29. No cierres los ojos.

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Recupero el aliento.

–¿Jack?

–Estoy delante del instituto, te espero.

–P-pero..

Ha colgado antes de responder.
Ya estamos otra vez con tanto misterio.

El autobús no tarda mucho más en llegar a mí instituto, me despido de los gemelos con una tierna sonrisa antes de verlo ahí sentado en su moto, apoyado en el manillar y sujetando un casco extra, con su gran expresión de querer matar a todo ser vivo. Me acerco a él sin despedirme de Jacob o de Bertha, a ella ya la esperan sus amigas a la otra punta de la calle, todas observando los movimientos de Jack, embobadas.

Me resulta curioso el cambio de actitud que tiene Jack cuando está conmigo, delante de todos es el chico inteligente y seguro de si mismo que tiene a todo el mundo detrás, el popular, pero conmigo es distinto, se muestra oscuro y pasivo. El porqué, todavía lo desconozco.

–Vamos rápido. –lanza sin siquiera saludar.

–¿A dónde? ¿Por qué? –espero antes de subirme con él.

–Tienes que hacerme caso sin preguntar, o las cosas se pondrán feas. –luce preocupado –Tengo que llevarte a tu casa cuanto antes.

Un ligero escalofrío me sube por las orejas.

–¿A casa? ¿Pasa algo?

Cansado de mis preguntas, Jack me toma por la muñeca para tirarme hacia él y de un movimiento brusco y hábil a partes iguales me monta sobre su vehículo. Escucho su lengua chasquear antes de encender el motor para iniciar la marcha.

Me quedo atónita unos segundos hasta que mi mente reacciona, lastimosamente sólo me deja rodearlo con los brazos y esperar a que me lleve dónde él quiera. Tengo esa terrorífica curiosidad que me acompaña siempre que estoy con Jack.

Hay muchas preguntas por hacerle, sobre el señor,  su estancia en el hospital, su relación con Aiden, sus secretos.... Cada vez estoy más adicta a intentar descubrir los trapos sucios que ocultan  esa familia, la idea de que todo fuera un sueño cada vez se queda más atrás.

Oigo el motor de la moto apagarse poco a poco, efectivamente estamos en mi casa.
Bajo para quitarme el casco.

–Tienes que entrar. ¡Rápido! – casi grita.

No me he dado cuenta antes, pero la desesperación surca entre los ojos del pelinegro. Empieza a empujarme hacia dentro bruscamente, yo estoy totalmente desorientada.

–Jack, ¿Qué te pasa? -pregunto un poco más preocupada por su actitud tan extraña.

–¡Layla! No lo entiendes tienes que entrar antes de que sea tarde. –vocifera muy alterado.

Mantiene los ojos muy abiertos y parece que ni siquiera se haya peinado antes de venir.

–¡LAYLA, VETE!

Dice la verdad. Lo sé.

Sin dudarlo un segundo subo las escaleras que conducen hasta mi puerta a toda prisa, el ambiente que rodea a esos chicos que se han puesto en mi vida es peligroso, así que tengo que mantener la cabeza fría en estas situaciones.

Trato de meter la llave en la cerradura y giro con fuerza para ponerme a salvo del supuesto peligro que se halla fuera, aún no sé muy bien lo que pasa, pero ya no puedo ver a Jack al darme la vuelta, cosa que me altera aún más.

Consigo entrar por fin a mi hogar.

Y desearía no haberlo hecho.

Lo siguiente que escucho es el sonido metálico de mis llaves repiquetear contra el viejo suelo de madera.  Un grito aturdidor desgarra mi garganta.

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