26. Prenderle fuego a la lluvia.

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En resumen,

Lo he apartado de una cachetada.

Sí, puede que muchos piensen que éste haya sido un gran error, pero yo no.

Así que, me acaban de perseguir unos tíos, y Aiden me quiere besar, sinceramente -cómo persona madura y racional- no voy a compartir mi amor por alguien justo en esta situación tan aterradora, dicho de otro modo, no voy a ser una niña inmadura y tonta, cómo Aiden quiere.

Él me ha mirado atónito por unos segundos, cómo si nadie nunca antes lo hubiera rechazado  (que nunca lo han hecho), luego en su cara ha vuelto esa chispa de malicia típica en él y...y, con esa arrebatadora y malditamente atractiva sonrisa, con sus dientes blancos y rectos bien puestos. Me cuesta admitirlo, pero quiero agarrarlo por el cuello de la camisa y plantarle un beso en los labios sin saber porque. Quiero saborearlo otra vez.

Se ha frotado unos segundos el hinchazón en la mejilla con la mano, cerrando uno de sus ojos.

–Lo siento. –me disculpo, en verdad nunca antes había pegado a nadie, no me gusta la violencia – Me he pasado.

Se ha levantado de golpe ignorándome, está claro que los señores han desaparecido.

–Vaya, no sé que me sorprende más, que te hayas disculpado o que no esté entre tus piernas ahora mismo. Cada día me molestas más, sin embargo es adictivo. ¿Un poco estúpido, no?

–¿Quiénes eran esos tipos? –cambio de tema.

Otra vez, el rubio me ignora por completo avanzando unos pasos con cautela delante del muro y dirigiendo las mirada a las dos bandas de la calle para ver si hay compañía o no, se asegura de que la respuesta es negativa, pero igualmente retrocede hasta el punto inicial, dónde yo me encuentro, y se sienta a mi lado, con los codos apoyados en las rodillas y un aire agotado, cómo si el estar conmigo llevara mucho trabajo.

Aprovecho para colocarme en una postura más cómoda y rodeo mis piernas con los brazos, cómo un bebé, mientras dirigo la mirada hacia un espeso silencio.

—Oye, –rompe el buen ambiente tranquilizador con su pregunta. – ¿Por qué te haces eso?

–¿Hacer el qué? –levanto una ceja confundida.

–Hacerte daño a ti misma.

El oír esas palabras ha hecho que se me  erice la piel, no he hablado de ésto con nadie, y tampoco quiero hacerlo. Me pone muy incómoda. Agacho la cabeza un poco sin saber que responder, porque, en realidad Aiden sabe que este tema no me gusta que se toque.

–No voy a hablar de ésto contigo. –afirmo.

–¿Vas a esperar a morir desangrada para hacerlo? –que delicadeza – Muy inteligente.

Pienso unos instantes, y llego a la triste conclusión de que Aiden, es una de las personas que más secretos conoce de mí, y eso que nos llevamos terriblemente mal.

Así que suelto una gran bocanada de aire para reforzar mis agallas.

Y aquí es dónde cometo mi gran primer error, en todo el transcurso de la historia.

Voy a confiar en él.

Soplo acorralada antes de empezar–No lo sé. Supongo que para amortiguar el dolor emocional que siento, pues lo hago.–confieso.

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