Mireia me responde, a través de varios audios de más de un minuto por whatsapp, pero no lo veo de inmediato ya que estoy durmiendo.
Mientras me preparo el desayuno los escucho y me alegra saber que a ella le parece una buena idea que vaya a buscarla al aeropuerto.
Según sus propias palabras: es una suerte que haya dejado de hacerme el difícil, que era muy obvio que ella no era la única que quería ver al otro.
También en los múltiples audios que me ha mandado, porque no ha escrito nada, me explica cómo le ha ido el día y la operación por la que ha salido tan tarde de trabajar.
Esos audios los repito una vez que los he escuchado porque la forma en la que habla me resulta fascinante y muy interesante. Se nota lo apasionada que es con su trabajo y profesión, no me hace falta tenerla delante para darme cuenta de que está feliz y contenta, su tono de voz es más que evidente.
Aunque si soy sincero, no entiendo gran parte de las cosas; menciona tecnicismos, abordajes quirúrgicos y fármacos que ha utilizado con ese paciente. Sin embargo, no ser conocedor de ello no me aburre, todo lo contrario, le cito el audio pidiéndole que me explique un poco más para poder comprender y no quedar como un tonto.
Para mi sorpresa, solo enviar la respuesta ella se conecta y pone que está en línea y frunzo el ceño, ¿la he despertado?
Estoy escribiendo otro mensaje diciéndole que ya me responderá cuando se despierte, una forma educada y disimulada de disculparme en el caso de que haya interrumpido su sueño, cuando veo que me está llamando.
—¿Crees que me has despertado? —Esa es su forma de saludar, y al ver que no contesto, escucho a la perfección una carcajada por su parte—. Eres tan dulce, James.
—¿No lo he hecho? Ayer te acostaste tarde, tus mensajes eran de madrugada.
—Mi cuerpo funciona bien durmiendo poco —explica con calma—. No suelo dormir más de seis horas. Así que no, no me has despertado.
—¿No son los médicos los que recomiendan dormir ocho horas? —rebato y me siento en una de las sillas de la isla de la cocina—. Por salud y esas cosas...
—¿Tú haces caso a todas las recomendaciones de los abogados? —se ríe—. Además, hay un refrán español que dice que en casa de herrero, cuchillo de palo.
—No te he entendido, no sé español, Mireia.
—Lo sé, tampoco catalán, ¿te das cuenta de que me has escuchado hablar en tres idiomas y yo a ti solo en inglés? —Tiene razón, y me resulta curioso que depende del idioma que habla su tono de voz se dulcifica un poco. No sé qué ha dicho en castellano, pero me ha un poco más brusco que lo que estoy acostumbrado—. También sé hablar francés, mi madre es francesa... ¿Y tú?
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La verdad tras su sonrisa
RomanceJames tiene un flechazo inmediato, y Mireia, aunque no lo admita, es consciente de que la tensión estalla cada vez que sus miradas se cruzan. **** Para James Watson, el día a...