Capítulo Veinticuatro

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No sé cómo Sebastian ha conseguido convencerme, aunque si soy sincero, siempre lo hace sin que le cueste en exceso

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No sé cómo Sebastian ha conseguido convencerme, aunque si soy sincero, siempre lo hace sin que le cueste en exceso.

Miro al perro que había adoptado en mi nombre en la asociación en la que Lena colabora y suspiro al ver cómo desmonta el espacio que le había preparado para que duerma para acomodarse mejor.

Es demasiado activo, tiene mucha energía y me ha roto varias cosas, como cables de cargar el teléfono, el ordenador, entre muchos otros. No es que eso me preocupe, se pueden reemplazar, pero mi preocupación viene a que quizá le ocurre algo, que se puede electrocutar o algo parecido si están en la corriente.

No he sido una persona de tener animales en casa, es mucha responsabilidad, demasiada, y me siento mal porque al vivir en un loft no tiene mucho espacio para correr, ni tampoco tengo jardín, solo una terraza que no es lo suficientemente amplia para que pueda disfrutar lo que debería por lo grande que va a hacerse. Intento sacarlo lo máximo posible y que corra, pero no es lo mismo que si viviera en palacio junto a Sebastian y Lena.

Cuando llegué a Estocolmo mi primera idea había sido decirle a mi mejor amigo que agradecía el regalo pero que no podía aceptarlo porque no lo cuidaría bien, que era mejor que se lo quedasen él y Lena, no por nada, a ambos les encantaban los animales y Snö era uno de los perros más mimados que había conocido.

Sin embargo, había sido incapaz, no cuando el animal cuando lo había acariciado me había devuelto el cariño de inmediato y Sebastian lo había aprovechado para asegurarme de que no me arrepentiría de tener una mascota, manipulándome a su manera.

Y no lo hago. Es solo que... es todo nuevo aún para mí. Han pasado ya semanas y aún no me hago a la idea de que en mi loft ahora somos dos.

—Mireia llega en pocos días, ¿no? —se interesa Lexie, levantándose para acariciar al perro. Ella está más que encantada con mi nueva mascota—. Dudo que nos las presentes de inmediato, querrás pasar tiempo con ella.

Mi familia había llegado a la ciudad hacía una semana para tener el tiempo suficiente antes de la boda. Se estaban quedando en la primera casa que había comprado Sebastian en el país y estaban aprovechando para hacer turismo, conocer mejor las costumbres suecas e interesarse por los preparativos ya que todo lo que sabían se lo habíamos contado a través de videollamadas o mensajes.

Sebastian estaba muy muy nervioso, aunque no lo reconocía en voz alta, y que hubieran llegado antes de tiempo lo había calmado en cierta forma. Necesitaba ese apoyo de su familia, saber que estarían ahí a su lado, que estaríamos pasase lo que pasase.

—Lexie, modera lo que dices —la aviso y ella se ríe al ver que he entendido a lo que se refiere—. Sebastian es una muy mala influencia para ti.

—¡Si no ha sido nada! —se queja y hace el mismo puchero que cuando era pequeña—. Es en plan bien, llevar una relación a distancia debe ser complicado, ¿cuándo os visteis la última vez?

La verdad tras su sonrisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora