La noche del viernes, Apolo empezó a ladrar en cuanto oyó el taxi deteniéndose en la entrada. Lo mandé callar y miré por la ventana.
—¿Tienes ganas de ver a Soo?
Él ladeó la cabeza y gimoteó. Yo coloqué los platos de la cena en la mesa y salí a recibirlo.
Abrí la puerta principal y lo observé acercarse a la escalera. Llevaba un grueso jersey marrón que combinaba con el color de sus ojos. Me miró a los ojos y yo sonreí. ¿Habría encontrado la rosa? ¿Me haría algún comentario al respecto?
Probablemente no.
Pero tenía muchas ganas de saber lo que había pensado.
—Feliz viernes, KyungSoo.
A él se le iluminaron los ojos de excitación. Era una buena señal.
Después de cogerle el abrigo, lo acompañé a la mesa de la cocina y le retiré la silla para que se sentara. Ese era su momento. Su oportunidad de adaptarse al fin de semana, de expresar las preocupaciones que tuviera y de hacer preguntas.
No dijo nada, pero de vez en cuando en sus ojos aparecía una mirada pensativa. Hubiera dado lo que fuera por saber lo que estaba pasando por aquella preciosa cabecita. Quizá algún día le preguntara qué era, pero ya había llegado la hora de subir al dormitorio.
No me gustaba nada que los primeros azotes que le había dado hubiesen sido para castigarlo. A principios de semana pensé en nuestro primer fin de semana juntos y en el rato que pasamos en el cuarto de juegos. Él disfrutó mucho de la fusta. Sabía que tenía que volver a azotarlo. Pero esta vez por diversión. Ya había dispuesto los almohadones sobre mi cama.
—¿Cómo te encuentras? —le pregunté.
Se podía tomar esa pregunta de dos formas: como que le estaba preguntando por el accidente o bien que me refería a lo que le advertí el miércoles sobre lo dolorido que se seguiría sintiendo el viernes.
—Dolorido en los lugares apropiados —contestó sonriendo.
Excelente.
—KyungSoo —le pregunté entonces—, ¿has sido un chico malo esta semana?
Él parpadeó confuso.
Lo miré fijamente a los ojos.
—Ya sabes lo que les pasa a los chicos traviesos, ¿verdad?
Separó un poco los labios, pero permaneció en silencio.
—Que hay que azotarlos.
El pánico le nubló el semblante.
—Pero he hecho yoga, he dormido las horas que me corresponden y he caminado en lugar de correr, como me dijiste que hiciera.
Se calló y se mordió el labio.
Maldición. Era normal que estuviera asustado, por eso era tan importante lo que tenía planeado hacer aquella noche.
—KyungSoo —susurré, con el tono más tranquilizador posible—, ¿cuántas clases de azotes hay?
Él no respondió. Se limitó a seguir mirándome desconcertado.
—Tres —me contesté a mí mismo, con la intención de que comprendiera lo que me proponía—. ¿Cuál era el primero?
«Vamos, Soo. Recuérdalo por mí».
Enseguida supe que recordó la palabra «erótico», porque la expectativa le iluminó los ojos y desbancó el miedo y la confusión.
«Oh, sí. Esto va a ser divertido».
—Sube tu culo a mi habitación.
Se levantó de la mesa a toda prisa.
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DOMINACIÓN (KaiSoo) +18
De TodoKim JongIn nunca pierde el control. Durante el día, y como presidente de Industrias Kim, dirige el consejo de dirección. Por las noches, como estricto y exigente dominante, impone su voluntad y sus normas en el dormitorio. Nunca acepta sumisos inexp...