1. Aquel verano cuando todo cambió.

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A veces nuestro pero demonio somos nosotros mismos, en esta ocasión el demonio eras tú.

ADVERTENCIA.

A simple vista esta puede parecer una historia bonita e infantil, pero no lo juzgues todavía, los primeros capítulos son más suaves, pero a medida que avanza la historia, se puede descubrir que no todo es lo bonito que parecía. Cada personaje está roto a su manera. Este no es un cuento dónde el amor predomina y gana ante todo, esto son mentiras, secretos oscuros que ocultar, hipocresía, drama y sobre todo NO CONFÍES EN NADIE, PORQUÉ NADIE ES QUIEN DICE REALMENTE SER.


PRÓLOGO.

Siempre he sido una chica perfecta.

Soy perfecta.

Soy lista, educada, amable con todo el mundo, divertida... Tengo muchísimas cualidades.

Nadie en mi mundo puede encontrar una sola falla en mi persona.

Hasta hace poco tenía una vida feliz, buenas amigas en mi instituto, una madre y un padre que me querían, una hermana con la que me perdía horas y horas jugando a avioncitos.

En resumen, toda mi vida era perfecta.

Hasta que un día simplemente dejó de serlo.

Todo por esa fecha, si tan sólo pudiera borrar ése dichoso número en el calendario nada de ésto habría pasado, o eso me digo para convencerme.

Recuerdo que llegué del instituto feliz, acababa de ganar un premio de matemáticas. Estaba dispuesta a enseñárselo a mi hermana para alardear de inteligencia, sí, éramos muy competitivas la una con la otra, solíamos serlo.

Entonces me encontré a Papá sentado en el sillón de casa, parecía una alma en pena, sus espesas ojeras era danzaban entre sus retinas rojas. ¿Papá había estado llorando? Imposible, él nunca lloraba.

Yo en ese momento no entendí nada.

Entonces me llevaron hasta un hospital. Por cierto, odio los hospitales. Desgraciadamente, no sabía por aquel entonces que iba a pasar mucho tiempo por ahí.

No fue hasta que ví a mi hermana tumbada en la camilla de la que sería su nueva habitación, sedada a más no poder, que me di cuenta que ese verano mi vida perfecta se empezaría a desmoronar a grandes cachos.

Lía era una niña risueña y alegre, no lograba comprender que a sus nueve años de edad le estuviera pasando algo tan horrible. Llevaba ya un tiempo con leucemia aguda, un cáncer que afecta a los glóbulos blancos.

Lloré, grité, me hice daño, sentí dolor, sentí rabia, sentí miedo. Cuando ella no miraba, cuando nadie lo hacía, me mataba lentamente. Pero solo un poquito cada día, no quería sentirme débil.
Me propuse seguir sonriendo a pesar de lo que le pasaba a Lía, porque en el fondo sabía que se iba a poner bien.  No se lo conté a absolutamente nadie.

Al día siguiente me desperté, como cada mañana fuí a desayunar mis tostadas con queso, esas tan ricas que siempre me preparaba mamá los domingos. Al menos eso me distraería de pensar en ese maldito hospital.

Fue en ese instante que llegó otra daga directamente hasta mi corazón. Aquella mañana no había desayuno en mi plato, tampoco encontré la sonrisa de "buenos días" que tanto me gustaba de mamá. Encima de esa mesa de mármol, sólo había una nota en blanco.

La abrí curiosa.

Oh, ese fue otro error.

Ojalá no la hubiera abierto.

"Te quiero mucho, pero yo no puedo hacerlo. Cuida de todos por mí.
-Mamá"

Esa noche esperé a Mamá delante de la puerta, tenía que volver del trabajo, la siguiente también esperé, y la otra, y la de después, pasaron semanas hasta que me dí cuenta de que mi Madre no volvería a cruzar la entrada de mi casa. Tampoco la volvería a ver o escuchar su risa contagiosa, las fotos en la nevera fueron desapareciendo poco a poco y la habitación de mis padres fue tomando un intenso aroma a soledad.

Después de días en blanco lo pude llegar a asimilar. Mamá nos había abandonado, Mamá me había abandonado.

Abandonar, qué palabra tan fea.

Sentí un vacío en el pecho. Yo era buena estudiante, ella siempre podría haber estado orgullosa de mí, tampoco era problemática y cuando tenía la oportunidad ayudaba en casa. Entonces, ¿Por qué se cansó mamá de mí? ¿Acaso mi hermana y yo no éramos suficiente?

Por lo visto no.

Ese, fue el peor verano de mi vida.

Durante los siguientes meses no me relacioné con ningún ser humano que no fuera mi hermana, dejé apartadas las redes sociales, me distancié notablemente de Papá, mentí a todo el mundo diciendo que me había ido de vacaciones a Italia durante esos meses.

En conclusión, me monté toda una farsa para que la gente siguiera pensando en lo perfecta que soy y en la suerte que tengo. Sí así soy yo, necesito la aprobación de los demás para sentirme bien conmigo misma, no lo puedo evitar.

Pasé horas y horas encerrada en la habitación del hospital con mi hermana, charlábamos de todo, jugábamos, nos lo pasábamos muy bien. Lía era y sigue siendo una de las personas más fuertes que conozco, durante todo el tratamiento no la ví llorar ni una sola vez. Así que a lo que me aferré para dejar atrás el abandono de mi madre fue a su sonrisa y a su alegría.

Papá se pasaba todo el día trabajando en el bar, poniéndolo como excusa para no ir a ver a mi hermana. Sí, sé que tenía que pagar los tratamientod, pero no fue ni siquiera una vez a visitarla. Cómo lo oís, ni una sóla vez....

Pero Lía siguió sonriendo, así que yo también.

Por cierto este verano también me he puesto muy en forma, no porque quisiera, sino porque he encontrado una forma de sobrellevar mis problemas. Podrá sonar extraño pero me he dedicado a BAILAR, sí, así es, la música me ha sacado en numerables ocasiones de la ansiedad. Cuando bailo me libero, sentir las notas en mis venas y expresarme con el cuerpo me fascina. Ese detallito tampoco se lo he contado a nadie, de hecho le he encontrado un regustín muy dulce a la soledad.

A madiados de julio encontré un almacén abandonado al qual nombré "Refugio", no era muy grande, pero si lo suficiente para sentirme cómoda y poder moverme a gusto. Así que lo limpié y decoré a mi parecer durante semanas para pasar ahí tardes y noches bailando.
Lo cual me llevó a adelgazar un montón.

Y en resumen, esta soy yo, sin más sin menos. Ahora conocéis un poquito más de mí. Sienta bién contar mis problemas a alguien, pero eso no es todo.

Esta es la historia de cómo mi vida pasó de ser blanca a completamente negra, es la historia de cómo me consumo intentando mantener la melódica y perfecta Layla Scott debajo de mis hombros. Sin embargo todos tenemos un límite ¿cierto? Pues aquí verás cómo caigo poco a poco hasta que llego al mío.

De momento no me puedo quejar de mi vida. Sería egoísta hacerlo, hay personas que lo pasan peor que yo. Estoy bién. Ha pasado un verano difícil, nada más.

Estoy bien, estoy bien, estoy bien.

Ahora vendrá el verdadero dilema, vuelta al instituto. Primer día después del diabólico verano.
Llamadme loca, pero tengo la ligera sensación de que va a ser un año desastroso.
Spoiler: no me equivoqué.

Even YouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora