Rota. Esa es la única palabra que me podía definir en este momento de mi vida, estaba rota, todo iba en mi contra y por mucho positivismo que tuviese, de nada me servia si la suerte no iba de mi lado.
Mis padre murio hace un mes en un accidente de coche, mi hermana perdió a su niña, a mi sobrina, estaba embarazada de tres meses y en el choque frontal del accidente la perdio. Las cosas en el trabajo no iban nada bien para mi y en el tema amoroso, lo deje con el que era mi pareja hace dos meses.
Vivía en un piso compartido en el centro de Madrid con las personas que ahora mismo más quería en todo el mundo, Maialen, Eva y Anaju, ellas me estan apoyando en todo y no puedo estar más agradecida, pero en realidad, la persona que mas me esta cuidando en este momento y que más pendiente esta de mi es Flavio, un chico de nuestro grupo de amigos que la verdad que nunca hemos sido muy cercanos, hasta hace algunos meses que nos volvimos íntimos. Mi grupo de amigos no constaba de muchas personas, pero las que habían eran las que realmente necesitaba en mi vida. Anaju, Eva, Maialen, Hugo, Anne, Gerard y Flavio.
-Samantha, esta noche vamos a salir todos ¿te vienes? -Me preguntó Anaju, entrando por la puerta de mi cuarto-.
La verdad que no tenía ganas ningunas de salir pero sabia que me iba a hacer bien salir aunque fuese un rato y el hecho de ir con todos me tranquilizaba porque podría estar distraida y hablando de otras cosas, asi que despues de pensarlo unos minutos en la que ella se mantenía en silencio en la puerta de mi cuarto, acepté.
-Ire, me vendra bien despejarme, supongo -Dije alzando mis hombros-.
Anaju se acerco a mi y me dio un beso en la mejilla sonriendome, para luego salir tarareando alguna canción desconocida para mi por la puerta. Eran las siete de la tarde y por lo que había podido ver por el grupo del WhatsApp, habiamos quedado en las nueve en nuestra puerta y nos recogia Flavio con el coche, ibamos a salir a tomar unas cervezas, por lo que tampoco me arregle mucho, unos vaqueros, un jersey ajustado, un abrigo largo de color beis y unos botines negros, me deje el pelo al natural y me pinte muy poco, solo para tapar mis ojeras, ya que llevaba un mes entero sin pegar ojo.
Salimos del piso, y ya estaba Flavio esperando para recogernos en la puerta de nuestro piso, el vivía en el piso de en frente por lo cual, el coche lo tenía aparcado en el parking y lo acababa de sacar, nos montamos y emprendimos el camino hacia el bar donde los demás nos estaban esperando.
-Samantha, estas muy guapa -Me dijo Flavio-.
Habiamos aparcado lejos del bar, no había mas aparcamiento cerca y teniamos unos diez minutos de camino, en el que yo me quede un poco más atras para poder hablar con Flavio, ya que llevabamos una semana sin vernos.
-No mientas, tengo una cara...
-Preciosa, como siempre, la que puede, puede.
-Gracias, supongo -Le respondí cuando sonrojandome un poco, no estaba acostumbrada a que me dijesen piropos-.
-Por cierto ¿como estás? -Preguntó interesado-.
-¿Yo? De puta madre, ya me ves.
-Samantha...
-Pues mal Flavio, cada dia peor y echandolo de menos, era mi padre, pero voy a estar bien, a el no le gustaría verme mal -Respondí haciendo un puchero-.
-Claro que vas a estar bien, y estare contigo para ayudarte en todo lo que este en mi mano, eres muy fuerte ¿Lo sabes, verdad? -Pregunto dandome un beso en la mejilla-.
-Las circunstancias de la vida me obligan a serlo -Le respondí y andamos más rápido para ponernos a la altura de los demás-.
Al fin llegamos al bar y nos encontramos con los demás, estuvimos un rato hablando y la verdad que desconecté bastante de todo y solo me centré en lo que mis amigos me contaban, en los chistes malos de Hugo y en los dramas de Gérard, después de salir del bar, dijeron de ir a un pub pero la verdad que eso no me apetecía para nada, asi que decidi volverme a casa.