🌼Capítulo 3.1🌼

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—Soy consciente de que eres una persona con tus propias esperanzas, sueños, deseos, necesidades y opiniones. Y que has dejado todo eso a un lado para someterte a mí este fin de semana. El hecho de que te hayas puesto en esa situación requiere respeto, y yo te respeto. Todo lo que te haga a ti o contigo, lo haré pensando en ti. Mis reglas sobre las horas de sueño, la dieta y el ejercicio son por tu propio bien. Y mis castigos serán para que mejores. —Deslicé un dedo por el borde de la copa de vino y sonreí por dentro al ver cómo sus ojos seguían el movimiento—. Y el placer que te dé —«Te voy a dar placer, KyungSoo, debes saberlo desde ya, mucho placer»—, bueno, no creo que tengas muchos reparos respecto a eso.

Sí. Estaba claro que lo entendía. Se le oscurecieron los ojos y se le aceleró la respiración. Lo tenía justo donde lo quería.

Retiré la silla. Ya estaba preparado para seguir adelante con la noche.

—¿Has acabado de cenar?

—Sí, señor.

—Tengo que sacar a Apolo. Mi dormitorio está arriba, la primera puerta a la izquierda. Volveré dentro de quince minutos. Quiero que me esperes allí. Página cinco, primer párrafo.

Saqué a Apolo para aclararme las ideas y prepararme lo máximo posible para lo que estaba a punto de ocurrir en mi dormitorio. Volví a repasar todo el plan mentalmente. KyungSoo disfrutaba practicando sexo oral, lo sabía por la lista que me había enviado. Y dado que esa solía ser una de las primeras cosas que hacía con un sumiso, tenía sentido que empezara el fin de semana de esa forma.

Al practicar sexo oral, los sumisos recordaban cuáles eran sus deberes y su posición. De rodillas a mis pies, dejando que los utilizara para darme placer. Y aunque yo sabía que podía usarlos como quisiera, era una responsabilidad que no me tomaba a la ligera.

Recordé la habitación tal como la había dejado: las velas encendidas por todas partes, el almohadón en medio del dormitorio y el picardías que le había comprado. ¿Me lo encontraría de rodillas, con el camisón puesto? Eso esperaba. O quizá me lo encontrara en el vestíbulo, esperando para decirme que había cambiado de opinión. Ese era mi temor.

—Vamos, Apolo.

Cuando volvimos a casa, pasé por el lavadero y me quité el jersey, que dejé en la cesta de la ropa sucia para que mi asistenta lo lavara. KyungSoo no estaba en el vestíbulo, así que subí la escalera con Apolo siguiéndome los pasos. Señalé el suelo junto a la puerta de mi habitación y él se dejó caer con un suspiro, apoyando la cabeza en las patas delanteras.

Entré en el dormitorio y me lo encontré esperando. Se había puesto el picardías y estaba arrodillado en el almohadón.

«Sí».

Cerré la puerta.

—Muy bien, KyungSoo. Puedes ponerte de pie.

Se levantó muy despacio. El camisón le llegaba hasta la parte superior de los muslos y el leve rubor que se adivinaba en su piel a través de la finísima tela dejaba entrever su excitación.

—Quítate el camisón y déjalo en el suelo.

Lo hizo con dedos temblorosos. Estaba nervioso, pero tenía los pezones y el miembro duros y los labios ligeramente entreabiertos.

—Mírame. —Cuando sus ojos se posaron en los míos (sí, estaba tan excitado como yo), me quité el cinturón y me acerqué a él—. ¿Qué te parece, KyungSoo? ¿Debería castigarte por haberme llamado Amo?

Hice chasquear el cinturón y la punta aterrizó sobre su muslo. Yo aún no era su Amo y él tenía que entenderlo.

Aunque quizá un día no muy lejano…

—Como desee, señor —susurró.

Buena respuesta.

—¿Lo que yo desee?

Yo deseaba muchas cosas, pero por el momento…

Me puse delante de él, me desabroché los pantalones y me los bajé junto con los calzoncillos liberando mi erección.

—Ponte de rodillas.

Esperé. Sabía que me estaba mirando y me parecía bien. Tenía que verme.

—Dame placer con la boca.

Él se inclinó hacia delante y mi polla se deslizó entre sus labios. Tenía la boca caliente y húmeda y se me puso aún más dura. Joder, qué gusto. Alcancé la parte posterior de su garganta.

—Toda.

Sabía que podía hacerlo.

Sabía que lo haría.

Sin embargo, vaciló. Levantó las manos y posó los dedos en la base de mi polla. Y a mí no me gustan las dudas.

—Si no puedes metértela en la boca, no podrás metértela en ninguna otra parte del cuerpo —le advertí, porque sabía muy bien dónde la quería sentir él. Ese pensamiento me hizo empujar hacia delante y me adentré más profundamente por su garganta—. Sí. Así.

Miré hacia abajo y, cuando vi a KyungSoo de rodillas, con mi polla en la boca, estuve a punto de correrme. No iba a aguantar mucho más.

—Me gusta el sexo duro y brusco y no voy a ser suave contigo solo porque seas nuevo. —Lo agarré del pelo—. Aguanta.

Entonces me rodeó la cadera con los brazos y yo me retiré para internarme de nuevo en su boca.

Le moví la cabeza con las manos para follarme su boca con rapidez y aspereza. Tal como me gustaba.

—Utiliza los dientes —le ordené y KyungSoo rozó mi longitud con ellos mientras yo me movía dentro y fuera. Entonces le cogió el truco y me empezó a chupar, al mismo tiempo que trazaba círculos con la lengua.

—Sí —gemí, cerrando los ojos y arremetiendo con más fuerza todavía.

Sí.

Joder.

Se me contrajeron los testículos y supe que ya estaba muy cerca. Me contuve, tratando de alargar aquella sensación: su boca alrededor de mi polla, la promesa de mi liberación suplicándome que me desatara, la excitación de estar tan cerca y no dejarme ir todavía.

Me chupó con más fuerza y pensé que no podría aguantar mucho más.

—Trágatelo todo —dije para prepararlo—. Trágate todo lo que te dé.

Me corrí en varias oleadas, pero él se lo tragó todo. No dejó escapar ni una sola gota.

Cuando me retiré, tenía la respiración acelerada, porque, maldito fuera, era realmente bueno.

—Así, KyungSoo —le dije—. Esto es lo que quiero.

Me volví a poner los pantalones, muy consciente de que él estaba esperando mi siguiente orden.

Quería tumbarlo sobre la cama y follármelo como es debido. Quería inmovilizarle las manos por encima de la cabeza y embestirlo una y otra vez hasta que gritara de placer. Quería…

«¡Ya basta!»

KyungSoo ya había tenido suficiente por una noche.

Necesitaba tiempo para acostumbrarse. Por mucho que yo lo deseara, él seguía desconociendo mi mundo. Y no podía ni quería olvidar eso.

Esperé a que se me acompasara la respiración.

—Tu dormitorio está dos puertas más allá, también a mano izquierda —lo informé—. Solo dormirás en mi cama cuando yo te invite a hacerlo. Puedes retirarte.

Se volvió a poner el picardías y recogió su ropa.

—Tomaré el desayuno en el comedor a las siete en punto.

DOMINACIÓN (KaiSoo) +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora