dejando sus manos enroscadas en mi vientre y apretando con fuerza. Volteo y dejo que Duncan me abrace, y aunque tengo la intensa necesidad de llorar y desmoronarme, no lo hago. Estoy cansada de ser débil, de tener que depender de los demás para sentirme segura, ya no más.

Reposo mi cabeza en el hombro desnudo y mojado de Duncan y simplemente nos quedamos en silencio, él con sus manos sobre mi cintura abrazándome y yo con mis brazos estirados hacia abajo, ni siquiera sé qué parezco, sólo quiero paz durante un tiempo.

—¿Quieres hablarlo?

Niego con la cabeza, me alejo de su cuerpo y comienzo a asearme, siento que ha pasado una eternidad sin poder hacerlo. La ducha transcurre en silencio, ninguno de los dos pronuncia palabra alguna y lo agradezco demasiado; cuando terminamos, nos sentamos en la cama, aún sin hablar, prende un cigarrillo y me extiende otro.

—Creí que no fumabas.— lo acepto y le doy una calada casi con frenesí.

—No lo hago, pero me dijeron que esta mierda relaja, pero no es cierto. Ni siquiera sé cómo haces para fumarlo, es una porquería— comienza a toser desenfrenadamente haciéndome reír.

—También me pasó lo mismo al principio, con el tiempo ya te acostumbras y dejas de toser.

—Con respecto a lo que nos pasó, debo pedirte unas disculpas muy grandes. Mi trabajo era cuidar de ti y fracasé en ello, perdón, Blake, de veras, me arrepiento tanto de todo lo que te pasó.— el arrepentimiento y culpa es evidente en sus ojos.

—No es tu culpa que nos hayan chocado ni que me hayan secuestrado, no podías hacer nada, Duncan. Deja de martirizarte por algo de lo que no tenías control ni chance alguna de poder hacer algo.

Dejo el tema por terminado al momento de correr las sábanas y meterme debajo de ellas. El hecho de imaginarme haciéndole frente a mi padre por ser tan farsante hace que me ponga muy nerviosa y las manos comienzan a sudarme; la vuelta a casa va a ser muy diferente. Es más, me iré de ese lugar y buscaré algún otro sitio para vivir, no quiero compartir el techo con el responsable de la muerte de mi hermana, ella no lo merecía. De repente, la ira me inunda y mi corazón se acelera, es que, no me entra en la cabeza. ¡Por culpa de mi padre mi hermana está muerta! ¡Por su culpa! Mis manos se forman puños al mismo tiempo que en mi cabeza se crean miles de escenas en las cuales todas tienen algo en común: le digo todo lo que pienso a mi padre y me voy de su casa.

—Ya basta, deja de pensar. Te haces daño sola.— su brazo pasa sobre mi cintura y me proporciona calor.

—Tú no lo entiendes, Duncan. No podrías, no estás en mis zapatos, no sabes lo que siento, lo que pienso, lo que quiero. No me digas que hacer.

Me levanto de la cama y agarro otro cigarrillo de la cajetilla. Lo enciendo en el balcón y trato de relajarme. ¿Cómo se atreve a decirme qué es lo que tengo que hacer? ¿Cómo? Es completamente ajeno a todo, sobrepasó la línea al decirme eso. Imbécil. Estoy tan alterada y colapsada emocional y moralmente que cualquier cosa hace que esté a la defensiva y me invadan las ganas de llorar, hasta de lanzarme de este mismo piso.

Apoyo la espalda en la barandilla del balcón y observo la habitación por primera vez desde que llegamos tratando de distraer mis pensamientos. El lugar es lindo, está bien decorado para tener solamente una habitación y un baño; después de todo, es una habitación de hotel para pasar la noche. Sigo examinando las paredes con mis ojos hasta que algo en particular capta mi atención: es un mini bar. Camino hasta él y agarro una botella de vodka ruso y otra de ron. No lo dudo y destapo la de vodka, le doy un gran y largo sorbo para pasar todo tipo de amarguras. El líquido quema por completo mi garganta, y por el contrario de dejar de beber, le doy otro trago más. Aún de espaldas a la puerta, puedo oír cómo es abierta y cerrada al cabo de unos minutos. Supongo que Duncan ha salido, ni siquiera sé qué es lo que hará, y para ser sincera, tampoco me interesa.

De la mesita de noche, tomo los cigarros y me siento en el balcón una vez más, pero esta vez a beber hasta perder el conocimiento. Me lo merezco después de todo.

Rompiendo LímitesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora