Habían pasado cinco meses desde la muerte de Mike y de Sam, un primo de Natalie y Jamie, alguien a quien llegué a conocer muy bien y empezaba a caerme genial. Aún continuaba la guerra, recuerdo que una vez le pregunté a Jamie:
- ¿Qué bando va ganando?
- Mary, nadie gana en una guerra, todos perdemos algo. La guerra no es buena para nadie. – me dijo seriamente.
- Cierto, lo siento mucho.
Un día, Kevin me presentó a sus abuelos, Carolina y Enrique, quienes lo cuidaban cuando sus padres viajaban a Jade, lo cual era cada vez más frecuente. Eran personas amables, pero lo que más me llamo la atención de ellos era la tristeza en sus ojos. Al enterarme de su historia, me di cuenta de que ser Magizard no era solo hacer hechizos y que había que hacer grandes sacrificios por ello.
Una noche, mientras jugaba con Lily, una niña de diez años, escuché el sonido de una sirena seguido de gritos de alegría, salí de mi cuarto y vi a decenas de personas abrazándose y besándose. Busqué a Jace, pues algunos soldados se habían presentado allí. Lo encontré abrazado a Isabel, llorando y riendo a la vez. Cuando me vio, vino corriendo hacia mí y me abrazó levantándome del suelo.
- ¿Qué ocurre? – le pregunté.
- Mary, la guerra ha acabado, se han rendido, hemos ganado. Al fin podremos volver a Nueva York. – dijo sin soltarme.
"La guerra ha terminado, estamos a salvo", intentaba convencerme a mí misma, pues aún no conseguía creérmelo del todo. Esa noche hicimos una gran fiesta. Reímos, bailamos y celebramos sin parar.
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Magizard. Un giro inesperado.
FantasyMary, una chica que vive con su abuela desde que perdió a sus padres, se siente perdida, vacía y en una constante búsqueda de encontrarse a sí misma. Un día, su mejor amiga Celine y ella entran en un restaurante, donde conocen a un joven camarero...