Miré por encima de la cabeza de Soo el reloj que había en la mesilla de noche: las dos en punto. Apenas me quedaban cuatro horas para abandonar su cama.
Cerré los ojos y traté de conservar todo su ser en mi memoria. Inspiré hondo e inhalé el dulce olor de su pelo, agaché la cabeza y me deleité en el aroma de su piel. Deslicé una mano por su espalda recordando cómo se había arqueado contra mí al tratar de acercarme más a él mientras hacíamos el amor, y cómo se estremeció con el placer que nos absorbió a los dos.
En ese momento estaba relajado, atrapado por la quietud del sueño, y yo paseé la mano arriba y abajo al ritmo de su tranquila respiración. Subí la mano hasta su nuca. Tenía la piel tan suave y tersa… Era perfecto, igual que el resto de él.
Sus labios dibujaban una «O» perfecta mientras dormía. Me acerqué hasta que mis labios estuvieron a punto de rozar los suyos, pero entonces me detuve: ya no tenía derecho a reclamar sus besos. No después de lo que había planeado hacer pocas horas después. En lugar de besarlo en la boca, le besé el cuello. Sabía a sexo y a sudor, un recordatorio agridulce de lo que habíamos experimentado juntos.
—Lo siento —susurré contra su piel—. No será verdad ni una sola palabra. Solo espero…
Me callé.
¿Qué esperaba?
¿Que lo entendiera? No podía esperar eso.
¿Que me perdonara algún día? Quizá. Quizá tal vez al cabo de unos años.
Esperaba no hacerle daño. No estaba tan ciego ni era tan tonto como para creer que no lo lastimaría. Sabía que no sería así.
¿O quizá una pequeña parte de mí esperaba que él supiera que no hablaba en serio? Estaba seguro de que me plantaría cara, pero al final sabía lo que tenía que hacer para conseguir que se marchara. No me había ganado mi reputación de desalmado porque sí.
Cerré los ojos para contener las lágrimas. ¿Cómo podía soportar hacer aquello? ¿Cómo podía hacerle eso a Soo?
Porque era lo mejor. Después de aquella noche, ya no estaba seguro de nada: si debía continuar con mi estilo de vida, de lo que haría él cuando le contara la verdad, cuando le dijera que lo había engañado, que le había mentido, que había jugado con su ingenuidad.
No me atrevía a pedirle que se quedara conmigo mientras intentaba resolver todo aquello. Sería mejor para los dos que se fuera. Era mejor que forzara su partida.
Sería lo más despreciable que habría hecho en mi vida, pero lo haría por Soo.
Suspiró mientras dormía y yo lo abracé con más fuerza. Volví a mirar el reloj: aún quedaban dos horas. Me quedaban dos horas para disfrutar de lo que sentía teniéndolo entre mis brazos.
A las seis de la mañana, me aparté de él muy despacio y lo volví a tumbar en la cama. Me quedé de pie a su lado y observé cómo se acurrucaba entre las sábanas.
Le di un beso en la frente y me tragué las palabras que me moría por decirle.
«Olvídalo. No tienes derecho a hacerlo».
Pero las grité en mi cabeza:
«Te quiero.
»Te quiero.
»Te quiero».
Me fui a la cocina y preparé café. No porque me apeteciera tomarlo, sino porque la rutina diaria me relajaba. Me llevé a Apolo hasta la puerta principal y lo saqué fuera. Mis jardineros habían estado allí el día anterior y limpiaron los montículos de nieve, por lo que Soo no debería tener ningún problema para volver a su casa.
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DOMINACIÓN (KaiSoo) +18
OverigKim JongIn nunca pierde el control. Durante el día, y como presidente de Industrias Kim, dirige el consejo de dirección. Por las noches, como estricto y exigente dominante, impone su voluntad y sus normas en el dormitorio. Nunca acepta sumisos inexp...