Capítulo Cuatro 🌙

5.6K 231 2
                                    

Decido usar algo simple y cómodo, y la mejor idea es un jean tiro alto azul con una remera de algodón color blanca y unas zapatillas planas negras. Para mi cabello decido dejarlo así no más, y por último, me aplico un poco de rímel como toque final. Reviso mi mochila para asegurarme de que no me falte nada, agarro los auriculares blancos de la mesita de noche y los guardo en el bolsillo frontal de la mochila negra adornada con chapitas estampadas de diferentes motivos; mi favorita es la de un panda que me regaló mi padre hace un mes. Salgo de mi habitación encontrándome con Duncan afuera.

—Mira, Duncan, se ve que te tomas tu trabajo muy enserio pero, ¿no crees que esto es excesivo? Tus ojeras te van a llegar al piso y además esta casa no es lo suficientemente grande como para que me pierda, y si alguien llegase a entrar, se oiría. Ya relájate. Me estresas.

Camino hasta la cocina dejando atrás al guardaespaldas, que raro se siente decir "guardaespaldas" y no me gusta. Solo han pasado menos de veinticuatro horas y ya me siento agobiada por su cercanía. No estoy acostumbrada a que alguien esté conmigo más de cuatro horas seguidas, cinco como mucho. Bella es la excepción. Jake y Andrew también; hablando de Andrew, ¿qué habría querido anoche? Sea lo que sea hoy lo averiguaré. Será divertido llevar a Duncan a ese barrio de mala muerte, seguramente se pondrá histérico y me cargará al auto como ayer a las afueras de la heladería...

Salgo del trance pensativo en el que quizás haya estado unos diez minutos y saco una manzana de la fuente tejida con mimbre dándole un bocado, saco otra y la guardo en la mochila. Enciendo la cafetera una vez que le puse el café y el agua para que se haga y espero impaciente. Cuando ya la infusión está hecha, la coloco en la taza blanca que papá siempre usa y el resto lo vierto en mi taza. Así solamente, sin azúcar. La de él se lo dejo sobre la mesa junto a una porción recién cortada del pastel de chocolate que anoche se ha salvado de mí.

Siempre tenemos pastel en el refrigerador, si no es hecho por mí, es comprado en la panadería de Mónica, sus productos son los más ricos y con ese sabor que pareciese casero, y no es por publicitar sus cosas, pero es la verdad. Benditas sean sus manos. Creo que dejaré de asistir a la iglesia... pido bendiciones para cualquier cosa.

—¡Papá, tu café ya está listo!— grito para que se despierte y venga a desayunar, o mejor dicho, se levante.

Camino hasta la puerta y del perchero saco la chamarra que usualmente llevo a la preparatoria color gris, y cuelgo la mochila que había agarrado del sofá en mi hombro. Agarro mis llaves y salgo rumbo a mi infierno personal aunque creo que es el infierno de la mayoría de los alumnos. ¡No tengo pruebas pero tampoco dudas! Necesito mi auto. En la tarde hablaré con mi padre acerca de ello, si es necesario me conseguiré un trabajo, pero necesito urgentemente mi hermoso, precioso, divino, glorioso auto. Salgo del porche y camino tres cuadras a la izquierda, en la cuarta casa, toco la puerta con intensidad haciendo que Bella abra de mal humor y preocupada por no haber despertado a sus padres.

—¿Qué mierdas te he dicho de golpear así la puerta, he?— dice enojada muy cerca de mi cara.

—Malos días para ti también.— respondo yo de buen humor.

—Ya vámonos.

La sigo y caminamos juntas hasta la preparatoria, solamente son dos calles más pero, la pereza es mayor. Por eso necesito mi auto. Urgente.

—¿Ya se te ha...

—Chist, ni lo menciones.— sí se me ha pasado el enfado, pero quiero dramatizar un poco más.

—Bien, hoy tenemos educación física en la primera hora, ¿lo recuerdas?— ¿algo más para que mi día empeore?

—¡Mierda!— ambas nos damos vuelta para ir de nuevo a la casa de Bella y poder dormir una hora más cuando el gran cuerpo de Duncan nos intercepta.

—¿Adónde van, chicas?— cuestiona separando sus brazos hacia los costados formando barreras. Suspiro sonoramente. ¿Por qué siempre hablo antes de tiempo?

—Vamos.— ordeno retomando el camino que con anterioridad llevábamos.

(...)

¡La mañana ha sido una mierda! En gimnasia el estúpido profesor me ha puesto en el equipo de las porristas y tuve que jugar quemados con ellas, luego tuve matemática, historia, trigonometría y francés. Lo repito, una completa mierda. Salvo por matemáticas, amo esa materia. Camino con Duncan detrás, quien por cierto me siguió por los pasillos del instituto, hacia mi casa de nuevo. Bella no se sentía bien por lo que la retiraron antes de tiempo. Qué afortunada.

—Oye tú, la linda de culo grande.— ignoro los comentarios de esa persona desconocida. Aunque sí se me hace conocida... —Claro, ahora como vive en la ciudad se olvidó de sus amigos.— sonrío sin poder evitarlo. Ya sé de quien se trata, pero decido ignorarlo y ver qué sucede. —A la vieja escuela.— le escucho susurrar cuando, en un abrir y cerrar de ojos me encuentro sin mochila y estirando mi pie hacia su dirección.

Duncan reacciona de manera violenta y se intenta abalanzar sobre mi para "protegerme", pero yo al ser más pequeña, soy más hábil que él y sus cien kilos de puro músculo. Me tiro sobre el cuerpo del muchacho roba-mochilas y comienzo a darle besos por toda la cara.

—Idiota— beso de por medio, —te— otro beso, —mataré— beso, —por no avisarme— un beso en cada ojo. —que vendrías.

Una carcajada brota de su garganta. —Era una sorpresa, Blake. ¡Sorpresa!— dice poniendo sus manos a cada lado de su rostro y extendiendo sus dedos mientras los sacude.

—¿Han venido todos?— pregunto emocionada como cuando en la noche de navidad recibías tus regalos de pequeña.

—No, sólo yo.

—Peor es nada.— me encojo de hombros feliz.

—Oye, ¿quien es él?— apunta a Duncan. Hasta el momento me había olvidado de él.

—Oh, emm... él... sí claro.— comienzo a titubear ante mi respuesta. —¡Si te ríes te pegaré!— le advierto con coraje.

—Claro.

—Es mi... guardaespaldas.— admito con vergüenza.

Sus cejas se elevan y parece asombrado. Aunque espero su risa. Nigel es una persona demasiado sonriente, todo es gracioso para él. Lo único que agradezco es que no sea así a la hora de ponerse serio.

—¿Disculpa, qué?— dice atónito.

—Un hombre que...

—¡Ya sé lo que es un guardaespalda, tarada! Es sólo que...— no completa su frase y comienza a reír a carcajadas de forma escandalosa.

Ruedo los ojos y le dejo allí con su ataque de risa, no voy a quedarme a ver cómo se burla de mi desgracia, suficiente con la vergüenza que pasé hace rato en el instituto.

—Oye, no te vayas, espérame.— su voz sale entrecortada debido a que aún sigue riendo. Estúpido.

—Duncan, dile a mi padre que no volveré hasta mañana.— él eleva sus cejas con gracia.

—Creo que no has entendido mi trabajo aún, niña. Yo debo seguirte a donde vallas y también puedo prohibirte ir si considero que es peligroso, no soy tu nana.

Ruedo los ojos por segunda vez y suspiro. No quiero que las cosas sean así hasta que mi padre decida que ya es suficiente, sé cuidarme sola.

—Como quieras.

(...)

En multimedia tenemos a Bella 🧡

Rompiendo LímitesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora